Son muchos años, a pesar de la juventud, con la palabra entre los dedos. Pero el verbo, al final, se ha hecho libro. Se titula Filos y bajo su nombre guarda 15 cuentos, historias nacidas de David Mangana, quien hoy presentará su obra, a las 19.30 horas, en la Casa de Cultura de Vitoria-Gasteiz.
- Aunque son ya años escribiendo cuentos y participando en diversos certámenes con premios incluidos, ¿qué significa para usted tener entre las manos su primer libro?
- Pues la primera vez que lo tuve, no fue un momento especialmente ilusionante porque el editor y yo nos encontramos una mañana bien pronto después de una noche de insomnio. Pero a la hora o así, cuando lo estuve mirando más detenidamente, fue curioso. Después de tanto trabajo, verlo y tocarlo es casi hasta extraño.
- Son 15 cuentos escritos de forma específica para el libro que hoy se presenta o ha recuperado historias del pasado.
- Es que escribo poquísimo, lo hago a arrebatos. Así que hay alguno que tiene hasta diez años. Lo que sí he hecho ha sido pensar en ellos de forma específica para este trabajo. Hay una unidad entre ellos en cuanto a que existe una persona que describe o vive esos relatos. Y hay pequeños guiños que interrelacionan las historias entre sí, creando un pequeño universo propio.
- Ahora el fruto del esfuerzo llega a las manos del lector. ¿Qué espera?
- Que se lea. Con permiso del editor, me da igual que incluso la gente lo robe, pero que lo lea, lo intercambien, que lo comente, que me lo comente, y que llegue lo más lejos posible. El otro día me decía uno de los hijos de Chillida una frase de su padre que estaba muy bien: lo que es de uno es casi de nadie. Así que ya que me he puesto a compartir estas historias, que se difundan lo máximo posible. A los que les guste, que lo regalen. A los que no, pues también, que se lo den a esos que les caen mal. Es ideal para navidades (risas).
- Busca hacer reír, pensar, tocar unas fibras...
- Lo que quiero es contar esa pequeña historia que me animó a escribir cada uno de los relatos. Sí que hay pequeñas notas de humor, porque yo también me quiero divertir cuando los leo. ¿Hacer pensar? No. Es que a veces ni siquiera yo sé lo que pienso, así que como para pedirles eso a los demás. Son para vivir un pequeño momento de emoción y si eso no se produce es que no han cumplido su objetivo.
- ¿Ha habido momentos en los que ha tenido que obligarse a terminar las historias, a no retocar más?
- Un día me dijo Karmele Jaio una frase de Andrés Neuman: Los cuentos no se acaban, se abandonan. Así que sí, he estado hasta el último momento. Lo que pasa es que si modificas mucho puedes estropearlo. Me gusta que tengan una musicalidad, aunque no sean poesía, pero que las frases tengan fuerza, como un río que te lleva.
- De los 15 cuentos elegidos al final, ¿hay hijos predilectos?
- Sí. Me gustan todos, pero unos nacieron con más fuerza, más directos y les tengo especial cariño.
- Hay quien considera al cuento un género menor. ¿Qué diría ante eso?
- Que el tamaño no importa. El cuento me gusta porque va mucho con mi propia forma de leer. Al final, una novela no deja de estar hecha de capítulos, que no dejan de ser pequeñas historias. Es el formato con el que empecé a leer, con los libros de Ray Bradbury que me dejaba mi tío. Igual no se le da tanta importancia porque los galardones de novela tienen más relevancia, también en lo económico.
- Hablando de premios, ¿ha sacado alguna experiencia de todos a los que se ha presentado?
- Cuando gané el primero, que tenía 17 años, fue un subidón. Pensé: esto es una mina de oro, he ganado uno y tengo 100.000 pelas en la mano. Y me empecé a presentar a todos los que podía, al punto de que escribía no por el relato sino por el galardón. Perdí el norte. Así que me paré y decidí que lo que tenía que hacer era escribir para mí y que, sólo si me apetecía, mandar alguno de los textos a un certamen.
- ¿Tiene una metodología interna para escribir?
- Para nada. El truco está en ir por la calle y te salta una idea, la coges y vas a casa. Te pones el cenicero a un lado, un refresco al otro, y te metes cinco horas en otro mundo. Después encuentras el cenicero lleno de colillas, el vaso vacío y el cuento esperando que lo leas para disfrutar, o no. Pero ésa es toda la metodología. Soy muy anárquico y no me vienen muchas ideas.
- En paralelo a la literatura también ha emprendido una senda en la música. ¿Son mundos que tienen mucho que ver?
- Bueno, ahí también escribo algunas de las canciones. Y en eso se parecen. También en el hecho de que la labor que se hace es a borbotones y que cuando tocas en el local, estás cinco o diez minutos que desapareces del mundo. Pero en Los Cainibales el proceso de trabajo es colectivo y eso es una gran diferencia.
- ¿En cuál de los dos se tiene más cómodo?
- Es que escribiendo llevo muchísimo. Es que es muy divertido. Cuando tienes ese ataque es una sensación muy especial. Estás manejando los hilos pero, al mismo tiempo, dejándote sorprender por ellos. Pero en la música cada vez me siento más cómodo.
- Es su primer libro y también hoy la primera presentación de un libro a la que asiste como gran protagonista. ¿Cómo será?
- Lo que quiero es que sea una celebración. Hacer cosas, un concierto o un libro, es una excusa para reunir a los que quieres y celebrar. Haremos algo divertido.
- ¿Y en el futuro? ¿Tiene ya algo entre las manos?
- Pues hace cosa de tres meses me salió una novela policiaca a borbotones. Cayeron como unas 130 páginas en diez días y ahora estoy apuntándola. Tengo también algunos cuentos en los que estoy trabajando. Pero el verdadero plan es seguir escribiendo. Un libro es un paso más y lo que queda por delante es dar más pasos ya que el camino no se hace solo.
La presente entrevista ha aparecido en el DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA el 26 de octubre de 2009. Redactor: Carlos González.
Aunque como escritor de género negro pueda parecer que sea ése el tema principal, un blog es una miscelánea en la que según los días y las ganas hablaré de aquello que me parezca interesante, lo que no significa que vaya a interesaros a los demás, pero como se dice en la famosa película "Con faldas y a lo loco", nadie es perfecto. NI INOCENTE.
lunes, 26 de octubre de 2009
MUSIKA AIREAN: ENTREVISTA A KARMELE JAIO EN EL PERIÓDICO "DEIA"
Para su segunda sinfonía, Karmele Jaio ha querido pararse a escuchar la melodía humana. El grito de la soledad, el susurro de la amistad. Mientras sus anteriores trabajos reproducen sus ediciones, acariciando incluso el celuloide, las páginas de Musika airean flotan ya contando su historia
- Su primera novela, Amaren eskuak, ha tenido un éxito tremebundo. ¿Cómo lo ha vivido?
- Lo he vivido con mucha tranquilidad, sin lanzar campanas al vuelo ni nada de eso. Muy contenta, porque es una novela que me ha dado muchas satisfacciones. Ayer mismo me decían desde la editorial que salía la edición número once en euskera. Y en castellano ha salido la cuarta. Acaba de publicarse la traducción al alemán, y hemos estado en Alemania presentándola, y además hay un proyecto para hacer una película.
- ¡Una película!
- Sí, se ha interesado una productora y la intención es realizar el guión a lo largo del año que viene. Lo escribiría yo junto a otra persona.
- El paso de una novela del euskera al castellano es habitual, pero del euskera al alemán... ese sí es otro gran paso.
- Sí. Y además hemos estado en la Feria de Fráncfort, hemos visto la dimensión de todo este negocio. Ha estado bien ver esa otra cara. Tú estás dedicada a escribir, a tus historias, y ves, de repente, en una feria de pabellones tremenda, cómo la gente compra los derechos, cómo negocian los agentes, los editores...
- La industria.
- Sí. Y lo que ha sido muy interesante de Alemania ha sido ver el interés de la gente por otras culturas, en este caso por lo que nosotros escribimos. Hemos estado haciendo lecturas tanto de mi libro como del de Harkaitz Cano, Pasaia blues, en alemán. Pero lecturas de páginas y páginas, y la gente escuchando, preguntando y muy interesada.
- ¿Leyó usted en alemán?
- No, no. Yo leía una parte en euskera, comentaba lo que quería decir de la novela y lo traducían. Luego las partes que leían en alemán eran muy largas. Me decía la traductora que la gente está acostumbrada a esas lecturas.
- ¿El hecho de que Amaren eskuak haya calado en la gente le ha dado seguridad para escribir?
- No lo sé. Me imagino que sí, pero creo que he seguido escribiendo igual que si no me hubiesen dado ese respaldo. Pero quieras o no siempre te da mucho ánimo y seguridad a la hora de ponerte a escribir otra cosa cuando alguien te dice oye, me ha gustado mucho tu novela. Y me imagino que ocurrirá lo contrario cuando alguien te dice no me ha gustado nada tu novela. Pues igual te hunde. Estamos en un terreno muy subjetivo. Cuando escribes algo no hay una manera de medir del uno al diez. Al final, el que escribe está un poco a la expectativa de lo que le digan después, y en eso somos muy vulnerables.
- Las únicas medidas objetivas son la tirada, las ventas, los premios...
- Tampoco. Puede que no vendas dos libros y sea una maravilla lo que has escrito. Creo que no hay manera de medirlo.
- Como no se puede medir la música en el aire. ¿De dónde surge su nueva novela, Musika airean?
- Lo de música en el aire es porque quería hablar de esa música propia de cada uno, que está en el aire, que nos persigue todo el día. Es una música que está compuesta por todas esas cosas que nos han ocurrido en la vida. A veces pensamos que cada mañana empezamos de cero, pero no. Llevamos detrás un carro de cosas. Somos nosotros y lo que nos ha pasado en la vida. Creemos que esas cosas las olvidamos, que no han marcado nada nuestra forma de ser, y, sin embargo, son como una vieja canción que crees que tienes olvidada y, de repente, ¡tan!, oyes una nota y te sabes la canción entera. ¿Cómo es posible que eso esté ahí? Por eso hablo también mucho del pasado. La protagonista es una mujer mayor, que vive sola, y buena parte del libro son sus pensamientos. Y hablo de que el pasado no es pasado, de que el pasado es presente. Todo lo que ocurre en el pasado tiene que ver con lo que tú eres hoy.
- ¿Cuál fue el punto de partida?
- Yo quería hablar de la soledad. Y por eso elegí también el personaje de una mujer mayor que no sale de casa. A medida que he ido escribiendo, me ha ocurrido que he acabado hablando de la amistad. Empiezo de esa herida que hace el estar sola, pero acabo hablando de la amistad, partiendo de una amistad de juventud que esta mujer tuvo. La novela, en ese sentido, hace preguntas como, por ejemplo, si somos capaces de mantener, una vez adultos, esa amistad pura de la niñez. O no.
- Parece lógico que, si hablaba de la soledad, surgiera su "antónimo".
- Sí. Y las músicas nuevas. Pensamos a veces que la vida no va a cambiar, que todo es siempre igual, sobre todo llegados a unas edades. Y, en este caso, una nueva música va a entrar al hogar de esta mujer cuando sus hijos deciden que una chica colombiana vaya a cuidarle. Un retrato, además, muy actual, de lo que pasa ahora, que ves muchas mujeres mayores con chicas que suelen ser suramericanas
- Decía hace poco Unai Elorriaga que en su nuevo libro ha querido dar un cambio de rumbo estilístico. ¿Sigue fiel a sus coordenadas?
- No hay un cambio pretendido, pero por supuesto que en cada nuevo libro vas cambiando muchas formas de escribir, sin darte cuenta. Yo escribo como la historia me pide escribir. Sí hay algo que tiene una similitud con Amaren eskuak, es la estructura, continuamente pasado-presente. Hay muchos flashes, como en el cine. Algo breve del pasado, vuelta al presente...
- Como insertos, a lo Hitchcock...
- Una entrada-salida de ésas. En eso sí puede ser parecido, y quizás incluso en éste hay más cortes que en Amaren eskuak. Hay mucho pensamiento de la protagonista y he querido cortar -porque el pensamiento es, un poco, inacción- esos momentos con acción, para no ralentizar demasiado.
- Segunda novela. Como el segundo disco, la segunda película, tras crear las expectativas con el primer trabajo siempre llega esa frase de "¡a ver qué hace en el segundo!"
- Siempre te preguntan, más teniendo en cuenta la buena acogida de la primera, a ver si tienes pánico escénico. La verdad es que no. He escrito, por lo menos conscientemente, sin pensar en esa circunstancia.
- ¿Cuánto tiempo le ha llevado captar esa música en el aire?
- Ha habido por el medio cortes por otros proyectos, pero unos dos años.
- ¿Y la ha compuesto poco a poco, línea a línea, o hace un vómito inicial que luego reconstruye?¿Cómo escribe Karmele Jaio?
- Soy muy de hacer una primera tirada muy rápida, de crear una estructura, aunque no la escriba muy bien, e ir adelantando, adelantando, adelantando, y luego reescribir, corregir, insertar...
- ¿Por qué ese primer arrebato? ¿Será que usted misma quiere saber ya el final de la historia?
- Quieres saber a dónde vas (risas). Siempre digo que hay dos maneras de escribir, una con la cabeza llena de preguntas y otra con la cabeza llena de respuestas. Hay gente que escribe llena de respuestas, que tiene un esquema clarísimo, que sabe exactamente lo que va a contar, cómo va a empezar, cómo va a terminar. Yo no soy así. Sí que sé lo que quiero contar, más o menos hacia dónde quiero ir y a dónde quiero llegar... pero tengo preguntas. Y lo que espero es, en el proceso de escritura, encontrar respuestas. Y al final las vas encontrando.
La presente entrevista ha sido publicada en el diario DEIA el 26 de octubre de 2009. Redactor: David Mangana
- Su primera novela, Amaren eskuak, ha tenido un éxito tremebundo. ¿Cómo lo ha vivido?
- Lo he vivido con mucha tranquilidad, sin lanzar campanas al vuelo ni nada de eso. Muy contenta, porque es una novela que me ha dado muchas satisfacciones. Ayer mismo me decían desde la editorial que salía la edición número once en euskera. Y en castellano ha salido la cuarta. Acaba de publicarse la traducción al alemán, y hemos estado en Alemania presentándola, y además hay un proyecto para hacer una película.
- ¡Una película!
- Sí, se ha interesado una productora y la intención es realizar el guión a lo largo del año que viene. Lo escribiría yo junto a otra persona.
- El paso de una novela del euskera al castellano es habitual, pero del euskera al alemán... ese sí es otro gran paso.
- Sí. Y además hemos estado en la Feria de Fráncfort, hemos visto la dimensión de todo este negocio. Ha estado bien ver esa otra cara. Tú estás dedicada a escribir, a tus historias, y ves, de repente, en una feria de pabellones tremenda, cómo la gente compra los derechos, cómo negocian los agentes, los editores...
- La industria.
- Sí. Y lo que ha sido muy interesante de Alemania ha sido ver el interés de la gente por otras culturas, en este caso por lo que nosotros escribimos. Hemos estado haciendo lecturas tanto de mi libro como del de Harkaitz Cano, Pasaia blues, en alemán. Pero lecturas de páginas y páginas, y la gente escuchando, preguntando y muy interesada.
- ¿Leyó usted en alemán?
- No, no. Yo leía una parte en euskera, comentaba lo que quería decir de la novela y lo traducían. Luego las partes que leían en alemán eran muy largas. Me decía la traductora que la gente está acostumbrada a esas lecturas.
- ¿El hecho de que Amaren eskuak haya calado en la gente le ha dado seguridad para escribir?
- No lo sé. Me imagino que sí, pero creo que he seguido escribiendo igual que si no me hubiesen dado ese respaldo. Pero quieras o no siempre te da mucho ánimo y seguridad a la hora de ponerte a escribir otra cosa cuando alguien te dice oye, me ha gustado mucho tu novela. Y me imagino que ocurrirá lo contrario cuando alguien te dice no me ha gustado nada tu novela. Pues igual te hunde. Estamos en un terreno muy subjetivo. Cuando escribes algo no hay una manera de medir del uno al diez. Al final, el que escribe está un poco a la expectativa de lo que le digan después, y en eso somos muy vulnerables.
- Las únicas medidas objetivas son la tirada, las ventas, los premios...
- Tampoco. Puede que no vendas dos libros y sea una maravilla lo que has escrito. Creo que no hay manera de medirlo.
- Como no se puede medir la música en el aire. ¿De dónde surge su nueva novela, Musika airean?
- Lo de música en el aire es porque quería hablar de esa música propia de cada uno, que está en el aire, que nos persigue todo el día. Es una música que está compuesta por todas esas cosas que nos han ocurrido en la vida. A veces pensamos que cada mañana empezamos de cero, pero no. Llevamos detrás un carro de cosas. Somos nosotros y lo que nos ha pasado en la vida. Creemos que esas cosas las olvidamos, que no han marcado nada nuestra forma de ser, y, sin embargo, son como una vieja canción que crees que tienes olvidada y, de repente, ¡tan!, oyes una nota y te sabes la canción entera. ¿Cómo es posible que eso esté ahí? Por eso hablo también mucho del pasado. La protagonista es una mujer mayor, que vive sola, y buena parte del libro son sus pensamientos. Y hablo de que el pasado no es pasado, de que el pasado es presente. Todo lo que ocurre en el pasado tiene que ver con lo que tú eres hoy.
- ¿Cuál fue el punto de partida?
- Yo quería hablar de la soledad. Y por eso elegí también el personaje de una mujer mayor que no sale de casa. A medida que he ido escribiendo, me ha ocurrido que he acabado hablando de la amistad. Empiezo de esa herida que hace el estar sola, pero acabo hablando de la amistad, partiendo de una amistad de juventud que esta mujer tuvo. La novela, en ese sentido, hace preguntas como, por ejemplo, si somos capaces de mantener, una vez adultos, esa amistad pura de la niñez. O no.
- Parece lógico que, si hablaba de la soledad, surgiera su "antónimo".
- Sí. Y las músicas nuevas. Pensamos a veces que la vida no va a cambiar, que todo es siempre igual, sobre todo llegados a unas edades. Y, en este caso, una nueva música va a entrar al hogar de esta mujer cuando sus hijos deciden que una chica colombiana vaya a cuidarle. Un retrato, además, muy actual, de lo que pasa ahora, que ves muchas mujeres mayores con chicas que suelen ser suramericanas
- Decía hace poco Unai Elorriaga que en su nuevo libro ha querido dar un cambio de rumbo estilístico. ¿Sigue fiel a sus coordenadas?
- No hay un cambio pretendido, pero por supuesto que en cada nuevo libro vas cambiando muchas formas de escribir, sin darte cuenta. Yo escribo como la historia me pide escribir. Sí hay algo que tiene una similitud con Amaren eskuak, es la estructura, continuamente pasado-presente. Hay muchos flashes, como en el cine. Algo breve del pasado, vuelta al presente...
- Como insertos, a lo Hitchcock...
- Una entrada-salida de ésas. En eso sí puede ser parecido, y quizás incluso en éste hay más cortes que en Amaren eskuak. Hay mucho pensamiento de la protagonista y he querido cortar -porque el pensamiento es, un poco, inacción- esos momentos con acción, para no ralentizar demasiado.
- Segunda novela. Como el segundo disco, la segunda película, tras crear las expectativas con el primer trabajo siempre llega esa frase de "¡a ver qué hace en el segundo!"
- Siempre te preguntan, más teniendo en cuenta la buena acogida de la primera, a ver si tienes pánico escénico. La verdad es que no. He escrito, por lo menos conscientemente, sin pensar en esa circunstancia.
- ¿Cuánto tiempo le ha llevado captar esa música en el aire?
- Ha habido por el medio cortes por otros proyectos, pero unos dos años.
- ¿Y la ha compuesto poco a poco, línea a línea, o hace un vómito inicial que luego reconstruye?¿Cómo escribe Karmele Jaio?
- Soy muy de hacer una primera tirada muy rápida, de crear una estructura, aunque no la escriba muy bien, e ir adelantando, adelantando, adelantando, y luego reescribir, corregir, insertar...
- ¿Por qué ese primer arrebato? ¿Será que usted misma quiere saber ya el final de la historia?
- Quieres saber a dónde vas (risas). Siempre digo que hay dos maneras de escribir, una con la cabeza llena de preguntas y otra con la cabeza llena de respuestas. Hay gente que escribe llena de respuestas, que tiene un esquema clarísimo, que sabe exactamente lo que va a contar, cómo va a empezar, cómo va a terminar. Yo no soy así. Sí que sé lo que quiero contar, más o menos hacia dónde quiero ir y a dónde quiero llegar... pero tengo preguntas. Y lo que espero es, en el proceso de escritura, encontrar respuestas. Y al final las vas encontrando.
La presente entrevista ha sido publicada en el diario DEIA el 26 de octubre de 2009. Redactor: David Mangana
CARTA DE LA LIBRERA NEGRO-CRIMINAL
Pidiéndole prestada la frase a Raymond Chandler: si te gusta una novela, no quieras conocer al autor y trasladándola a otro ámbito del libro: si te gusta una colección, no quieras conocer a su director, pienso que prefiero no conocer a Rodrigo Fresán.
Si algo no se puede negar a la colección que esta creando, la "Roja y Negra", es que es ecléctica y no parece seguir modas. Me esta dando a conocer buenos y raros autores a los que me gustará seguirles la pista.
Cuando llegó a la librería El poder del perro con sus 718 páginas (solo Larsson se había atrevido a algo así) pasó primero por mis manos (hacer las fichas de los libros me otorga este privilegio). En la contraportada Sinaloa, México…
México y yo tenemos una muy antigua relación que me motivó a llevármelo a casa. El libro pasó rápidamente la prueba de las veinte páginas que dedico a darle el sí o el no a un libro (otro privilegio de librera) y quedé enganchada todo el fin de semana con su lectura, exigiéndole a Paco que lo leyera inmediatamente para poderlo comentar con él. Quienes lo hayan leído sabrán de qué les hablo.
Pero hoy no pensaba hablarles de El poder del perro.
Sí puedo decir que gracias a la lectura de este me acerqué a otro libro de la colección (creo que el primero): Delitos a largo plazo de Jake Arnott. Totalmente diferente pero también me gustó. Los hombres de paja de Michael Marshall, mucho mejor de lo que promete la sinopsis…etc. Así uno tras otro han ido siendo devorados los libros de la "Roja y Negra".
Pero lo que les iba a contar no era esto --puros preliminares ya que en el limbo se tiene mucho tiempo-- les iba a contar que acabo de terminar el último libro de esta colección: Ojos violeta de Stephen Woodworth.
Creo que nunca hubiese leído este libro si no estuviera en la colección de Fresán. Así son las cosas. Para eso sirven las colecciones.
Los fantasmas, las historias sobrenaturales y la novela negra no son mezclas de mi agrado. Pero comencé mis veinte páginas de rigor y me quedé con ganas de saber que le pasaría a Natalie Linsdstrom de ojos violeta y a su anomalía genética. No sólo suya sino de un pequeño porcentaje de personas que al nacer han sido dotados, sin haberlo pedido, con unos ojos violeta (que ocultan con lentillas de colores) y el poder de invocar a los muertos.
Francamente me he divertido con esta novela que me ha reconciliado con las horribles horas pasadas aprendiendo las tablas de multiplicar: uno por uno es uno…, el abecedario, o repitiendo en antiguos rosarios, padrenuestros y avemarías. Resulta que sin yo saberlo todas estas monsergas repetidas hasta la saciedad pueden ser mantras. Unos Mantras parecidos a los que utilizan los violetas para impedir que los fantasmas de los muertos invadan su mente y su cuerpo.
Ante la orfandad en la que nos ha dejado Lisbeth Salander, salvando las distancias, no esta mal seguirle la pista a esta violeta, a Natalie Linsdstrom, lectora de Jane Austen y de Emily Brontë, que tiene la cabeza rapada y una constelación de puntitos azulados en el cuero cabelludo que corresponden a los veinte puntos de contacto que le han sido tatuados para conectarle unos electrodos cuando el Estado necesita utilizarla.
Yo se la pienso seguir.
Espero salir pronto del limbo, pero les aseguro que un limbo lleno de buenas lecturas es menos limbo.
Si algo no se puede negar a la colección que esta creando, la "Roja y Negra", es que es ecléctica y no parece seguir modas. Me esta dando a conocer buenos y raros autores a los que me gustará seguirles la pista.
Cuando llegó a la librería El poder del perro con sus 718 páginas (solo Larsson se había atrevido a algo así) pasó primero por mis manos (hacer las fichas de los libros me otorga este privilegio). En la contraportada Sinaloa, México…
México y yo tenemos una muy antigua relación que me motivó a llevármelo a casa. El libro pasó rápidamente la prueba de las veinte páginas que dedico a darle el sí o el no a un libro (otro privilegio de librera) y quedé enganchada todo el fin de semana con su lectura, exigiéndole a Paco que lo leyera inmediatamente para poderlo comentar con él. Quienes lo hayan leído sabrán de qué les hablo.
Pero hoy no pensaba hablarles de El poder del perro.
Sí puedo decir que gracias a la lectura de este me acerqué a otro libro de la colección (creo que el primero): Delitos a largo plazo de Jake Arnott. Totalmente diferente pero también me gustó. Los hombres de paja de Michael Marshall, mucho mejor de lo que promete la sinopsis…etc. Así uno tras otro han ido siendo devorados los libros de la "Roja y Negra".
Pero lo que les iba a contar no era esto --puros preliminares ya que en el limbo se tiene mucho tiempo-- les iba a contar que acabo de terminar el último libro de esta colección: Ojos violeta de Stephen Woodworth.
Creo que nunca hubiese leído este libro si no estuviera en la colección de Fresán. Así son las cosas. Para eso sirven las colecciones.
Los fantasmas, las historias sobrenaturales y la novela negra no son mezclas de mi agrado. Pero comencé mis veinte páginas de rigor y me quedé con ganas de saber que le pasaría a Natalie Linsdstrom de ojos violeta y a su anomalía genética. No sólo suya sino de un pequeño porcentaje de personas que al nacer han sido dotados, sin haberlo pedido, con unos ojos violeta (que ocultan con lentillas de colores) y el poder de invocar a los muertos.
Francamente me he divertido con esta novela que me ha reconciliado con las horribles horas pasadas aprendiendo las tablas de multiplicar: uno por uno es uno…, el abecedario, o repitiendo en antiguos rosarios, padrenuestros y avemarías. Resulta que sin yo saberlo todas estas monsergas repetidas hasta la saciedad pueden ser mantras. Unos Mantras parecidos a los que utilizan los violetas para impedir que los fantasmas de los muertos invadan su mente y su cuerpo.
Ante la orfandad en la que nos ha dejado Lisbeth Salander, salvando las distancias, no esta mal seguirle la pista a esta violeta, a Natalie Linsdstrom, lectora de Jane Austen y de Emily Brontë, que tiene la cabeza rapada y una constelación de puntitos azulados en el cuero cabelludo que corresponden a los veinte puntos de contacto que le han sido tatuados para conectarle unos electrodos cuando el Estado necesita utilizarla.
Yo se la pienso seguir.
Espero salir pronto del limbo, pero les aseguro que un limbo lleno de buenas lecturas es menos limbo.
PRESENTACIÓN, EN LA LIBRERÍA ESTUDIO EN ESCARLATA DE MADRID, DE "NATURALEZA MUERTA", DE VÍCTOR CONDE
La librería madrileña Estudio en Escarlata (c/ Guzmán el Bueno, 46, esq. Fernández de los Ríos) nos invita el miércoles 28 de octubre a las 19:00 horas a la presentación de Naturaleza muerta, de Víctor Conde, al que acompañará Eduardo Vaquerizo.
NATURALEZA MUERTA nos presenta un mundo devastado por una catástrofe de proporciones bíblicas. Siete supervivientes en un tren hacia ninguna parte. Siete personas heterogéneas, distintas, asustadas, cada una con su propio secreto inconfesable. Por las calles de todas las ciudades del mundo caminan legiones de muertos vivientes, devorando cada ápice de carne viva que cae en sus manos. Y todos ellos buscan algo. ¿Pero qué? ¿Qué ha causado tal catástrofe? ¿Por qué sólo han sobrevivido siete personas, y a dónde las lleva ese tren? La respuesta a estas preguntas podría ser algo extremo y aterrador, algo para lo que ninguno de ellos está preparado. Una historia macabra de supervivencia, amor y odio en un mundo donde la especie humana encara su extinción. Donde las últimas personas vivas tendrán que enfrentarse no sólo a su futuro, sino a su propio secreto inconfesable, a su propio pasado oscuro.
NATURALEZA MUERTA nos presenta un mundo devastado por una catástrofe de proporciones bíblicas. Siete supervivientes en un tren hacia ninguna parte. Siete personas heterogéneas, distintas, asustadas, cada una con su propio secreto inconfesable. Por las calles de todas las ciudades del mundo caminan legiones de muertos vivientes, devorando cada ápice de carne viva que cae en sus manos. Y todos ellos buscan algo. ¿Pero qué? ¿Qué ha causado tal catástrofe? ¿Por qué sólo han sobrevivido siete personas, y a dónde las lleva ese tren? La respuesta a estas preguntas podría ser algo extremo y aterrador, algo para lo que ninguno de ellos está preparado. Una historia macabra de supervivencia, amor y odio en un mundo donde la especie humana encara su extinción. Donde las últimas personas vivas tendrán que enfrentarse no sólo a su futuro, sino a su propio secreto inconfesable, a su propio pasado oscuro.