Cementerio Municipal de Bilbao, 19 de noviembre de 1936. El pelotón de ejecución apunta a Wilhelm Wakonigg , el empresario que había sido cónsul honorífico de Austria y Hungría en la capital vizcaína durante la Primera Guerra Mundial. En los inicios de la Guerra Civil, Wakonigg había protagonizado el más famoso caso de espionaje que se ha producido en el territorio controlado por el Gobierno Vasco.
El historiador José Luis de la Granja afirma: El juicio del Tribunal Popular que tuvo mayor resonancia, por afectar a dos diplomáticos extranjeros, fue el llamado ‘caso Wakonigg’, que sirve de muestra para valorar la justicia ejercida por dicho tribunal.
Este libro reconstruye por primera vez con rigor este histórico caso de espionaje, siempre a partir de documentos de la época que se hallan dispersos en archivos vascos, españoles, alemanes y austríacos. El autor, con un pulso narrativo nítidamente periodístico, relata también cómo se creó cierta imagen de Wakonigg después de su fusilamiento a causa de las versiones ofrecidas por el periodista británico George L. Steer y el Gobierno de Euskadi.
En la obra queda, asimismo, detallada constancia de la actuación de Wakonigg a favor de altos cargos falangistas y de las circunstancias que condujeron al apresameinto del ex cónsul con un maletín repleto de material altamente comprometedor. Tampoco escapan a la mirada del autor las consecuencias políticas que para el Gobierno Vasco y el PNV comportó el “caso Wakonigg”.
Artículo publicado en el diario EL PAÍS, edición del País Vasco, el 29 de octubre de 2009. Redacción: E. L.
Ayer hizo 73 años que Wilhelm Wakonigg, un ciudadano austrohúngaro asentado en Bilbao, ambicioso y bien relacionado, fue detenido en Las Arenas cuando intentaba embarcar en un destructor inglés rumbo a San Juan de Luz, con documentos sensibles para el Gobierno de Euskadi en la maleta. Fue juzgado y condenado a muerte por traición consumada. Antes de caer fusilado gritó "heil Hitler". Los últimos años de su vida son el material con el que el historiador y periodista Ingo Niebel (Colonia, 1965) ha construido la crónica Al infierno o a la gloria. Vida y muerte del ex cónsul y espía Wilhelm Wakonigg en Bilbao (1900-1936) (Alberdania). Niebel ha llegado a la conclusión de que el espía nazi actuó "por sus propios intereses".
Niebel descubrió la figura de Wakonnig leyendo El árbol de Guernica, del periodista británico George L. Steer. El perfil esbozado del personaje despertó su curiosidad y comenzó a buscar datos sobre la vida del enigmático austrohúngaro, que llegó a cónsul de Alemania en Bilbao y bajo la apariencia de un hombre convencional, socio de La Bilbaína y del Marítimo del Abra, casado y con un yerno militante del Partido Nacionalista Vasco, ocultaba a un espía. Empezó a buscar en los archivos oficiales de Austria y Alemania, y siguió su pista hasta su muerte junto a una tapia del cementerio de Derio, condenado a muerte en los primeros meses de la guerra civil.
Niebel, miembro de la Sociedad de Estudios Vascos, dice que ha investigado como historiador y ha escrito como periodista. El libro sigue los pasos de Wakonnig y atiende a las circunstancias políticas que rodearon su detención, ordenada por el consejero de Interior, Telesforo de Monzón, y al difícil equilibrio de fuerzas en el Gobierno de Euskadi. Su trabajo le permite asegurar que Wakonigg obró decidida, convencida y sistemáticamente, primero contra la legalidad republicana y después contra la que representaba el Gobierno de Euskadi.
Niebel destaca que Wakonnig siguió una estrategia planificada. Primero emprendió acciones de carácter humanitario, ayudando a salir de España a familiares de monárquicos y falangistas. El siguiente paso fue prestar ayuda directa a destacados golpistas y empresarios con el apoyo de la armada alemana. Finalmente, el espía se centró en recopilar documentos como los planos sobre la defensa de Bilbao e información económica e industrial. No espió por amor a su segunda patria, a la España nacional, defiende el autor, sino por sus propios intereses. Quería ser el hombre que decidiera la caída de Bilbao, quería ser el intermediario entre la industria metalúrgica alemana y el gobierno de la junta golpista de Burgos, señala. Los gobiernos de Berlín y Viena tan sólo enviaron telegramas para intentar salvarle la vida.
El historiador José Luis de la Granja afirma: El juicio del Tribunal Popular que tuvo mayor resonancia, por afectar a dos diplomáticos extranjeros, fue el llamado ‘caso Wakonigg’, que sirve de muestra para valorar la justicia ejercida por dicho tribunal.
Este libro reconstruye por primera vez con rigor este histórico caso de espionaje, siempre a partir de documentos de la época que se hallan dispersos en archivos vascos, españoles, alemanes y austríacos. El autor, con un pulso narrativo nítidamente periodístico, relata también cómo se creó cierta imagen de Wakonigg después de su fusilamiento a causa de las versiones ofrecidas por el periodista británico George L. Steer y el Gobierno de Euskadi.
En la obra queda, asimismo, detallada constancia de la actuación de Wakonigg a favor de altos cargos falangistas y de las circunstancias que condujeron al apresameinto del ex cónsul con un maletín repleto de material altamente comprometedor. Tampoco escapan a la mirada del autor las consecuencias políticas que para el Gobierno Vasco y el PNV comportó el “caso Wakonigg”.
Artículo publicado en el diario EL PAÍS, edición del País Vasco, el 29 de octubre de 2009. Redacción: E. L.
Ayer hizo 73 años que Wilhelm Wakonigg, un ciudadano austrohúngaro asentado en Bilbao, ambicioso y bien relacionado, fue detenido en Las Arenas cuando intentaba embarcar en un destructor inglés rumbo a San Juan de Luz, con documentos sensibles para el Gobierno de Euskadi en la maleta. Fue juzgado y condenado a muerte por traición consumada. Antes de caer fusilado gritó "heil Hitler". Los últimos años de su vida son el material con el que el historiador y periodista Ingo Niebel (Colonia, 1965) ha construido la crónica Al infierno o a la gloria. Vida y muerte del ex cónsul y espía Wilhelm Wakonigg en Bilbao (1900-1936) (Alberdania). Niebel ha llegado a la conclusión de que el espía nazi actuó "por sus propios intereses".
Niebel descubrió la figura de Wakonnig leyendo El árbol de Guernica, del periodista británico George L. Steer. El perfil esbozado del personaje despertó su curiosidad y comenzó a buscar datos sobre la vida del enigmático austrohúngaro, que llegó a cónsul de Alemania en Bilbao y bajo la apariencia de un hombre convencional, socio de La Bilbaína y del Marítimo del Abra, casado y con un yerno militante del Partido Nacionalista Vasco, ocultaba a un espía. Empezó a buscar en los archivos oficiales de Austria y Alemania, y siguió su pista hasta su muerte junto a una tapia del cementerio de Derio, condenado a muerte en los primeros meses de la guerra civil.
Niebel, miembro de la Sociedad de Estudios Vascos, dice que ha investigado como historiador y ha escrito como periodista. El libro sigue los pasos de Wakonnig y atiende a las circunstancias políticas que rodearon su detención, ordenada por el consejero de Interior, Telesforo de Monzón, y al difícil equilibrio de fuerzas en el Gobierno de Euskadi. Su trabajo le permite asegurar que Wakonigg obró decidida, convencida y sistemáticamente, primero contra la legalidad republicana y después contra la que representaba el Gobierno de Euskadi.
Niebel destaca que Wakonnig siguió una estrategia planificada. Primero emprendió acciones de carácter humanitario, ayudando a salir de España a familiares de monárquicos y falangistas. El siguiente paso fue prestar ayuda directa a destacados golpistas y empresarios con el apoyo de la armada alemana. Finalmente, el espía se centró en recopilar documentos como los planos sobre la defensa de Bilbao e información económica e industrial. No espió por amor a su segunda patria, a la España nacional, defiende el autor, sino por sus propios intereses. Quería ser el hombre que decidiera la caída de Bilbao, quería ser el intermediario entre la industria metalúrgica alemana y el gobierno de la junta golpista de Burgos, señala. Los gobiernos de Berlín y Viena tan sólo enviaron telegramas para intentar salvarle la vida.