Título: EL RASTRO DEL LOBO
Autor: JOSÉ LUIS MUÑOZ
Editorial: EDICIONES TRASPIÉS
Trama: Aribert Ferdinand Heim, el
médico del campo de exterminio de Mauthausen, fue un carnicero a la altura del
tristemente célebre doctor Mengele. Y al igual que su colega en profesión,
ideología y crímenes, consiguió escapar a la justicia internacional y a los
servicios de Inteligencia israelíes. O quizás no…, aunque no por eso dejaron de
perseguirlo.
Personajes: Aribert Ferdinand Heim, el carnicero de Mauthausen, nazi
convencido y sádico más convencido si cabe, Joachim Schoök, policía alemán
obsesionado por encontrar la pista de Heim por motivos que rozan lo personal, Efraim
Zuroff, cazador de nazis de la oficina de Wiesenthal, Rüdiger Heim, hjo del
carnicero de Mauthausen, empresario que colabora con Schoök desinteresadamente
según él, aunque el policía piensa que es por razones económicas, coronel Danny
Baz, militar israelí, vehemente y apasionado, convencido de que ha ejecutado a
Heim, Elsa Ribentroff, presa de Mauthausen a la que Heim convierte en su amante,
Tarek Hussein Farid, alemán residente en Egipto y converso al Islam, que podría
ser el propio Heim.
Aspectos a Destacar: José Luis Muñoz, al igual
que en “El mal absoluto”, nos enfrenta ante lo que fue el nazismo, crudamente,
sin concesiones a la galería. Porque el horror, si se edulcora, acaba
convirtiéndose en un pasatiempo frívolo, y el autor sabe, y nos lo transmite
con maestría, que sólo si lo miramos de frente seremos conscientes de que, por
usar el título de su anterior novela, estamos ante el mal absoluto.
La Frase: Somos hijos de los tiempos que
nos han tocado vivir, y si hubiéramos nacido en la Roma imperial y fuéramos
patricios, en nada nos disgustaría ver como los leones devoraban a los
cristianos o los gladiadores luchaban a muerte entre sí. Y si fuéramos
espartanos veríamos con normalidad que a nuestros hijos débiles los abandonaran
en el monte Taigeto, ¿Se avergüenzan los descendientes de Roma o los griegos de
lo que hicieron sus antepasados? Lo que sucedió durante el III Reich está muy
lejano y puede que fuera equivocado. Nos creímos que éramos una raza superior y
estábamos llamados a dominar el mundo. Y nos lo creímos todos.