Una serie española de excelente factura, con unos guiones de lo
más acabados e ingeniosos, además de bien construidos, como es “El Ministerio
del Tiempo”, ha vuelto a poner en escena el tema de los viajes en el tiempo, un
argumento que ha sido muy recurrente tanto en la literatura (obviamente fantástica
o de ciencia ficción) como en el cine o la televisión. Series míticas como “El
túnel del tiempo” o “Doctor Who”, películas como “Regreso al futuro” y sus
secuelas, novelas como “El fin de la eternidad”, de Isaac Asimov, entre otras,
o infinidad de relatos así lo avalan. Y siempre que se habla de viaje en el
tiempo, se habla de su gran enemigo. La paradoja del viaje en el tiempo.
Aunque en general esa paradoja es conocida por casi todos los seguidores
del género fantástico o de ciencia-ficción, podría resumirse del siguiente
modo: el inventor de la máquina del tiempo viaja al pasado y accidentalmente
mata a su abuelo antes de que éste hubiera engendrado a su padre. Con lo que él
no habría nacido, y por tanto no habría podido inventar la máquina del tiempo,
y por tanto no habría ido al pasado, y por tanto…
Son muchos “…y por tanto”, ¿no? ¿Suficientes para demostrar lo
paradójico y, por tanto (¡Cielos, no, lo he vuelto a escribir!), lo imposible
del viaje en el tiempo? Aparentemente es así, pero yo no estoy tan seguro.
Imaginemos que el protagonista de la paradoja es tan tonto que, efectivamente,
va al pasado y mata a su abuelo antes, incluso, de haber conocido a su abuela.
El hecho cierto es que en el año 2016 el inventor de la máquina existía y si
fue a 1925, por poner una fecha, es porque de algún modo había alguna conexión
entre 1925 y “ese 2016”. Si mata a su abuelo eso no significa que el 2016 del
que partió no existiera en ese momento, sino que a partir de su desafortunada acción
(sobre todo para él, obviamente, que no llega a nacer), el 2016 en el que
desembocaría nuevamente el 1925 sería diferente. No habría ninguna paradoja
sino, en todo caso, una faena para el pobre e incauto inventor de ese instrumento
que le permitió viajar (muy brevemente, eso sí) en el tiempo.
Incluso podría darse el caso de que la presunta abuela de nuestro
protagonista, al no conocer al hombre con el que tendría que haberse casado (o,
al menos, amancebado aunque fuese esporádicamente, que en aquella época no
existía la inseminación artificial), hubiese encontrado otro varón con el que
yacer y engendrar un vástago y, quién sabe, quizás ese nuevo hijo hubiese sido
capaz de inventar la máquina del tiempo no en el 2016 sino en 1984, por decir
un año. Y si ya en el colmo de la mala suerte también hubiese ido al pasado y,
a consecuencia de ello, hubiese fallecido el sustituto en el lecho del abuelo
del primer inventor, la historia podría repetirse. Pero en fin, vamos a suponer
que no todos los inventores de máquinas del tiempo van a ser tan zoquetes para
no repetir ad nauseam la historia. El
caso es que no habría paradoja alguna. Se habría cerrado una autopista entre
1925 y 2016, pero se habría utilizado, en su lugar, un puente aéreo o un camino
vecinal. Sin más. Por lo que podría decirse que no existe esa paradoja.
Es más, ¿podemos estar seguros de que el viaje en el tiempo no
existe ya? En euskera hay un refrán que dice “todo lo que tiene nombre, existe”.
O sea, que si hablamos del “viaje en el tiempo” y le damos ese nombre, es
porque existe. Sí, ya lo sé, los refranes pueden estar equivocados, pero si admitimos
que en ocasiones no son más que la plasmación popular de conceptos mucho más
profundos, podríamos aceptar que algo de cierto tiene que haber en esa
expresión. Así que utilicémoslo como punto de partida, lo que puede dar lugar a
curiosas conclusiones.
Volviendo a “El Ministerio del Tiempo”, en uno de sus capítulos
que no me atrevo a calificar como el más interesante, porque todos lo son, la
brigada ministerial viajaba a la época de Cervantes para impedir que
desapareciera “El Quijote”, la obra cumbre de las letras españolas. Como estaba
previsto en el guión, los agentes lograron su objetivo y hoy todos los hispanohablantes
podemos presumir, aunque en un porcentaje muy alto no sea cierto, de conocer y
haber leído la más grande obra jamás escrita en lengua castellana. Pero, ¿y si
los agentes no hubiesen logrado su objetivo? O, para ser más precisos, ¿y si
hubiesen fallado al acometer una misión similar a la de la salvación del
Quijote?
Estoy escribiendo este artículo el 27 de marzo de 2016 convencido,
como muchos de mis lectores, de que la novela escrita por Cervantes es la
cumbre de las letras hispanas. ¿Pero si no lo hubiese sido hasta el día 26 de
marzo de 2016? Imaginemos que hasta ese día la cumbre de la novelística española
hubiese sido una novela escrita por un contemporáneo del propio Cervantes llamado
Juan Gutiérrez, por inventarme un nombre y un autor. Y que ese mismo día un
viajero del tiempo hubiese aterrizado en el preciso instante en que el gran
Gutiérrez nació y le hubiese asfixiado con su propio cordón umbilical, método
efectivo para asesinar a un infante aunque algo rebuscado, ciertamente. Quienes el 25 de
marzo de 2016 repetíamos constantemente que no podíamos imaginarnos la vida sin
la novela de Juan Gutiérrez, el día 26 no sabríamos nada de él y, como la línea
temporal habría cambiado, pasaríamos a decir que la vida es inimaginable sin
Miguel de Cervantes llenando nuestras estanterías con su ingenioso hidalgo.
Y no sólo eso. Volviendo de nuevo a la época actual, ¿podría
alguien asegurarme, sin la menor duda posible, que hace tres días no teníamos
un gobierno con Pablo Iglesias de presidente y Albert Rivera de ministro de
Defensa, y que gracias a la intervención de un militante del PP que sabe viajar
por el tiempo, no se cambió la historia y Rajoy, gracias a ello, sigue de
presidente en funciones? ¿Hay alguien que pueda demostrar fehacientemente que
ese hecho, por más improbable que sea, no haya sucedido realmente? No, ¿verdad?
O sea, que ni paradojas ni historias. El viaje por el tiempo
podría estar ya inventado y nuestra historia podría ser cambiada cada día, qué
digo cada día, cada hora, aunque nosotros no nos enteraríamos de nada, lo que,
por otra parte no sería nada extraño, ya que nos acomodaríamos instantáneamente
a la nueva línea temporal, sin recordar nada de la anterior.
Me queda una duda. ¿Y si ayer escribí un artículo contra los
viajes en el tiempo y por una de esas paradojas espaciotemporales lo que está
apareciendo en el blog es un artículo a favor? ¡Menudo lío!, creo que tendré
que seguir meditando sobre el tema.