Como un famoso turrón, Jon
Arretxe también ha vuelto por Navidad. Fiel a su cita anual con la “Durangoko
Azoka” (la Feria del libro y disco vasco de Durango), a la que es asiduo desde hace
años, ha publicado recientemente su última novela, Arrutiren banda
(la traducción literal sería “La banda de Arruti”), en la colección de novela
negra “Uzta Gorria/Cosecha Roja” de la editorial
Erein. De momento sólo está disponible en euskera, si bien probablemente, como
ocurrió con las novelas anteriores, los múltiples lectores en castellano del
autor podrán leerla también en este idioma en un futuro que esperamos cercano.
De todos modos, a diferencia
del turrón del que he hablado al inicio del artículo, que puede gustar más o menos
--no entro en eso porque esto no es un blog sobre gastronomía sino sobre
literatura--, pero que siempre es el mismo, Arretxe con esa última
novela ha sabido reinventarse y ofrecernos una obra que si bien no defraudará a
sus seguidores sí se aparta del camino que había seguido en sus últimas cinco creaciones,
las protagonizadas por Touré, ese detective afrovasco originario de Burkina-Fasso
que sobrevive, o quizás sería más correcto decir malvive, en esa pequeña África
que es el bilbaíno barrio de San Francisco, para poner en juego a otros
personajes. Sí, lo han adivinado: Arruti y su banda.
Una banda muy peculiar, ya
que casi podríamos decir que más que una banda es una “cuadrilla”, en el
sentido que se da en Euskadi a esa palabra, puesto que sus cuatro componentes,
Urrutxurtu, Ereño, Delgado y Arruti, se conocieron de jóvenes en el instituto,
donde trabaron una fuerte e indestructible amistad, y siguen unidos desde
entonces, a pesar de que incluso laboralmente hayan seguido caminos diferentes.
Pero no por ello dejan de ser una banda, y hacen lo que hace una banda. Al menos
hasta que uno de ellos acaba por ingresar en la prisión de Basauri, donde pasará
unos pocos años como huésped del estado. Afortunadamente de la cárcel también
se sale, antes o después, y es en ese momento cuando se inicia la novela y se
producen los acontecimientos sobre los que ésta gira.
La novela, como ya he dicho,
se inicia en Basauri, pueblo vizcaíno famoso, sobre todo, por estar ubicada en él
la prisión provincial. Pero no sólo se inicia, sino que transcurre allí casi en
su totalidad. Y es que el otro motivo de orgullo de esta localidad es,
precisamente, el de ser el pueblo natal del propio Arretxe. Y si ya el autor
había demostrado su valentía al aparcar --esperemos que sólo esporádicamente-- a
un personaje tan consolidado y querido por los lectores como Touré para
explorar otros personajes completamente diferentes aunque igual de atractivos,
con la ubicación de esta obra vuelve a demostrarnos que puede con todo. Sobre
todo si tenemos en cuenta que, además de ser conocido por sus novelas de género
negro, Arretxe es también un referente de la literatura euskaldun por
sus relatos de viajes. Tubabu, por poner sólo un ejemplo (hay
también edición en castellano), es una de sus obras más emblemáticas en ese
sentido. Y no sólo eso, sino que algunas de sus primeras obras de género negro, que
transcurren en Tánger, Portugal o Turquía, entre otros lugares, son una
perfecta mezcla de sus dos versiones como escritor, la novela negra y la de
viajes. Y tras dar la vuelta al mundo, en un nuevo giro literario tan arriesgado
como bien resuelto, vuelve a sus orígenes, vuelve a Basauri, para gozo de sus
lectores.
Pero la vuelta a sus orígenes
no significa tan sólo un mero cambio de ubicación espacial sino que además,
frente a quienes entienden que la novela negra sólo puede desarrollarse en la
gran ciudad, en cualquier gran ciudad --desdeñando por tanto obras tan
importantes como las de Jim Thompson, una de cuyas novelas más emblemáticas
transcurre en un pueblo habitado por tan sólo 1.280 almas, 39.000
menos que la propia Basauri--, al decidir homenajear a su pueblo natal en Arrutiren
banda, Arretxe nos muestra también cómo una localidad de tamaño
medio puede ser, perfectamente, el escenario ideal para una trama negra. Y es
que en realidad el tamaño de la localidad no tiene importancia. Lo que sí la
tiene es el tamaño de la habilidad e imaginación del autor, y de eso Jon
Arretxe, afortunadamente para sus lectores, anda sobrado, como podemos
comprobar leyendo su última novela.