LA NOVELA: Entre marzo y julio de 1936, el
general Mola, como Director, pergeñó desde Capitanía de Pamplona una
sublevación militar y lo hizo de manera minuciosa, de forma que el plan de
control, represión y represalias de lo que desde un primer momento tenía que
ser «territorio liberado» fue al detalle. Basta asomarse a los periódicos de
los primeros días de la guerra o leer el contenido de algunas de sus
instrucciones secretas: «Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo
violenta…».
Se trata de
ver cómo hemos vivido y cómo vivimos no ya la guerra, sino sus consecuencias.
No cuenta tanto lo de entonces como lo de ahora, el cómo seguimos viviendo
aquello de una manera mucho más viva de lo que se piensa y desea.
EL AUTOR: Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950), es autor de las
novelas Los papeles del ilusionista (1982), El
pasaje de la luna (1984), Tánger Bar (1984), La
quinta del americano (1987), La gran ilusión (1989),
Premio Euskadi de Literatura y Premio Herralde de novela, Las pirañas
(1992), La caja china, Un infierno en el jardín (1995),
No existe tal lugar (1997), Premio Nacional de la Crítica, La
flecha del miedo, El corazón de la niebla (2001), En
Bayona, bajo los porches (2002), La nave de Baco (2004),
El piloto de la muerte (2005) y La calavera de Robinson(2006).
Entre sus
muchos libros misceláneos hay que destacar la crónica de viajes La isla
de Juan Fernández y Peatón de Madrid, así como una serie
de diarios y dietarios, que se comenzaron a publicar en el año 1986, como La
negra provincia de Flaubert, Mundinovi. Gaceta de
pasos perdidos (1987), Correo de otra parte (1993), El
árbol del cuco (1994), La casa del rojo y Liquidación
por derribo.
Artículo publicado en el diario DEIA (http://www.deia.com/) el 13 de mayo de 2013.
Redactora: Ana Oliveira Lizarribar.
Miguel
Sánchez-Ostiz
presentará la semana que viene su nuevo trabajo, El Escarmiento,
así, en mayúsculas, porque con este concepto definió el general Mola la
acción que quería ejecutar con los vascos y con todos los demás. Y porque lo
hizo, generando unas consecuencias que aun hoy se perciben, aunque algunos
quieran cubrirlas con silencio.
Precisamente
para destapar aquellos hechos ha realizado el escritor pamplonés dos extensos
trabajos, el primero es éste que ahora ve la luz, y el segundo, titulado El
Botín, se publicará más adelante y refleja el negocio colosal que algunos hicieron a base de expolios,
expropiaciones y robos a mano armada. La editorial Pamiela es la responsable de
publicar ambos libros.
En El
Escarmiento, Sánchez-Ostiz plantea una crónica novelada de los acontecimientos; un texto que arranca a
las puertas del fuerte de San Cristóbal, en el monte Ezkaba, pero no en la
fecha de la fuga, en 1938, sino en la actualidad y en compañía de algunas
víctimas de la Guerra Civil y de la represión desatada desde la mañana del 19
de julio de 1936, en la plaza del Castillo de Iruñea. La intención del escritor
es ver cómo hemos vivido y cómo vivimos
no ya la guerra, sino sus consecuencias, porque, según él, no se trata tanto de lo de entonces, sino de
lo de ahora, de cómo seguimos viviendo aquello, de una manera mucho más viva de
lo que se piensa y desea: los unos, los otros y los de que no.
Para el
prestigioso autor, las trincheras siguen
abiertas en los tribunales, en los periódicos, en las cátedras universitarias,
en los bares de las tribus... negacionistas, revisionistas, feroces
indiferentes, guerracivilistas, acusadores fiscales, opinadores de profesión,
historiadores, sí, pero de un lado y de otro, tomando partido siempre...
La narración
de Sánchez-Ostiz incluye una escena estremecedora entre José de
Arteche, bibliotecario de Gipuzkoa, y José María Iribarren, que 30
años atrás había sido secretario privado del general Mola en los
primeros meses de la Guerra Civil. A propósito del bombardeo de Gernika y de la
participación del general, Iribarren dice a su interlocutor: Pero si en Mola era una obsesión hacer un
escarmiento entre los vascos. Un escarmiento. Así decía: "un escarmiento". Aquel hombre no
pensaba más que en matar, añade.
En aquel
escarmiento planeado al detalle le ayudaron, según destaca el escritor, civiles
que conocían el terreno, caso de Raimundo García, Garcilaso,
director de Diario de Navarra. Y vaya si lo consiguió, porque escarmentó
a guipuzcoanos y a navarros, a alaveses y
a vizcainos, a riojanos, aragoneses, sorianos, gallegos, castellanos,
extremeños... republicanos, azañistas, izquierdistas, nacionalistas, jornaleros
revoltosos de la Ribera, obreros de fábricas, mineros, cenetistas, ugetistas,
comunistas, judíos, espías, masones...
Aquello fue una cacería en toda regla, con voluntarios
armados por los campos para que no se escapara ninguno. Como cuenta Sánchez-Ostiz,
se cometieron atrocidades de las que
jamás ha respondido nadie, y se extendió un silencio y una mordaza de 70 años por parte de todos los implicados,
incluidos los miembros de la jerarquía eclesiástica, que estaban al corriente de lo que sucedía.