sábado, 11 de octubre de 2014

UNA DEL OESTE EN LA "III INTERNATIONAL CONFERENCE THE AMERICAN LITERARY WEST "

El pasado día 9 de octubre acudí, invitado por la organización, a presentar mi novela UNA DEL OESTE, dentro de los actos programados con motivo de la III International Conference The American Literary West organizado en Vitoria-Gasteiz por el "Grupo de Investigación sobre la Literatura del Oeste Norteamericano-REWEST" de la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV-EHU).
Por motivos laborales sólo pude asistir ese día, pero por lo que vi y escuché, el congreso fue un ejemplo de buena organización, buen trabajo y buen ambiente. El poco tiempo que pude estar lo disfruté a tope, y quiero agradecer a mis anfitriones, David Río y Ángel Chaparro, así como al resto de sus colaboradores, tanto las atenciones recibidas como la invitación.
Aunque ya ha finalizado, y por tanto llego tarde, os dejo un enlace al programa para que veáis su contenido, totalmente interesante, y no sólo desde un punto de vista académico:
https://drive.google.com/file/d/0B29BgmXNefcfZUkzVU1kRmNDSkk/view

Así mismo, por si os interesa, os dejo el texto de mi presentación. En el caso de que algunos de los que lo leáis hayáis estado en el congreso, os daréis cuenta de que no es exactamente lo que dije. No me gusta leer durante este tipo de actos, prefiero hablar sin papeles delante, pero también me gusta hacer, con antelación, un guión o esbozo de lo que voy a decir, aunque luego según las circunstancias. el tiempo, etc., pueda cambiarlo sobre la marcha. Por eso, si no literalmente, el texto sí que coincide, en espíritu e intencionalidad, con las palabras que pronuncié.
Aquí lo tenéis:
Buenos días a todos. En primer lugar quiero agradecer a la Universidad del País Vasco y a los organizadores de este Congreso que me hayan dado la oportunidad de presentar ante ustedes mi última novela, que se titula UNA DEL OESTE. Y, por supuesto, agradecer también a todos los presentes su asistencia.
Como acabo de decirles, el título de la novela es UNA DEL OESTE, expresión con la que habitualmente solemos referirnos a las películas que transcurren en los extensos desiertos o las conflictivas ciudades de todo ese territorio norteamericano, denominado genéricamente el Oeste, y que en nuestro imaginario suelen transcurrir en el siglo XIX, cuando aún los Estados Unidos estaban formándose.
He aludido al título dos veces y es que encierra tanto una verdad como una mentira. Porque en principio la novela es una novela policíaca o negra más o menos convencional, con el añadido de que encierra así mismo, en su interior, una novela del Oeste.
Quizás, antes de entrar a explicar más pormenorizadamente la novela, tendría que hablar de mi generación, no sólo de mi generación de escritores sino, simplemente, de nuestra generación de ciudadanos. Frente a las inmensas posibilidades de ocio que se les ofrecen hoy en día a los jóvenes, y que bien utilizadas pueden abrirles nuevos mundos y nuevos caminos, la gente de mi edad, yo nací en 1957, tiene como referencia básicamente el cine. Sobre todo el cine norteamericano, que nos llegaba de Hollywood. Y al menos en mi caso, y por lo que he podido contrastar también en muchos coetáneos, las que más nos marcaron fueron las películas de género negro y las del Oeste. Y no sólo las películas. Aún recuerdo, con cierta nostalgia, la primera televisión que hubo en casa de mis padres, en blanco y negro y con dos canales nada más, y como uno de los programas estrella era la serie BONANZA, en la que un padre y tres hijos, los Cartwight, se desenvolvían en su rancho, mientras arreglaban indefectiblemente los problemas que surgían en la localidad. El cine y la televisión, por tanto, fueron nuestra puerta a mundos nuevos, seguramente un tanto limitados por la situación política y cultural del país, pero una puerta abierta, al fin y al cabo. De ahí que a la hora de ponernos a escribir nuestras historias, tuviésemos in mente ambos tipos de películas y serie4s televisivas, las policiales y las del Oeste.
Obviamente transcribir a nuestra sociedad el género negro era mucho más fácil. En todos los países, por desgracia, se cometen crímenes. Y en todos los países, con leyes y procedimientos diferentes, es cierto, pero hay siempre policías, fiscales, jueces, cuya labor estriba en perseguir los delitos e investigar quienes los han cometido. En España también, de ahí que, aunque más tarde que en otros países, básicamente a partir de los años de la transición, se desarrollara una novela policíaca original y autóctona. Pero eso, que era posible con las novelas, películas y series policíacas que nos venían, sobre todo, de los Estados Unidos, no era posible hacerlo con los westerns. En este caso teníamos que limitarnos a ser simples, aunque en muchos casos entusiastas, espectadores y lectores de lo que nos venía de fuera, sin posibilidad de trasponer ese tipo de historias a nuestra sociedad.
Por eso, cuando empecé a escribir UNA DEL OESTE, tenía en mi cabeza una historia policíaca más o menos convencional. Había escrito anteriormente tres novelas protagonizadas por un exertzaina, Goiko, cuya vida personal estaba al límite, y en la que se recogían aspectos de nuestra historia y sociedad conflictivos y duros, y deseaba hacer algo más ligero. No en el sentido de rebajar la posible calidad o construcción de la obra, sino en el de escribir algo más distendido, una novela en la que, de ser posible, el sentido del humor tuviese casi tanta importancia como la posible historia policial, sin descuidar ésta. Y me vino a la mente y al ordenador la novela que en estos momentos estoy presentando. Una novela cuya parte principal transcurre en Bilbao en una época más o menos actual, y en la que asesinan, en un atraco desgraciado, a un comerciante bilbaíno, un charcutero para ser más concreto. El caso parece claro, un yonqui desesperado comete un atraco y, lleno de nerviosismo, mata al hombre atracado. Posteriormente el asesino es abatido por la policía cuando van a detenerle en el lugar de los hechos. Fin de la historia, al menos aparentemente, ya que hay un juez joven al que la secuencia de los hechos no parece convencerle y decide investigar qué hay detrás de ese atraco, en el caso de que haya algo.
Pero la cosa se complica, ¿que sería de los escritores policíacos si no complicáramos las cosas?, cuando se descubre que el comerciante asesinado, escribía bajo seudónimo una exitosas novelas del Oeste, que se habían convertido en best-sellers en muy poco espacio de tiempo. Y un editor avispado, que piensa que seguramente la publicación de la obra póstuma de Colt Duncan, nombre que se corresponde tanto al pseudónimo elegido por el charcutero como al del personaje principal de sus novelas, constituiría un éxito total. por ello encarga a un profesor de literatura que busque ese manuscrito perdido, con lo que se abrirá una segunda línea de investigación.
Y ahí es donde se puede decir que empieza la historia del Oeste. Antes he hablado de las películas y las series de televisión en las que el oeste norteamericano era no sólo escenario sino protagonista, pero aún no he mencionado aquellas novelas que se vendían en kioscos, de un limitado número de páginas, creo recordar que oscilaban en torno a las noventa en un formato pequeño y de bolsillo y que en una época en la que sólo se leía prensa deportiva y de sucesos, como el Marca o El Caso, consiguieron que la gente leyera. Se trataba de novelas muy simplonas en cierto modo, con un esquema que se reproducía fielmente una detrás de otra, casi no había más que cambiar los nombres de los protagonistas y de las localidades en las que transcurría la acción: un pistolero que deseaba dejar detrás su pasado e iba a otro pueblo en el que tenía que enfrentarse a los caciques del mismo, por lo general rancheros prepotentes o autoridades venales, pese a su firme decisión de no volver a usar jamás las armas. Esos hombres eran capaces de cabalgar indefinidamente sin cansarse, medían todos algo más de seis pies lo que, aunque entonces desconocíamos cuánto era en metros, algo así como 1,85, nos parecía que tenían que ser inmensos, y disparaban a la velocidad de la luz. Pero no necesitábamos más para disfrutar y pasar un rato entretenido.

Una característica de esos autores era que, con la excepción de Marcial Lafuente Estefanía, la mayoría de ellos escribían con un seudónimo que les daba cierto toque americano, como por ejemplo Lou Carrigan, Keith Luger o Silver Kane, el periodista y escritor Francisco González Ledesma, que posteriormente ha sido uno de los grandes de la novela negra española. El seudónimo se debía, principalmente, a dos motivos: por una parte para parecer más "americanos", es decir, más auténticos dentro de lo posible. Y por otra porque unos cuantos de ellos eran antiguos republicanos que temían sufrir represalias o que, directamente, no podían escribir con su nombre. Es curioso porque en una época de férrea censura estas novelas que, independientemente de su temática y calidad, eran un canto a la libertad y a la lucha contra la injusticia, era frecuente que un ranchero o sheriff "dictador" sufriera las iras de los ciudadanos, no tuvieron problemas para ser publicadas. Quizás los censores pensaban que, al ser simples novelas de kiosco, no eran peligrosas.
Estos autores de los que he hablado por lo general no conocían el Oeste americano más que, como el resto de sus compatriotas, por las películas que habían podido ver en los cines de barrio. Y es curioso porque el esquema que he mencionado antes repetía el de muchas películas que se habían convertido en obras admiradas por todos los aficionados. "Raíces profundas" es sólo un ejemplo, pero no el único. Su Oeste era por tanto un Oeste inventado, pero que seguía la estela de tantas y tantas películas de Hollywood que habían llegado a nuestras pantallas. Hoy en día tenemos mucha más información, y sabemos que no todo fue tan épico como nos lo contaron. Incluso gracias a Internet y la globalización podemos conocer no sólo la historia sino la actualidad de esos territorios, territorios que han cambiado, pero que aún mantienen cierto espíritu. Gracias a la televisión sabemos que los Rangers de Texas siguen existiendo, aunque en lugar de en caballos monten en potentes todoterrenos y estén comandados por Chuck Norris, y que siguen utilizando esos grandes sombreros Stetson. Verdad o mentira, la leyenda se mantiene.
Pues bien, fue mientras iba escribiendo la novela policíaca cuando se me ocurrió que quizás mereciera la pena incluir dentro de ella, como homenaje, una pequeña novela del Oeste, al estilo de las mencionadas. Normalmente en mis novelas me gusta jugar con dos planos, ya bien sean temporales, que confluyen para dar coherencia a la historia, o dos tramas que finalmente se interrelacionan. Pero era la primera vez que en una novela mezclaba dos géneros literarios diferentes, el negro y el del Oeste. Como excusa decidí que el lector debía conocer, antes que los personajes de la trama policial, ese manuscrito desaparecido. Y además intenté que, hasta donde era posible, la novela del Oeste proporcionara algunas claves para resolver la trama policial.
Pero para escribir novelas al estilo de Estefanía y Silver Kane ya estaban esos dos autores. Además, por mucho que disfrutara de joven leyendo esas novelas, hoy en día me parecía inconcebible y absurdo intentar reproducirlas al pie de la letra así que, guardando su esencia, opté por el humor, en ocasiones un tanto surrealista, mientras jugaba conscientemente con los tópicos que antes he mencionado: mi protagonista, Colt Duncan, como parecía obligatorio, también mide más de seis pies y dispara a la velocidad del rayo. Hay duelos en el saloon, aparece el 7º de Caballería, jugadores profesionales de póquer, un viejo borrachuzo que pierde su rancho en una partida, un sheriff adusto y honrado y hasta un periodista que intenta llevar algo de civilización al Salvaje Oeste. Usar esos tópicos tiene un riesgo, riesgo que he asumido conscientemente y del que he procurado salir indemne, como ya he dicho anteriormente, gracias al humor.
En una de esas películas del Oeste que he mencionado antes y que marcaron a mi generación, una película imprescindible no sólo como obra del Oeste sino cinematográfica en general, "El hombre que mató a Liberty Valance", un periodista dice que eso es el Oeste y que en el Oeste cuando la leyenda supera a la realidad, lo que se imprime es la leyenda.
Mi novela, UNA DEL OESTE, en lo que hace referencia al Oeste es, como ya he admitido, una especie de copia distorsionada de una copia anterior. En ese sentido admito que quizás no tenga mucho que ver con la realidad. Tampoco soy tan pretencioso como para pensar que se va a convertir en una leyenda, ni muchos menos. Lo que sí puedo asegurar, sin faltar un ápice a la verdad, es que UNA DEL OESTE es, o al menos eso he pretendido, un homenaje, un homenaje literario a una leyenda, la leyenda del Oeste norteamericano.

Muchas gracias por su atención y su paciencia..