El pasado día 9 de octubre
acudí, invitado por la organización, a presentar mi novela UNA DEL OESTE,
dentro de los actos programados con motivo de la III
International Conference The American Literary West organizado en
Vitoria-Gasteiz por el "Grupo de Investigación sobre la Literatura del
Oeste Norteamericano-REWEST" de la Universidad del País Vasco-Euskal
Herriko Unibertsitatea (UPV-EHU).
Por motivos laborales sólo
pude asistir ese día, pero por lo que vi y escuché, el congreso fue un ejemplo
de buena organización, buen trabajo y buen ambiente. El poco tiempo que pude
estar lo disfruté a tope, y quiero agradecer a mis anfitriones, David Río y Ángel
Chaparro, así como al resto de sus colaboradores, tanto las atenciones recibidas como la invitación.
Aunque ya ha finalizado, y
por tanto llego tarde, os dejo un enlace al programa para que veáis su
contenido, totalmente interesante, y no sólo desde un punto de vista académico:
https://drive.google.com/file/d/0B29BgmXNefcfZUkzVU1kRmNDSkk/view
Así mismo, por si os
interesa, os dejo el texto de mi presentación. En el caso de que algunos de los
que lo leáis hayáis estado en el congreso, os daréis cuenta de que no es
exactamente lo que dije. No me gusta leer durante este tipo de actos, prefiero
hablar sin papeles delante, pero también me gusta hacer, con antelación, un guión o esbozo de lo que voy a decir, aunque luego según las circunstancias. el tiempo,
etc., pueda cambiarlo sobre la marcha. Por eso, si no literalmente, el texto sí
que coincide, en espíritu e intencionalidad, con las palabras que pronuncié.
Aquí lo tenéis:
Buenos días a todos. En primer lugar quiero agradecer a
la Universidad del País Vasco y a los organizadores de este Congreso que me
hayan dado la oportunidad de presentar ante ustedes mi última novela, que se
titula UNA DEL OESTE. Y, por supuesto, agradecer también a todos los presentes
su asistencia.
Como acabo de decirles, el título de la novela es UNA
DEL OESTE, expresión con la que habitualmente solemos referirnos a las
películas que transcurren en los extensos desiertos o las conflictivas ciudades
de todo ese territorio norteamericano, denominado genéricamente el Oeste, y que
en nuestro imaginario suelen transcurrir en el siglo XIX, cuando aún los
Estados Unidos estaban formándose.
He aludido al título dos veces y es que encierra tanto
una verdad como una mentira. Porque en principio la novela es una novela
policíaca o negra más o menos convencional, con el añadido de que encierra así
mismo, en su interior, una novela del Oeste.
Quizás, antes de entrar a explicar más
pormenorizadamente la novela, tendría que hablar de mi generación, no sólo de
mi generación de escritores sino, simplemente, de nuestra generación de
ciudadanos. Frente a las inmensas posibilidades de ocio que se les ofrecen hoy
en día a los jóvenes, y que bien utilizadas pueden abrirles nuevos mundos y
nuevos caminos, la gente de mi edad, yo nací en 1957, tiene como referencia
básicamente el cine. Sobre todo el cine norteamericano, que nos llegaba de
Hollywood. Y al menos en mi caso, y por lo que he podido contrastar también en
muchos coetáneos, las que más nos marcaron fueron las películas de género negro
y las del Oeste. Y no sólo las películas. Aún recuerdo, con cierta nostalgia,
la primera televisión que hubo en casa de mis padres, en blanco y negro y con
dos canales nada más, y como uno de los programas estrella era la serie
BONANZA, en la que un padre y tres hijos, los Cartwight, se desenvolvían en su
rancho, mientras arreglaban indefectiblemente los problemas que surgían en la
localidad. El cine y la televisión, por tanto, fueron nuestra puerta a mundos
nuevos, seguramente un tanto limitados por la situación política y cultural del
país, pero una puerta abierta, al fin y al cabo. De ahí que a la hora de
ponernos a escribir nuestras historias, tuviésemos in mente ambos tipos de
películas y serie4s televisivas, las policiales y las del Oeste.
Obviamente transcribir a nuestra sociedad el género
negro era mucho más fácil. En todos los países, por desgracia, se cometen
crímenes. Y en todos los países, con leyes y procedimientos diferentes, es cierto,
pero hay siempre policías, fiscales, jueces, cuya labor estriba en perseguir
los delitos e investigar quienes los han cometido. En España también, de ahí
que, aunque más tarde que en otros países, básicamente a partir de los años de
la transición, se desarrollara una novela policíaca original y autóctona. Pero eso,
que era posible con las novelas, películas y series policíacas que nos venían,
sobre todo, de los Estados Unidos, no era posible hacerlo con los westerns. En este
caso teníamos que limitarnos a ser simples, aunque en muchos casos entusiastas,
espectadores y lectores de lo que nos venía de fuera, sin posibilidad de
trasponer ese tipo de historias a nuestra sociedad.
Por eso, cuando empecé a escribir UNA DEL OESTE, tenía
en mi cabeza una historia policíaca más o menos convencional. Había escrito
anteriormente tres novelas protagonizadas por un exertzaina, Goiko, cuya vida
personal estaba al límite, y en la que se recogían aspectos de nuestra historia
y sociedad conflictivos y duros, y deseaba hacer algo más ligero. No en el
sentido de rebajar la posible calidad o construcción de la obra, sino en el de
escribir algo más distendido, una novela en la que, de ser posible, el sentido
del humor tuviese casi tanta importancia como la posible historia policial, sin
descuidar ésta. Y me vino a la mente y al ordenador la novela que en estos
momentos estoy presentando. Una novela cuya parte principal transcurre en
Bilbao en una época más o menos actual, y en la que asesinan, en un atraco
desgraciado, a un comerciante bilbaíno, un charcutero para ser más concreto. El
caso parece claro, un yonqui desesperado comete un atraco y, lleno de
nerviosismo, mata al hombre atracado. Posteriormente el asesino es abatido por
la policía cuando van a detenerle en el lugar de los hechos. Fin de la
historia, al menos aparentemente, ya que hay un juez joven al que la secuencia
de los hechos no parece convencerle y decide investigar qué hay detrás de ese
atraco, en el caso de que haya algo.
Pero la cosa se complica, ¿que sería de los escritores policíacos
si no complicáramos las cosas?, cuando se descubre que el comerciante
asesinado, escribía bajo seudónimo una exitosas novelas del Oeste, que se
habían convertido en best-sellers en muy poco espacio de tiempo. Y un editor
avispado, que piensa que seguramente la publicación de la obra póstuma de Colt
Duncan, nombre que se corresponde tanto al pseudónimo elegido por el charcutero
como al del personaje principal de sus novelas, constituiría un éxito total.
por ello encarga a un profesor de literatura que busque ese manuscrito perdido,
con lo que se abrirá una segunda línea de investigación.
Y ahí es donde se puede decir que empieza la historia
del Oeste. Antes he hablado de las películas y las series de televisión en las
que el oeste norteamericano era no sólo escenario sino protagonista, pero aún
no he mencionado aquellas novelas que se vendían en kioscos, de un limitado
número de páginas, creo recordar que oscilaban en torno a las noventa en un
formato pequeño y de bolsillo y que en una época en la que sólo se leía prensa
deportiva y de sucesos, como el Marca o El Caso, consiguieron que la gente
leyera. Se trataba de novelas muy simplonas en cierto modo, con un esquema que
se reproducía fielmente una detrás de otra, casi no había más que cambiar los
nombres de los protagonistas y de las localidades en las que transcurría la
acción: un pistolero que deseaba dejar detrás su pasado e iba a otro pueblo en
el que tenía que enfrentarse a los caciques del mismo, por lo general rancheros
prepotentes o autoridades venales, pese a su firme decisión de no volver a usar
jamás las armas. Esos hombres eran capaces de cabalgar indefinidamente sin
cansarse, medían todos algo más de seis pies lo que, aunque entonces
desconocíamos cuánto era en metros, algo así como 1,85, nos parecía que tenían
que ser inmensos, y disparaban a la velocidad de la luz. Pero no necesitábamos
más para disfrutar y pasar un rato entretenido.
Una característica de esos autores era que, con la
excepción de Marcial Lafuente Estefanía, la mayoría de ellos escribían con un
seudónimo que les daba cierto toque americano, como por ejemplo Lou Carrigan,
Keith Luger o Silver Kane, el periodista y escritor Francisco González Ledesma,
que posteriormente ha sido uno de los grandes de la novela negra española. El
seudónimo se debía, principalmente, a dos motivos: por una parte para parecer
más "americanos", es decir, más auténticos dentro de lo posible. Y
por otra porque unos cuantos de ellos eran antiguos republicanos que temían
sufrir represalias o que, directamente, no podían escribir con su nombre. Es
curioso porque en una época de férrea censura estas novelas que,
independientemente de su temática y calidad, eran un canto a la libertad y a la
lucha contra la injusticia, era frecuente que un ranchero o sheriff
"dictador" sufriera las iras de los ciudadanos, no tuvieron problemas
para ser publicadas. Quizás los censores pensaban que, al ser simples novelas
de kiosco, no eran peligrosas.
Estos autores de los que he hablado por lo general no conocían
el Oeste americano más que, como el resto de sus compatriotas, por las
películas que habían podido ver en los cines de barrio. Y es curioso porque el
esquema que he mencionado antes repetía el de muchas películas que se habían
convertido en obras admiradas por todos los aficionados. "Raíces
profundas" es sólo un ejemplo, pero no el único. Su Oeste era por tanto un
Oeste inventado, pero que seguía la estela de tantas y tantas películas de
Hollywood que habían llegado a nuestras pantallas. Hoy en día tenemos mucha más
información, y sabemos que no todo fue tan épico como nos lo contaron. Incluso
gracias a Internet y la globalización podemos conocer no sólo la historia sino
la actualidad de esos territorios, territorios que han cambiado, pero que aún mantienen
cierto espíritu. Gracias a la televisión sabemos que los Rangers de Texas
siguen existiendo, aunque en lugar de en caballos monten en potentes
todoterrenos y estén comandados por Chuck Norris, y que siguen utilizando esos
grandes sombreros Stetson. Verdad o mentira, la leyenda se mantiene.
Pues bien, fue mientras iba escribiendo la novela policíaca
cuando se me ocurrió que quizás mereciera la pena incluir dentro de ella, como
homenaje, una pequeña novela del Oeste, al estilo de las mencionadas. Normalmente
en mis novelas me gusta jugar con dos planos, ya bien sean temporales, que
confluyen para dar coherencia a la historia, o dos tramas que finalmente se
interrelacionan. Pero era la primera vez que en una novela mezclaba dos géneros
literarios diferentes, el negro y el del Oeste. Como excusa decidí que el
lector debía conocer, antes que los personajes de la trama policial, ese
manuscrito desaparecido. Y además intenté que, hasta donde era posible, la
novela del Oeste proporcionara algunas claves para resolver la trama policial.
Pero para escribir novelas al estilo de Estefanía y
Silver Kane ya estaban esos dos autores. Además, por mucho que disfrutara de
joven leyendo esas novelas, hoy en día me parecía inconcebible y absurdo
intentar reproducirlas al pie de la letra así que, guardando su esencia, opté
por el humor, en ocasiones un tanto surrealista, mientras jugaba
conscientemente con los tópicos que antes he mencionado: mi protagonista, Colt
Duncan, como parecía obligatorio, también mide más de seis pies y dispara a la
velocidad del rayo. Hay duelos en el saloon, aparece el 7º de Caballería,
jugadores profesionales de póquer, un viejo borrachuzo que pierde su rancho en
una partida, un sheriff adusto y honrado y hasta un periodista que intenta
llevar algo de civilización al Salvaje Oeste. Usar esos tópicos tiene un
riesgo, riesgo que he asumido conscientemente y del que he procurado salir
indemne, como ya he dicho anteriormente, gracias al humor.
En una de esas películas del Oeste que he mencionado
antes y que marcaron a mi generación, una película imprescindible no sólo como
obra del Oeste sino cinematográfica en general, "El hombre que mató a
Liberty Valance", un periodista dice que eso es el Oeste y que en el Oeste
cuando la leyenda supera a la realidad, lo que se imprime es la leyenda.
Mi novela, UNA DEL OESTE, en lo que hace referencia al
Oeste es, como ya he admitido, una especie de copia distorsionada de una copia
anterior. En ese sentido admito que quizás no tenga mucho que ver con la
realidad. Tampoco soy tan pretencioso como para pensar que se va a convertir en
una leyenda, ni muchos menos. Lo que sí puedo asegurar, sin faltar un ápice a
la verdad, es que UNA DEL OESTE es, o al menos eso he pretendido, un homenaje,
un homenaje literario a una leyenda, la leyenda del Oeste norteamericano.
Muchas gracias por su atención y su paciencia..
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