viernes, 20 de mayo de 2011

NEGRA URBANA Y CANALLA: QUE DE LEJOS PARECEN MOSCAS (KIKE FERRARI) - EL CHEF HA MUERTO (YANET ACOSTA)

Coordinada por el escritor Carlos Salem ha nacido la colección de literatura negra llamada NEGRA, URBANA Y CANALLA y lo ha hecho con dos estupendas novelas: Que de lejos parecen moscas, de Kike Ferrari, y El chef ha muerto, de Yanet Acosta.

EL MÓVIL:
Acercar a los lectores autores con mucho que aportar el género
Acortar distancias dentro de una lengua común
Traducir interesantes novelas negras desconocidas en nuestro idioma

EL ARMA:
Novelas que utilizan las claves clásicas para contar historias actuales
Libros cargados de acción y de valor literario
Un precio asequible para facilitar el acceso a los libros

LA OPORTUNIDAD:
El auge de la literatura policial, que ha ganado un gran número de lectores
La atención que los medios prestan a un género hasta hace poco subestimado
La excelente producción actual de este tipo de novelas

EL COORDINADOR:
Carlos Salem nació en Buenos Aires en 1959 y reside en España desde hace más de veinte años. Dentro del género negro y/o canalla ha publicado las novelas Camino de ida (2007), Matar y Guardar la ropa (2008), y Pero sigo siendo al rey (2009), y los libros de relatos Yo también puedo escribir una jodida historia de amor (2008) y Yo lloré con Terminator 2–Relatos de cerveza-ficción (2009), además de la obra teatral El torturador arrepentido (2011). En 2011 se publicará su nueva novela negra, Un Jamón Calibre 45. Varios de sus libros han sido traducidos al francés y el alemán, y ha ganado, entre otros, los premios Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón (2008), Novelpol (2009) y París Noir (2010).



QUE DE LEJOS PARECEN MOSCAS (KIKE FERRARI)
Un coche negro como un rayo negro y lujoso cruza la General Paz, que divide Buenos Aires en cintura para arriba y cintura para bajo. Dentro del coche, su dueño: el señor Machi. Dueño también de los empleados de sus empresas, de propiedades en barrios selectos y de una interminable colección de corbatas italianas. Lustroso, satisfecho, el señor Machi. Se reconoce como un hombre hecho a si mismo y hecho a medida, desde que hace más de treinta años comenzara con una pequeña fábrica familiar; mientras adelanta coches que valen lo que una de sus noches de mujeres caras y cocaína de la buena. Un incidente tan trivial como simbólico (“Debe hacer veinte, veinticinco años que no pincho una goma, piensa, ¿para esto gasta uno 200 lucas en un auto?”), lo enfrenta con un problema que puede arrebatarle el éxito tan duramente alcanzado. Y tiene que resolverlo solo, porque no sabe quién le ha tendido la trampa. Mientras recorre los suburbios porteños intentando deshacerse del problema, el señor Machi elabora una lista de los posibles culpables. Y son tantos que pierde la cuenta. Porque pudo ser cualquiera de los que ha pisado en estos años para seguir trepando o demostrar su poder. Cualquiera de esas personas a las que ha aplastado sin pensarlo siquiera, porque para el señor Machi resultan tan insignificantes que de lejos parecen moscas.

Kike Ferrari nació en Buenos Aires, en el gris invierno de 1972, lo que debería explicar algunas cosas. Creció en el barrio de Almagro, donde vive con su mujer y su hija. En 2003 fue deportado de los Estados Unidos, donde había vivido cuatro años y al que tiene la entrada prohibida. Ha recibido premios de Casa de las Américas (Cuba), el Fondo Nacional de las Artes (Argentina) y el de relatos de la Semana Negra de Gijón (España), entre otros. Participó en antologías de cuentos en Estados Unidos, Argentina y México. Tiene, además de Que de lejos parecen moscas, cuatro libros publicados: las novelas Operación Bukowski (2004) y Lo que no fue (2009), el volumen de cuentos Entonces sólo la noche (2008) y la recopilación de artículos Postales Rabiosas y otros juguetes inesperadamente literarios (2010) Marxista-salgariano, rockero de la subespecie metálica y lector omnívoro con prefe-rencias por el género negro; es también hincha de River, bebedor de whisky y amigo de sus amigos. Dicen quienes lo conocen que suele hacer planes que raras veces cumple.



EL CHEF HA MUERTO (YANET ACOSTA)
El chef más famoso del planeta es un cocinero español. Y ha muerto en una isla de Corea, atragantado con un pulpo vivo. La noticia acapara portadas en todo el mundo, se especula con los nombres de sus posibles sucesores y las circunstancias de su muerte generan dudas: ¿Accidente laboral, suicidio, asesinato? De estas preguntas depende el pago de una póliza de seguros digna de una mega-estrella de fútbol. Y para responderlas la aseguradora contrata a Ven Cabreira, un ex-agente del CSID que odia las florituras culinarias, entre otros motivos, por haber pasado años de su vida repartiendo perritos calientes cuando operaba como enlace español en la CIA. Cabreira es un viudo otoñal que regresa de todas las derrotas y ha perdido el sentido del gusto hace años. Se alimenta exclusivamente de fabada en lata que comparte con su gato Ken, y su única pasión es el cuidado de la colección de Barbies de su difunta esposa. Intentará esclarecer el caso con la ayuda de la inquietante periodista gastronómica Lucy Belda y sus pesquisas lo llevarán a frecuentar las mesas más selectas, y a conocer los intereses, pasiones y rincones oscuros del mundillo de la alta cocina internacional.

Yanet Acosta nació en Garachico (Tenerife) hace 35 años y vive en Madrid desde 1993. Hace diez años que es periodista gastronómica y de viajes. Ha trabajado en la Agencia Efe y ha colaborado con diversos medios de comunicación, entre ellos, El Mundo, Público y Sobremesa. Ha pasado tempo-radas en Japón, China y Estados Unidos y ha viajado por diversos países sobre los que ha escrito reportajes y artículos en la prensa. Coordina e imparte clases en el Curso de Periodismo Gastronómico y Nutri-cional de la Universidad Complu-tense de Madrid y es profesora de Periodismo en la Universidad Camilo José Cela de Madrid. El Chef ha muerto es su primera publicación no académica y con ella inicia la serie del investigador Ven Cabreira.

ENCUENTRO DE ESCRITORES NAVARROS EN MADRID

Artículo publicado el 19 de mayo de 2011 en el Diario de Navarra. Redactora: María Antonia Estévez

Si el año pasado fueron los poetas navarros los que se congregaron en el primer encuentro Navarra. Muestra de Literatura, este año han sido los novelistas quienes tuvieron la voz cantante. La cita fue en la Biblioteca Nacional y allí, los cuatro protagonistas, Reyes Calderón, Julia Montejo, Juan Gracia Armendáriz y Manuel Hidalgo, presididos por el profesor José Luis Martín Nogales, fueron desgranando ante el público que llenaba completamente el gran salón de actos de la Biblioteca, su quehacer literario. El organizador de estos ciclos, Salvador Estébanez, delegado del Gobierno foral en Madrid, adelantaba en la presentación del acto que no se trataba de hablar de literatura navarra, que sería pretencioso. El que los escritores sean navarros no configura su literatura, pero sí creemos que es interesante escucharles en un mismo acto porque comparten en su origen un espacio sociocultural que, al menos mínimamente, nutre su trabajo creativo y facilita la comunicación entre ellos.
Yo era un niño invisible y quise hacerme notar. Empecé a escribir porque quise llamar la atención de mis mayores y sospecho que esta obsesión no me ha abandonado del todo confesó de entrada Juan Gracia Armendáriz, que reapareció en Madrid revitalizado tras su muy reciente trasplante de riñón. Yo escribo para comprender, aseguró por su parte Julia Montejo, que tiene firmado un contrato con la Twentieth Century Fox para dirigir un cortometraje sobre un guion suyo próximamente en Brasil. Reyes Calderón escribe porque no puede parar de hacerlo a pesar de que tiene una vida inundada de quehaceres como docente de Economía en la Universidad de Navarra, como decana de su facultad, como consejera de la Corporación Pública Empresarial de Navarra, como profesora visitante de la Sorbona y Berkeley y, además, con sus nueve hijos correteando por casa... Siempre encuentras un hueco cuando quieres realmente hacer algo. Y yo quiero escribir, confiesa con firmeza.
A Manuel Hidalgo, que lleva varios meses prácticamente desaparecido dedicado a la preparación de un próximo libro suyo sobre Navarra que se presentará a primeros del mes que viene en el Museo Lázaro Galdiano, le interesa la realidad para reflejarla y violentarla algo, a ver qué pasa. Lo mío es el realismo, un realismo anclado básicamente en la tradición cultural española pero corregido por influencias realistas foráneas, como la italiana, como la americana. Y enmendado también por su peculiar manera de narrar la realidad. Con humor, por ejemplo. Con ternura, por ejemplo, que le traiciona cuando está a punto de resultar ácido y duro, para encontrar siempre ese punto de compasión y comprensión. Hidalgo aventuró también sus consejos, cuidado con los finales sorprendentes, para confesar a renglón seguido su debilidad por ellos.
Si a Reyes Calderón le apasionan las historias judiciales, seducida como anda por esos personajes, la jueza MacHor y el inspector Iturri, que la siguen fielmente de relato en relato, (Yo creo que son ellos los que me enganchan a mí. Hay veces que intento ponerles una frase en la boca y no se dejan. Creo que tienen propia vida y lo único que hago es verlos crecer desde fuera), a Juan Gracia, columnista de Diario de Navarra, lo que le interesa es colocar a sus personajes en situaciones límite. Tengo el convencimiento de que tanto en la vida como en la literatura las personas somos capaces de encontrar en nosotros fuerzas que desconocemos.
Esa idea de la vida como deporte de riesgo le impulsó a publicar en 2010 el Diario del hombre pálido que da fe de su experiencia de la enfermedad que le tuvo conectado a una máquina durante los últimos tres años en una sala de hemodiálisis. Con este libro encontré que la literatura no es una herida más o menos luminosa o siniestra, como quería Roberto Bolaño, sino una muleta, un vendaje, una férula. Entiendo la escritura como un acto de afirmación que otorga, acaso sin pretenderlo, una dirección al caos azaroso de la existencia.
Julia Montejo piensa que la literatura da alas para volar y soñar. Ofrece ventanas al mundo, caminos insospechados y es, sin duda, la única fuente que yo conozco para hacernos verdaderamente libres. Y yo aspiro a que mis libros ayuden siempre a construir las alas que permitan volar a mis lectores. También hay una cierta intención terapéutica en la literatura de Hidalgo. Mis personajes hablan de las cosas que pasan en la vida, de la dificultad de elegir entre opciones con las limitaciones propias de cada uno, con el nervio de las pasiones, y con el aleteo de que toda elección debe implicar una decisión moral aceptada. Sobre todas estas cuestiones sobrevoló el coloquio que siguió al acto. Entre los navarros de Madrid que llenaban la sala se encontraban varios colegas de los novelistas presentes, escritores, poetas.
No hay movimiento literario en estas décadas en la novela española en el que no esté presente algún escritor navarro muy representativo. Así comenzó su introducción José Luis Martín Nogales, profesor de Literatura y director de la UNED en Pamplona y novelista él mismo (La mujer de Roma), crítico literario de Diario de Navarra y organizador del Premio Vargas Llosa NH de Relatos.
Desde los años 40 con Rafael García Serrano y la novela de la guerra a la obra de Félix Urabayen, pasando por Angel María Pascual, las escenas costumbristas de José María Iribarren o los relatos de Angel Atienza, Martín Nogales fue llevando al público a una realidad no siempre percibida como tal incluso entre los propios navarros. Cuando la novela española da un giro a mitad de siglo y se impone la novela social convertida en testimonio y denuncia, en Navarra aparece Pablo Antoñana, el más faulkneriano de los escritores navarros, y junto a él, el burladés Angel Zúñiga, el tafallés José María Cabodevilla, que se inició en la novela y emigró al ensayo, y nombres como Karmele Saint-Martin, que publica novelas y varios libros de relatos, o a Rafael Uríbarri y José María Sanjuán: finalista y ganador del Nadal. Llegan los aires renovadores a Navarra con el pamplonés Germán Sánchez Espeso y sus novelas experimentales. Después, la promoción de escritores que comienza a escribir alrededor de la Transición, como Miguel Sánchez-Ostiz y Manuel Hidalgo. También Ramón Irigoyen y J. J. Benítez, que ha cultivado con éxito el género de los best sellers. Entran nombres como Jesús Mauleón, Víctor Manuel Arbeloa, Patxi Larrainzar, Javier Eder, Javier Mina y Pedro Lozano Bartolozzi. Una generación se incorpora hacia el cambio de siglo con Fermín Goñi, Daniel Bidaurreta, Jesús Carlos Gómez, Juan Gracia, Fernando Chivite, Javier Gúrpide, Blanca Sanz, Javier Díaz Húder, y más recientemente, Eduardo Gil Bera, Ignacio del Burgo, Reyes Calderón, Julia Montejo, Ismael Martínez Biurrun, Roberto Valencia...
Martín Nogales aludió a otras tendencias importantes en la novela navarra. Hay tres nombres navarros claves en la literatura infantil y juvenil: Lucía Baquedano, Jesús Ballaz y el corellano Ramón García Domínguez. Se refirió también a las novelas escritas en euskera por Aingeru Epaltza, Jokin Muñoz y Patxi Zabaleta.

CANTAN LOS GALLOS (MARISOL ORTIZ DE ZÁRATE)

LA NOVELA: Cuatro personajes recorren a pie los caminos de la España gloriosa y en plena expansión de 1539 que, sin embargo, les rechaza porque los cuatro huyen de algo: una mujer que escapa de su pasado; una niña que deja atrás la infancia; un negro marcado por su condición de albino; un joven estrafalario en busca del amor... Sus historias ocultas se descubrirán al hilo de las aventuras –alegres unas, dolorosas otras, trepidantes todas– que jalonan la huida. Pero al igual que en un laberinto de espejos, lo que se ve no siempre es real y las situaciones se resuelven de manera distinta a como se espera.

LA AUTORA: Marisol Ortiz de Zarate reside en Vitoria-Gasteiz, su ciudad natal. Su inclinación a la lectura la llevó a experimentar en el campo de la escritura y en 2002 publicó su primera novela: Los enigmas de Leonardo (Bruño, 2002) a la que siguió La cruz bajo la lengua (Arte-Activo, 2007), ambas de contenido histórico. Aficionada a los viajes, se documenta in situ y recorre los lugares de sus novelas como si de un personaje se tratara. Es autora además de varios cuentos infantiles. Su obra ha sido galardonada con varios premios de relato corto en diversos certámenes literarios.

VENENO PARA LA CORONA (TOTI MARTÍNEZ DE LEZEA)

LA NOVELA: Marzo de 1452, Juana Enríquez segunda mujer de Juan de Trastámara, el Usurpador, rey viudo de Navarra, se hace llevar desde Sangüesa a Sos a fin de dar a luz al hijo por quien ambos infringirán las leyes del Reino y también las de la Corona de Aragón, vulnerando así los derechos del verdadero heredero, Carlos, Príncipe de Viana.
Por curiosas circunstancias, las vidas de Juana Enríquez y de Jordana Gorria, una mujer marcada por la deshonra, se cruzarán y quedarán ligadas durante años, aunando en dicha relación la ambición de la primera y el deseo de venganza de la segunda.
Desde Navarra hasta Sicilia, pasando por Aragón, Catalunya y Nápoles, la presente historia recrea una época de intrigas, real, dura, en la que el uso del veneno era una práctica habitual para eliminar a los enemigos e, incluso, a quienes no lo eran.

LA AUTORA: Toti Martínez de Lezea nació en Vitoria-Gasteiz, en 1949 aunque vive en Larrabetzu (Bizkaia). Fue fundadora del grupo de teatro Kukubiltxo y compaginó la profesión de traductora con la de guionista y directora de vídeos educativos y programas infantiles para televisión entre los años1983 y 1992. En 1986 recopiló y escribió Leyendas de Euskal Herria (Euskal Herriko elezaharrak) En 1998 publicó su primera novela: La calle de la Judería (Judu-kale). A ella le siguieron Las Torres de Sancho, La Herbolera (Kattalin), Señor de la Guerra, La Abadesa, Los hijos de Ogaiz (Ogaiztarrak), La voz de Lug, La Comunera, El verdugo de Dios, La cadena rota, Los grafitis de mamá, A la sombra del templo, Brujas (Sorginak), La Brecha, El jardín de la oca, Placeres reales, La flor de la argoma (Otalorea) y Perlas para un collar (junto con Ángeles de Irisarri).
Autora prolífica, durante este tiempo ha escrito también literatura dirigida hacia los jóvenes. Las novelas El mensajero del rey, La hija de la luna, Antxo III Nagusia y Muerte en el priorato, dan buena prueba de ello.
Su última incursión ha sido en la literatura infantil, con Nur, cuyo personaje central está inspirado en la propia nieta de la autora.
Sus obras han sido traducidas al francés, alemán y portugués y es colaboradora habitual de diferentes medios de comunicación.