EL LIBRO:
Los sin voz es una cadena de 23 relatos en los que el escritor, a través de una expresión precisa -tan veraz como genuina- da voz a determinados seres humanos de mitad del siglo XX a quienes les fue cercenada la garganta: la mujer rural, la viuda, la prostituta, el jornalero, el mutilado de guerra, el cura rural, los huérfanos, el condenado, el analfabeto, el tonto del pueblo...
Finalmente, en un relato radicalmente distinto, da voces a quienes siempre la tuvieron, con un azote final: Nunca sabremos por qué, todos los monstruos nacen y recrían por aquí.
EL AUTOR:
Gaudencio Remón Berrade (Ujué-Navarra, 1948) es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Navarra. Vocal de Lingüística y Literatura del Ateneo Navarro. Autor de diversos libros de poesía:
Gritos de las entrañas (1981),
Sonetos por todos nosotros (1998),
El romancero del campo (2001) y
Rapsodia del amor (2005) así como de dos trabajos de historia contemporánea:
La rebelión de los mineros (1995) y
La Organización Revolucionaria de los Trabajadores (1996), debuta en la narrativa con
Los sin voz.
Artículo aparecido en el periódico Noticias de Navarra el 16 de abril de 2010. Redactora: Ana Oliveira Lizarribar.
La literatura puede hacer justicia para con los desgraciados que la justicia no atiende. Es, al menos, el propósito de
Gaudencio Remón Berrade, que en su primer libro de relatos,
Los sin voz, recupera la memoria de las gentes marginadas y humilladas en las zonas rurales de Navarra desde 1936 y hasta los años 70.
La mujer rural, la viuda, el jornalero, el borte o echadizo, el mutilado de guerra, el condenado, el huérfano, el analfabeto, el tonto del pueblo, la prostituta... Todos ellos vivieron sin la capacidad y, en muchos casos, sin el permiso para expresarse y
Gaudencio Remón ha querido recopilar esos
gritos en el desierto de la desesperanza de las zonas rurales, en las que, durante mucho tiempo, se trató con gran crueldad al diferente. Es la primera vez que el escritor de Ujué publica un libro de relatos, ya que lo suyo había sido siempre la poesía y los trabajos de investigación, varios de ellos sobre la Transición. Pero después de cada poemario se quedaba
tan agotado, que entre uno y otro probó en la narrativa de
distancias cortas. Con el tiempo, reunió más de cuarenta relatos, de los que seleccionó los 23 que ahora publica con Celya. Cada uno de ellos se puede leer de manera independiente, aunque
el lector observará una cierta cronología, ya que la primera historia data de 1936 y la última, en la que da voz
a los que siempre quitaron la voz a los demás, discurre en los 70. Además, hay algunos personajes que aparecen en más de un texto, años después de la primera referencia, de modo que parecen encadenados.
Los relatos son ficción literaria, aunque todos parten de un hecho real que o bien vivió el propio autor o se lo contaron otras personas como su abuela,
una gran narradora a la que le debo mucho, dice, y en este punto recuerda a
Juan Rulfo, cuya obra le ha aportado tanto, que decía que no tenía nada más que contar cuando se murió su tío Anacleto. Y es que, la oralidad ha resultado fundamental para recopilar, primero en la cabeza y luego en el papel, estas narraciones que transcurren en un entorno de 40 kilómetros alrededor de Ujué, en una geografía imaginaria trazada con tres coordenadas que dan muchas pistas de su ubicación real: Bardenero, Valdorba o El Palomar. Allí, los desgraciados protagonistas conciben su existencia
como la raíz o la piedra a la tierra sometidas.
Ya desde el título,
Los sin voz -
sugerido por mi buena amiga la poeta Fátima Frutos-,
Remón insiste en la necesidad de
rescatar la memoria de quienes sufrieron en silencio vejaciones constantes. Para no olvidar y para que,
aunque hoy la sociedad es más solidaria y menos cruel y ya no es admitido reírse del tonto o del distinto, tengamos en cuenta
a los desamparados que hay a nuestro alrededor también en el presente.
Sin buscarlo,
Gaudencio Remón realiza un ejercicio de recuperación de la memoria histórica de Navarra y no sólo porque el primer relato narra el fusilamiento de unos jornaleros en el 36 -
unos hechos que merecían ser conocidos-, sino porque refleja una serie de sucesos de la intrahistoria que nunca fueron públicos y que
no deben quedar impunes para la literatura y la memoria de las nuevas generaciones, comenta el autor, que, al margen del contenido, no ha tenido más pretensión que
hacer una buena obra, tanto en el fondo como en la forma, escogiendo los adjetivos y las palabras con gran
rigor lingüístico e histórico. De hecho, este libro tiene un valor añadido, y es que sirve de cápsula del tiempo, por cuanto contiene expresiones y usos que ya no se emplean, de ahí lo útil e interesante que resulta el glosario de Barbarismos, solecismos, navarrismos, localismos y arcaísmos que incluye en sus últimas páginas.