jueves, 28 de octubre de 2021

SOMOS COMUNIÓN (ÍÑIGO BOLINAGA)

 

Si hay un tema que ha levantado ríos de tinta y apasionadas polémicas, al menos en Euskal Herria, es el de los alzamientos carlistas del siglo XIX. Para unos no fueron más que la consecuencia de un pensamiento reaccionario opuesto al progreso y a los avances que, aparentemente, llegaban con el liberalismo, mientras que para otros era la expresión de un pueblo que tan solo quería mantener su forma de vida y sus tradiciones, incluso sus libertades, su lengua propia y su cultura. Quizás ambas teorías tengan su parte de razón y, como suele suceder en muchos movimientos políticos, el carlismo tuviera dos almas, la ultraconservadora y la popular. No se puede saber qué habría ocurrido finalmente si llegan a triunfar los carlistas en las guerras que se produjeron hace dos siglos. Sí sabemos lo que ocurrió cuando se unieron al bando vencedor de la Guerra Civil. De su histórico lema, “Dios, Patria, Fueros y Rey” desaparecieron los fueros y lo del rey quedó en barbecho. Así que puede afirmarse que, como suele suceder en todos los partidos y organizaciones políticas, finalmente triunfó el alma más conservadora o, al menos, la que recogía el pensamiento de sus dirigentes y no de sus bases.

Íñigo Bolinaga, que a su condición de escritor añade la de historiador, se ha atrevido a novelar un episodio de nuestra historia que aún levanta polémicas y resquemores, e incluso todavía sigue utilizándose como arma arrojadiza entre unos partidos y otros. Afortunadamente puede afirmarse que ha salido triunfante de su arriesgada aventura literaria.

“Somos comunión”, que ya en su provocador título (Comunión Tradicionalista es como se llamó, durante un tiempo, al partido que englobaba a los carlistas. Incluso una escisión del PNV en los años 20 del pasado siglo se llamó Comunión Nacionalista Vasca) hace referencia a su contenido, transcurre durante la última guerra carlista del siglo XIX. Pero no lo hace desde el punto de vista de los generales que dirigían a las tropas, ni desde las camarillas cortesanas o las cúpulas de los respectivos bandos enfrentados, sino desde el de quienes, como voluntarios o combatientes, incluso como espectadores pasivos que sufrían la contienda, fueron sus auténticos, aunque olvidados, protagonistas.

Para ello se fija en una familia que vive y trabaja en un caserío, cada uno de los cuales va a tener un papel muy diferente no solo en la guerra sino también en la vida, pero a los que les une el amor a su tierra. El caserío en el que trabajan no es de su propiedad, sino de un ciudadano bilbaíno de ideas liberales que, tras cobrarles la renta, les deja apenas lo imprescindible para vivir. O quizás sería más correcto decir que para sobrevivir. Así que cuando llegan noticias de que el pretendiente carlista quiere levantar un ejército para recobrar el poder, se alinean, e incluso se alistan, en su favor. No porque prefieran un rey a otro (aunque obviamente se decanten por el que creen que defenderá mejor sus intereses) sino por proteger su modo de vida y sus libertades, incluso por defender aquellas tierras comunales de las que, al ser privatizadas, no pueden disponer, contribuyendo a su empobrecimiento.

Los protagonistas, cuatro hermanos, seguirán caminos diferentes. Uno como entusiasta voluntario en la guerra, otro al servicio de los rebeldes desde un cargo administrativo, un tercero tan solo intentará vivir su vida, ajeno, en lo posible, a los pormenores de la contienda y, por último, la única hermana entrará, como sirvienta, en la residencia bilbaína de los propietarios del caserío familiar conociendo así, de primera mano, la vida en la ciudad y, sobre todo, la forma de vida de “sus señores”. Los cuatro hermanos serán el hilo conductor de una historia que, en el fondo, no nos habla tanto de la guerra o de la política, sino de las vidas de unas personas que nunca lo han tenido fácil, a las que el poder ha dejado de lado, como sucede siempre en casos similares, y que lo único que quieren reivindicar es que también existen.

“Somos comunión” es, no se puede negar, una novela histórica. Incluso, tampoco se puede negar, una novela cuyo telón de fondo es un conflicto bélico. Pero es, sobre todo, una novela que nos habla de unos seres humanos que tan solo quieren tener un lugar propio en el mundo, un lugar en el que poder realizar un proyecto de vida, un lugar en el que, simplemente, estar a gusto y ser felices. Lo que, por otra parte, es lo que desean todos los seres humanos, independientemente de sus afinidades políticas.