Si
hay un tema que ha levantado ríos de tinta y apasionadas polémicas, al menos en
Euskal Herria, es el de los alzamientos carlistas del siglo XIX. Para unos no
fueron más que la consecuencia de un pensamiento reaccionario opuesto al
progreso y a los avances que, aparentemente, llegaban con el liberalismo,
mientras que para otros era la expresión de un pueblo que tan solo quería
mantener su forma de vida y sus tradiciones, incluso sus libertades, su lengua
propia y su cultura. Quizás ambas teorías tengan su parte de razón y, como
suele suceder en muchos movimientos políticos, el carlismo tuviera dos almas,
la ultraconservadora y la popular. No se puede saber qué habría ocurrido
finalmente si llegan a triunfar los carlistas en las guerras que se produjeron
hace dos siglos. Sí sabemos lo que ocurrió cuando se unieron al bando vencedor
de la Guerra Civil. De su histórico lema, “Dios, Patria, Fueros y Rey”
desaparecieron los fueros y lo del rey quedó en barbecho. Así que puede
afirmarse que, como suele suceder en todos los partidos y organizaciones
políticas, finalmente triunfó el alma más conservadora o, al menos, la que
recogía el pensamiento de sus dirigentes y no de sus bases.
Íñigo
Bolinaga, que a su condición de escritor añade la de historiador,
se ha atrevido a novelar un episodio de nuestra historia que aún levanta
polémicas y resquemores, e incluso todavía sigue utilizándose como arma
arrojadiza entre unos partidos y otros. Afortunadamente puede afirmarse que ha
salido triunfante de su arriesgada aventura literaria.
“Somos
comunión”, que ya en su provocador título (Comunión Tradicionalista es como se
llamó, durante un tiempo, al partido que englobaba a los carlistas. Incluso una
escisión del PNV en los años 20 del pasado siglo se llamó Comunión Nacionalista
Vasca) hace referencia a su contenido, transcurre durante la última guerra
carlista del siglo XIX. Pero no lo hace desde el punto de vista de los
generales que dirigían a las tropas, ni desde las camarillas cortesanas o las
cúpulas de los respectivos bandos enfrentados, sino desde el de quienes, como
voluntarios o combatientes, incluso como espectadores pasivos que sufrían la
contienda, fueron sus auténticos, aunque olvidados, protagonistas.
Para
ello se fija en una familia que vive y trabaja en un caserío, cada uno de los
cuales va a tener un papel muy diferente no solo en la guerra sino también en
la vida, pero a los que les une el amor a su tierra. El caserío en el que
trabajan no es de su propiedad, sino de un ciudadano bilbaíno de ideas
liberales que, tras cobrarles la renta, les deja apenas lo imprescindible para
vivir. O quizás sería más correcto decir que para sobrevivir. Así que cuando
llegan noticias de que el pretendiente carlista quiere levantar un ejército
para recobrar el poder, se alinean, e incluso se alistan, en su favor. No
porque prefieran un rey a otro (aunque obviamente se decanten por el que creen
que defenderá mejor sus intereses) sino por proteger su modo de vida y sus
libertades, incluso por defender aquellas tierras comunales de las que, al ser
privatizadas, no pueden disponer, contribuyendo a su empobrecimiento.
Los
protagonistas, cuatro hermanos, seguirán caminos diferentes. Uno como
entusiasta voluntario en la guerra, otro al servicio de los rebeldes desde un
cargo administrativo, un tercero tan solo intentará vivir su vida, ajeno, en lo
posible, a los pormenores de la contienda y, por último, la única hermana entrará,
como sirvienta, en la residencia bilbaína de los propietarios del caserío
familiar conociendo así, de primera mano, la vida en la ciudad y, sobre todo,
la forma de vida de “sus señores”. Los cuatro hermanos serán el hilo conductor
de una historia que, en el fondo, no nos habla tanto de la guerra o de la
política, sino de las vidas de unas personas que nunca lo han tenido fácil, a
las que el poder ha dejado de lado, como sucede siempre en casos similares, y
que lo único que quieren reivindicar es que también existen.
“Somos
comunión” es, no se puede negar, una novela histórica. Incluso, tampoco se
puede negar, una novela cuyo telón de fondo es un conflicto bélico. Pero es,
sobre todo, una novela que nos habla de unos seres humanos que tan solo quieren
tener un lugar propio en el mundo, un lugar en el que poder realizar un
proyecto de vida, un lugar en el que, simplemente, estar a gusto y ser felices.
Lo que, por otra parte, es lo que desean todos los seres humanos,
independientemente de sus afinidades políticas.