martes, 14 de mayo de 2013

EL ESCARMIENTO (MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ)

LA NOVELA: Entre marzo y julio de 1936, el general Mola, como Director, pergeñó desde Capitanía de Pamplona una sublevación militar y lo hizo de manera minuciosa, de forma que el plan de control, represión y represalias de lo que desde un primer momento tenía que ser «territorio liberado» fue al detalle. Basta asomarse a los periódicos de los primeros días de la guerra o leer el contenido de algunas de sus instrucciones secretas: «Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta…».
Se trata de ver cómo hemos vivido y cómo vivimos no ya la guerra, sino sus consecuencias. No cuenta tanto lo de entonces como lo de ahora, el cómo seguimos viviendo aquello de una manera mucho más viva de lo que se piensa y desea.

EL AUTOR: Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950), es autor de las novelas Los papeles del ilusionista (1982), El pasaje de la luna (1984), Tánger Bar (1984), La quinta del americano (1987), La gran ilusión (1989), Premio Euskadi de Literatura y Premio Herralde de novela, Las pirañas (1992), La caja china, Un infierno en el jardín (1995), No existe tal lugar (1997), Premio Nacional de la Crítica, La flecha del miedo, El corazón de la niebla (2001), En Bayona, bajo los porches (2002), La nave de Baco (2004), El piloto de la muerte (2005) y La calavera de Robinson(2006).
Entre sus muchos libros misceláneos hay que destacar la crónica de viajes La isla de Juan Fernández y Peatón de Madrid, así como una serie de diarios y dietarios, que se comenzaron a publicar en el año 1986, como La negra provincia de Flaubert, Mundinovi. Gaceta de pasos perdidos (1987), Correo de otra parte (1993), El árbol del cuco (1994), La casa del rojo y Liquidación por derribo.

Artículo publicado en el diario DEIA (http://www.deia.com/) el 13 de mayo de 2013. Redactora: Ana Oliveira Lizarribar.
Miguel Sánchez-Ostiz presentará la semana que viene su nuevo trabajo, El Escarmiento, así, en mayúsculas, porque con este concepto definió el general Mola la acción que quería ejecutar con los vascos y con todos los demás. Y porque lo hizo, generando unas consecuencias que aun hoy se perciben, aunque algunos quieran cubrirlas con silencio.
Precisamente para destapar aquellos hechos ha realizado el escritor pamplonés dos extensos trabajos, el primero es éste que ahora ve la luz, y el segundo, titulado El Botín, se publicará más adelante y refleja el negocio colosal que algunos hicieron a base de expolios, expropiaciones y robos a mano armada. La editorial Pamiela es la responsable de publicar ambos libros.
En El Escarmiento, Sánchez-Ostiz plantea una crónica novelada de los acontecimientos; un texto que arranca a las puertas del fuerte de San Cristóbal, en el monte Ezkaba, pero no en la fecha de la fuga, en 1938, sino en la actualidad y en compañía de algunas víctimas de la Guerra Civil y de la represión desatada desde la mañana del 19 de julio de 1936, en la plaza del Castillo de Iruñea. La intención del escritor es ver cómo hemos vivido y cómo vivimos no ya la guerra, sino sus consecuencias, porque, según él, no se trata tanto de lo de entonces, sino de lo de ahora, de cómo seguimos viviendo aquello, de una manera mucho más viva de lo que se piensa y desea: los unos, los otros y los de que no.
Para el prestigioso autor, las trincheras siguen abiertas en los tribunales, en los periódicos, en las cátedras universitarias, en los bares de las tribus... negacionistas, revisionistas, feroces indiferentes, guerracivilistas, acusadores fiscales, opinadores de profesión, historiadores, sí, pero de un lado y de otro, tomando partido siempre...
La narración de Sánchez-Ostiz incluye una escena estremecedora entre José de Arteche, bibliotecario de Gipuzkoa, y José María Iribarren, que 30 años atrás había sido secretario privado del general Mola en los primeros meses de la Guerra Civil. A propósito del bombardeo de Gernika y de la participación del general, Iribarren dice a su interlocutor: Pero si en Mola era una obsesión hacer un escarmiento entre los vascos. Un escarmiento. Así decía: "un escarmiento". Aquel hombre no pensaba más que en matar, añade.
En aquel escarmiento planeado al detalle le ayudaron, según destaca el escritor, civiles que conocían el terreno, caso de Raimundo García, Garcilaso, director de Diario de Navarra. Y vaya si lo consiguió, porque escarmentó a guipuzcoanos y a navarros, a alaveses y a vizcainos, a riojanos, aragoneses, sorianos, gallegos, castellanos, extremeños... republicanos, azañistas, izquierdistas, nacionalistas, jornaleros revoltosos de la Ribera, obreros de fábricas, mineros, cenetistas, ugetistas, comunistas, judíos, espías, masones...

Aquello fue una cacería en toda regla, con voluntarios armados por los campos para que no se escapara ninguno. Como cuenta Sánchez-Ostiz, se cometieron atrocidades de las que jamás ha respondido nadie, y se extendió un silencio y una mordaza de 70 años por parte de todos los implicados, incluidos los miembros de la jerarquía eclesiástica, que estaban al corriente de lo que sucedía.

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