El 1 de Marzo, pero de 1917, en Filadelfia, nacía David Goodis. Uno de los grandes, sin duda. Uno lo comprueba leyendo alguna de sus poco clasificables novelas. No hay héroe, pero hay vida; no hay esperanzas, pero hay personajes que luchan para escapar de su destino; nos habla de los grandes temas de las tragedias griegas, pero en los suburbios de Filadelfia. Muchas de sus obras están descatalogadas, pero todavía encontramos algunas en el mercado de libro leído. Afortunadamente Disparen sobre el pianista (no importa que la película fuera de Truffaut, la novela es tres veces infinitamente superior) y Viernes 13, aún las pueden encontrar en librerías. En ésta, por ejemplo: http://www.negraycriminal.com/index.php?view=lists&iau=1286
Las novelas de Goodis son cortas y densas. Los editores actuales no las publicarían, porque le falta las necesarias “le sobran doscientas páginas” para cobrar más de veinte euros por una novela.
Ya conocen nuestra “manía” de leer el periódico pensando en la novela negrocriminal que los titulares nos sugieren. Leemos las manifestaciones de estudiantes (ya saben el “enemigo”) y nos recuerda la novela Para Matar, de Mariano Sánchez Soler, reeditada en la excelente Tapa Negra, de Almuzara. Sólo una pequeña errata en la contracubierta: las luchas estudiantiles a las que se refiere fueron a finales de los setenta.
De los setenta habla también El jardín colgante, con el que Javier Calvo ha ganado el Premio Biblioteca Breve. La librera ha ido “robando” tiempo para leerlo. Entusiasmada y gozosa, como buena lectora ante una buena novela. Y la ha llevado rápidamente a su blog. Javier Calvo y el huevo frito de Arístides Lao: http://gastronomianegraycriminal.wordpress.com/
Estamos de acuerdo, muy de acuerdo, con la frase final del excelente trabajo de Michael Eaude, sobre Manuel Vázquez Montalbán (el intelectual mas citado pero menos leído de nuestra cultura) cuando se afirma: ”En este momento el pensamiento crítico se refugia en la novela negra. Es el sitio donde el lector se encuentra con sus dudas, con la observación crítica de la sociedad en la que vive”. Con el muerto a cuestas: Vázquez Montalbán y Barcelona. Michael Eaude y edita Alrevés.
No deberían perdérselo.
Pero nuestra recomendación de hoy no es novela negra, sino novela policíaca. Una de las cumbres de la novela enigma, de la novela problema. Aquella donde el autor nos propone el juego de adivinar el culpable junto a él. El caso de los bombones envenenados, de Anthony Berkeley, traducido por Miguel Temprano, y editado por Lumen.
Publicado en 1929, en plena Edad de Oro de la novela policíaca inglesa, protagonizado por su detective, aficionado por supuesto, Roger Sheringham. En 1929, al otro lado del Atlántico, Dashiell Hammett publicaba Cosecha Roja, en otro estilo radicalmente diferente al que leían los lectores europeos. Aún no había llegado la globalización y la homogenización y pasteurización cultural actual. El caso de los bombones envenenados es de lenta y pausada lectura, pero sabrosa.
Acompáñese de música de Cole Porter y un buen brandy, más que escocés.
Una novela tan cautivadora como original en el brillante desarrollo de su trama, que supone además un peculiar desafío a las capacidades deductivas del lector. En el Londres de los años veinte, seis miembros del Círculo del crimen se reúnen para tratar de resolver un asesinato que ha desconcertado a Scotland Yard: la muerte de la señora Joan Bendix por envenenamiento. A lo largo de seis noches consecutivas, los mejores detectives de Inglaterra, presididos por Roger Sheringham, expondrán por turnos una teoría plausible sobre el caso, especulando e imaginando móviles extravagantes y escenarios inéditos para el crimen, pero ¿dónde se esconde la verdad?...
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