lunes, 10 de junio de 2013

ESTÚPIDOS Y FELICES (ALFREDO BENEDÍ): TEXTO DE LA PRESENTACIÓN EN BILBAO

El pasado 24 de mayo tuve el placer de presentar, en la Librería Cámara de Bilbao, la novela de Alfredo Benedí "Estúpidos y felices". Como suelo hacer habitualmente, aunque luego nunca me ajuste a lo redactado, ya que prefiero hablar sin mirar los papeles porque la lectura seguida y monótona, a mi entender, es menos cercana para el asistente, escribí unas palabras para que me sirvieran como guión. Digo esto porque quizás un asistente a la presentación no reconozca al cien por cien la letra de lo que dije, pero sí está la música. Y aunque no lo leí (si bien lo que dije no se separa mucho de lo escrito), aquí lo transcribo por si queréis echarlo un vistazo. Merece la pena. No mi presentación, sino la novela.



Buenas tardes a todos, arratsaldeon guztioi.
Cada vez que tengo que participar en la presentación de un libro me entra lo que Valdano llamó el "miedo escénico", y eso que no estamos en el Bernabéu, ni siquiera en el próximo a desaparecer San Mamés, al que tanto añoraremos unos cuantos, sino en una librería clásica de Bilbao, de las más entrañables, que a quienes somos lectores nos ha acompañado desde siempre.
El motivo de ese miedo escénico se debe, sobre todo, al miedo que me produce la idea de que quizás no sepa transmitir con el calor y la pasión que se merecen, las cualidades de la obra y el autor que se presentan. Porque no nos engañemos, todo el mundo sabe, porque lo exige el guión como lo exigía en las películas españolas del "destape" de los años 70, que el presentador está obligado a hablar siempre bien del presentado y su obra. Es cierto que lo contrario sería, seguramente, muy original, pero no sé si lo más conveniente y, además, no es este el caso, sino todo lo contrario. De ahí mis temores, ¿cómo convencer a los asistentes de que "Estúpidos y felices" como novela, y Alfredo Benedí como autor merecen la pena y no digo esto simplemente porque "lo exige el guión"? Supongo que sólo tengo un argumento para vencer el escepticismo de quien, legítimamente, pensará que elogio la novela presentada por cumplir con un convencionalismo social y literario: ser capaz de transmitir esa pasión de la que antes hablaba.
Y para ello lo mejor será hablar con total sinceridad y empezar confesando que hasta leer la novela que estamos presentando hoy aquí, no conocía de nada a Alfredo Benedí. Es el problema que a veces tienen muchas editoriales que, alejadas de los grandes centros editoriales de Madrid y Barcelona, suelen hacer una meritoria labor cultural que, por desgracia, en muchas ocasiones no sobrepasa el radio de acción de su entorno más próximo. Por eso incluso tuve mis dudas cuando me dijeron si quería presentarla. Pero como venía avalada por mi buen amigo, Ricardo Bosque, escritor de un puñado de buenas novelas y así mismo editor de varias publicaciones digitales de un alto nivel de exigencia, accedí. Y sinceramente, no me arrepiento de haberlo hecho porque he descubierto un autor y una novela que no sólo no me han dejado indiferente, sino que han llegado a apasionarme.
ESTÚPIDOS Y FELICES es una novela negra. Bueno, no sé si calificarla de negra, de criminal o de aventuras, porque cada vez más los géneros se entremezclan en un mestizaje que personalmente me parece positivo, en contra de la opinión de quienes, cada vez menos, afortunadamente, defienden un purismo y una ortodoxia absurdas, pero aún así, (no sé si me desmentirá el autor, a lo que tiene perfecto derecho por otra parte), para mí como lector es una obra de género negro. Lo que si por una parte como lector me entusiasma, como presentador me hace la puñeta, porque me obliga a ser prudente a la hora de explicar la historia, no vaya a ser que desvele algo que no deba y chafe las sorpresas del lector. El famoso "hasta aquí puedo leer", de un antiguo concurso de televisión. Pero aún así, creo que algunas cosas de la novela se pueden y se deben contar.
Por ejemplo, que es una novela viajera, fruto de la actual globalización, globalización para lo positivo, pero también para lo negativo, como el crimen organizado. La obra empieza en Hong-Kong, mientras se embarca un cargamento de efedrina, cargamento que tras pasar por Buenos Aires llegará a Barcelona, para regocijo de mafiosos neoyorquinos y narcos mexicanos que serán sus mayores beneficiarios económicos. Y es que en esta época trepidante que vivimos parece claro que el crimen no tiene fronteras, y si el real no lo tiene, tampoco debe tenerlo el de ficción, como nos muestra Alfredo Benedí con mano firme en esta obra. No se corta el autor a la hora de explicarnos el viaje de la droga ni de quienes la manejan y promueven, así como las consecuencias que generan en las personas que se mueven alrededor de ella. Lo que incluye, entre otras cosas, el asesinato del presidente de un club de rugby bonaerense. Esto sí creo que lo puedo decir porque aparece en la contraportada del libro y además en una novela negra se supone que siempre hay, o puede haber, un asesinato por resolver, así que nada más lógico. Es curioso que el fallecido se mueva en torno al mundo del rugby, deporte que el autor ha practicado y al que sigue vinculado. Yo admito que soy más de fútbol, qué le vamos a hacer, pero siempre me ha gustado ver por televisión algún que otro partido del Torneo de las Cinco (ahora Seis) Naciones, así como esa lograda definición de "un deporte de canallas jugado por caballeros", en contraposición al propio fútbol, "un deporte de caballeros jugado por canallas". Además, tiene algo que a mí siempre me ha fascinado y que es una pena que no sea obligatorio en otros deportes, el famoso tercer tiempo. De todos modos no quiero confundir al lector, no estamos ante una novela, ni de lejos, sobre el rugby, pero a mis ojos el que aparezca ese deporte le da un toque entrañable a la obra.
Hay también un cierto toque, no sé si llamarlo nostálgico, sobre los ideales perdidos, para lo que tiene una importancia capital las diversas actitudes de los personajes ante el peronismo, un movimiento político que aglutinó en su interior tanto posturas de izquierdas como de extrema derecha, lo que a nuestros ojos no deja de ser chocante. Sin ser una novela política, no elude el tema, sobre todo en algunos de los personajes que sustentan la obra.
Y ya que hablamos de personajes hay que indicar que estamos ante una obra que, como toda buena novela, se sustenta en un elenco de personajes de primera magnitud. Como aficionado e incluso practicante del género policial, nunca me ha gustado esa reducción que se hace, en muchas ocasiones influenciada por películas en las que sólo hay dosis de testosterona, de calificarlas como novelas de acción. Sí, es cierto, a menudo en las novelas de misterio, negras, criminales, como deseemos llamarlas, hay acción, faltaría más, pero si esa acción no se sustenta en unos personajes de carne y hueso, creíbles, la novela tendrá los pies de barro y se caerá por su base. Por eso personalmente me gustan las novelas con personajes fuertes, hondos, y por eso me ha gustado tanto esta novela.
Debo confesar que he cogido un gran cariño a un personaje al que seguramente no me gustaría tener como vecino, el subinspector Domínguez. Un hombre maduro, escéptico, alérgico a la ducha, pero tenaz y con un gran sentido de la justicia. Un hombre criado en un orfanato que nos recuerda, al menos a mí me lo ha recordado, al cómic del gran Carlos Giménez, Paracuellos. Y eso que el autor no nos da muchas pistas sobre su infancia y sus orígenes, tan sólo las mínimas necesarias, como hace con el resto de los personajes. En realidad nos los va dando a conocer según avanza la trama, cosa que es de agradecer. Personalmente no me suelen gustar esos relatos en los que se nos cuenta con pelos y señales los orígenes de sus protagonistas, como si los lectores no fuésemos capaces de irlos descubriendo por nuestra cuenta, lo que suele ser mucho más divertido y gratificante. En ese sentido creo que Alfredo Benedí ha sido respetuoso con el lector y además ha confiado en su habilidad para conseguir que seamos nosotros quienes vayamos descubriéndolos por nuestra cuenta. Y ha salido con bien en el empeño, todo hay que decirlo.
Domínguez, como ya he dicho, pese a que por su aspecto, edad y modo de ser podría ser perfectamente un policía de la vieja escuela franquista, y de hecho entra en el cuerpo en los estertores del régimen, tiene un innato sentido de la justicia y una historia personal (que ésta sí que no voy a desvelar, el que quiera enterarse que lea la novela, que seguro que me lo agradece) que acabará influyendo en la investigación que ha iniciado casi como una cruzada contra un hombre poderoso al que considera responsable de gran parte del tráfico de drogas que asola la ciudad, Barcelona, en la que está destinado.
Domínguez está, a su vez, emparejado con la Yesi, una joven prostituta que le llama "Jefe" y que haría cualquier cosa por él, incluso colaborar en sus investigaciones, pese a que en su círculo tratar con policías puede llegar a ser peligroso. No es la típica relación policía-prostituta que se da en muchas novelas de género negro, o quizás sí, pero nos encontramos ante una relación diferente a la tradicional, en la que no se produce una dominación, a menudo acompañada de humillación, por parte del policía sobre la prostituta, sino de una relación prácticamente de igualdad entre dos personas que parecen más necesitadas de dar amor que de recibirlo.
Están también Él y Ella, así, sin nombres, casi como si fueran arquetipos. Y es que podrían ser cualquiera de nosotros, una pareja normal, que se quiere y se tiene mutuo afecto y confianza, con cierta cultura e incluso inquietudes políticas y sociales que un buen día (o mejor dicho, un mal día) se metieron involuntariamente en un lío del que sólo pudieron salir vivos aceptando trabajar para los narcos. Les gustaría dejarlo, pero no pueden abandonar ese mundo tan fácilmente y, aún así, no dudan en ayudar a un amigo que se encuentra en apuros, siempre unidos, siempre actuando al unísono.
Tenemos también a otro protagonista innominado, en este caso porque no necesita nombre, él es "El Negro de Luisiana", un asesino enigmático y frío, que prácticamente desprecia a todo el mundo, al servicio de uno de los jefes mafiosos más importantes de Nueva York, lastrado por una infancia caracterizada por ser negro y pobre en los Estados Unidos, con lo que eso conlleva, lo que no le ha impedido convertirse en una máquina eficiente y letal a la hora de cumplir con los trabajos que le asignan, pero también susceptible de cometer errores.
El Gordo Gambazza y su mujer, Claudia, que en el pasado mantuvieron una relación política, e incluso afectiva en el caso de ella, con el asesinado presidente del club de rugby, del que así mismo el Gordo es entrenador, son también parte esencial en el relato. En este caso nos encontramos ante una pareja que en otras condiciones podríamos considerar de lo más anodina, perteneciente a una clase media en camino de empobrecerse, si no mediara un pasado de militantes en una época de las más convulsas de la Argentina, un pasado que inexorablemente les perseguirá hasta la época actual.
Y por último nos encontramos con Don Marco y la Doña, él un importante capo mafioso italoamericano y ella una jefa de uno de los más peligrosos cárteles mexicanos de la droga, que quizás como personajes son los menos importantes, pero no por un fallo o dejación del autor sino porque no lo son, en realidad, lejos del falso "glamour" que a veces se le concede a la delincuencia organizada, no dejan de ser dos empresarios cuya única finalidad es que la cuenta de resultados de sus negocios sea lo más abultada posible. Pueden diferir de otros empresarios en sus métodos (o quizás no), pero no dejan de ser dos personajes grises y anodinos, porque la realidad de estos personajes es así, gris y anodina, no por demérito del autor, que sabe describirlos con eficacia y buen pulso.
Y como creo que ya me he extendido demasiado y lo que interesa de verdad es que hable el autor, que seguro que tendrá que decir sobre su obra cosas mucho más interesantes que yo, le cedo la palabra, no sin antes decir que sólo tenéis un medio para comprobar la sinceridad de mis palabras. Leed la novela y entonces sabréis que sí, que os decía la verdad cuando hablaba de ella.

Muchas gracias por vuestra atención. Eskerrik asko berriro etortzeagatik.

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