Raúl Guerra Garrido, madrileño de origen leonés, lleva gran parte de su vida viviendo y escribiendo en Gipuzkoa, con una obra tan extensa como variada en la que no faltan novelas directamente negras o fronterizas con el género, muchas de ellas relacionadas con el terrorismo y lo que ello ha significado para las víctimas y para la propia situación política y social de Euskal Herria, debido a lo cual su farmacia ha sufrido varios atentados.
Tengo que reconocer que siento un gran aprecio por él desde que siendo un chaval envié un relato a una revista literaria vasca en la que él participaba, Kurpil, y aunque no me lo publicaron me escribió una afectuosa carta indicándome mis errores y animándome a seguir en la brecha. Por desgracia le hice caso en esto último, pero no le guardo rencor, aunque al incluirle dentro de la Galería de Vascos y Criminales pueda parecer lo contrario.
LA COSTUMBRE DE MORIR
Una lujosa urbanización, «El Manantial», situada en un lugar de veraneo de la costa mediterránea, es el lugar elegido por el autor para que el protagonista de esta novela, acompañado de una prostituta contratada, pueda llevar a cabo una fría venganza contra el terrorista causante, dieciocho años antes, del asesinato de su padre, un guardia civil, en el ficticio pueblo vasco de Eibain, así como de la locura de su madre, quien siempre se creyó perseguida. Ya en su mismo título, La costumbre de morir, da a entender el difícil acabamiento de la violencia mediante la propia violencia, ya que ésta genera su continuidad, aunque sea metamorfoseada en el tiempo y el espacio.
LA CARTA
El ficticio pueblo vasco de Eibain, en el que con el tiempo la irracionalidad del terror ha sustituido los intentos de justificación ideológica de la barbarie presentes en «Lectura insólita de “El capital”», es el lugar donde se sitúa la acción de La Carta. El día que cumple cincuenta años, el industrial Luis Casas, vasco por decisión personal, recibe una carta de una organización terrorista en la que se le exige el pago de cincuenta millones de pesetas. El terror, el aislamiento y la creciente obsesión lo llevarán no sólo a la destrucción, sino a la paradójica situación de acabar siendo instrumentalizado como héroe y víctima por sus verdugos.
LECTURA INSÓLITA DE EL CAPITAL
Si hay una forma insólita de leer un libro es durante un secuestro; así es como el industrial Lizarraga lee El Capital mientras en su mente forcejean la amenaza de un futuro incierto y la reflexión sobre un pasado laborioso. Mientras tanto, alguien intenta reconstruir su biografía entrevistando a cuantas personas le conocen. El contrapunto del monólogo interior con el lenguaje coloquial del magnetófono muestra la complejidad y contradictoria personalidad de un hombre que encarga en sí mismo todo lo que fue el proceso de industrialización del País Vasco, un proceso que condicionó y aún condiciona a escala nacional conductas personales, económicas y políticas.
LA SOLEDAD DEL ÁNGEL DE LA GUARDA
«En un lugar indeterminado de cuyo nombre no quisiera olvidarme». Así podría haber empezado La soledad del ángel de la guarda. A través de un vibrante y dinámico monólogo interior, armado en una trama sin concesiones a la simplicidad narrativa, la novela nos cuenta la historia de un ángel de la guarda, de un guardaespaldas en un lugar “indeterminado”. Nos sumerge por los vericuetos psicológicos de un hombre al que las circunstancias de la vida le llevan a ser la sombra permanente de un profesor amenazado por el terrorismo. La peculiar relación con su protegido, marcada por las diferencias culturales, se enlaza con sus dudas vitales, los gratos recuerdos de los suyos y las ingratas peripecias para sobrevivir en una sociedad ajena. Con él sentimos la sonora incomunicación, la soledad, el rechazo xenófobo; la angustia y la ansiedad ante la amenaza desconocida y latente, la inseguridad de la seguridad, las paranoias que conlleva ser un escudo humano.
EL SÍNDROME DE SCOTT
"En la ciencia y en el amor, como en los récords de atletismo, sólo cuentan los primeros en llegar a la meta. Los segundos no existen", piensa Lawrence Quigley, un joven científico que en el curso de investigaciones en la Antártida descubre el "agujero de ozono". Estos obsesivos pensamientos reciben el nombre de “síndrome de Scott”, en honor al gran perdedor de la carrera al Polo Sur. La lucha de Lawrence por publicar los alarmantes resultados de sus estudios y por conseguir el amor de una bella y misteriosa mujer, se complica cuando la base antártica en la que lleva a cabo sus trabajos se ve sacudida por una serie de violentos asesinatos.
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