lunes, 3 de septiembre de 2012

BÉSAME ENTRE LA NIEBLA (ASIER VÁZQUEZ)


He leído en Borges que cuando Dante Gabriel Rosetti terminó la novela ‘Cumbres Borrascosas’ le envió a un amigo una carta: “La acción transcurre en el infierno, pero los lugares, no sé por qué, tienen nombres ingleses”.
Sé que con la poesía de Asier sucede algo similar aunque quizá menos terrible: que por alguna razón Madrid es el nombre, pero la acción o las fotografías o las estampas vienen de otra parte o residen en otra parte.
Su voz y su ámbito proceden de la literatura, de los libros de poemas, de las canciones, de la imaginación comunitaria de los poetas, que él expresa administrándoles univocidad. Por eso en el libro hay trazos más o menos escondidos de los poetas con los estilos más variados: del casi metafísico Rilke o el hondo y sencillo Ángel González, a un Gimferrer lírico y atmosférico.
Casi nunca sale de su vida o en todo caso de un hecho banal, de un gesto insuficiente, de unas palabras sin significado. Sus muchachas, incluso cuando él tiene algunas concretas y vitales en mente, tienen algo de las muchachas en flor de Proust; sus tejados, de las ciudades de Sabina; su niebla, su lluvia, sus amores, sus letargos, sus perfumes, sus cinismos, de la novela negra o de esas latitudes.
(Enrique Navega)

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