Hoy para una de nuestras
recomendaciones utilizamos las palabras de Heide Braun, la librera de la
librería con ruedas que es Sidecar. De su boletín, que ustedes pueden conseguir
aquí sidecarlibros@gmail.com y tendran una información de tallada de libros
escritos por mujeres o sobre mujeres. Dice Heide:
La Virgen
Cabeza, de Gabriela Cabezón Cámara. Si
les encantan los relatos anglosajones de máxima contención en que las tragedias
pasan silenciosas y encubiertas de buenas costumbres y modales, esta mezcla de
telenovela almodovariana, cruda violencia y guiños de cultismo (la Virgen habla
en castellano antiguo), colosal destarifo y tragedia definitivamente no
es para ustedes. Ahora bien, si no les asustan los argentinismos rabaleros y
están dispuestas a una experiencia lectora diferente, déjense embaucar por el
chispeante mundo que crea con maestría la autora y periodista argentina,
historia de “marginalidad, aAmor, delirio, mística y desenfreno” en torno a
Cleo, ese “travesti que organiza a una villa gracias a su comunicación con la
madre celestial, esa niña de Lourdes chupapijas, santa puta y con verga”.
Sangre, oropeles y arrojo, carcajadas y muerte. Edita Eterna Cadencia
Para la otra recomendación utilizamos
el criterio de los jurados del “Memorial
Silverio Cañada” que premian cada año en el transcurso de la SEMANA NEGRA DE GIJÓN a la mejor primera novela negrocriminal. Este año, en dura
competencia, decidieron que Kike Ferrari y su Que de lejos parecen moscas, publicada en la colección NUC (Negra, Urbana, Canalla), de la editorial Amargord.
Damos fé que el protagonista creado por
Ferrari es un auténtico canalla. Un coche negro como un rayo
negro y lujoso cruza la
General Paz, que divide Buenos Aires en cintura para arriba y cintura para bajo. Dentro
del coche, su dueño: el señor Machi. Dueño también de los empleados de sus
empresas, de propiedades en barrios selectos y de una interminable colección de
corbatas italianas. Lustroso, satisfecho, el señor Machi. Se reconoce como un
hombre hecho a si mismo y hecho a medida, desde que hace más de treinta años
comenzara con una pequeña fábrica familiar; mientras adelanta coches que valen
lo que una de sus noches de mujeres caras y cocaína de la buena. Un incidente tan
trivial como simbólico “Debe hacer
veinte, veinticinco años que no pincho una goma, piensa, ¿para esto gasta uno
200 lucas en un auto?”), lo enfrenta con un problema que puede arrebatarle el
éxito tan duramente alcanzado. Y tiene que resolverlo solo, porque no sabe
quién le ha tendido la
trampa. Mientras recorre los suburbios porteños intentando
deshacerse del problema, el señor Machi elabora una lista de los posibles
culpables. Y son tantos que pierde la cuenta. Porque pudo ser cualquiera de los que ha
pisado en estos años para seguir trepando o demostrar su poder. Cualquiera de
esas personas a las que ha aplastado sin pensarlo siquiera, porque para el
señor Machi resultan tan
insignificantes que de lejos parecen moscas.
Si les preocupa no saber algún
término o palabro utilizado, les ofrecemos nuestro servicio de “traducción”. Y
lo que no sepan los “argentinos amigos de la casa” escribimos a los
autores y nos lo explican para ustedes.
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