miércoles, 8 de julio de 2015

FICHERO DE NOVELAS NEGRAS: 523.-LA QUE NO EXISTÍA (BOILEAU-NARCEJAC)



Título: LA QUE NO EXISTÍA
Título original: CELLE QUI N'ÉTAIT PLUS
Autores: BOILEAU-NARCEJAC
Editorial: PLAZA Y JANÉS
Trama: Un agente de comercio y su amante, médico, deciden asesinar a la mujer del primero para así cobrar una suculenta prima de seguros y poder realizar sus sueños. La ejecución del asesinato es impecable y no parece que nada vaya a delatarles u oponerse a sus designios, pero de repente el cadáver de la mujer asesinada desaparece y el marido empieza a recibir indicios de que ésta sigue viva, lo que le sume en un alto estado de nervios y hace que surja la duda sobre si lo que le ocurre es a causa de una locura motivada por los remordimientos o hay algo más.
Personajes: Ravinel, hombre de carácter débil, fácilmente manipulable, que se embarca en el asesinato de su mujer sin estar convencido del todo, Luciana, médico y amante de Ravinel, fría y calculadora, que en ningún momento pierde los nervios, Mireya, la teóricamente perfecta ama de casa, siempre atenta a complacer a su marido, no tanto por un amor o una pasión que se ha extinguido, en el caso de que la hubiera en algún momento, sino porque es lo que tiene que hacer, Germán, hermano de Mireya, de salud débil, pero de carácter abierto y expansivo.
Aspectos a Destacar: La novela fue llevada al cine por H. G. Clouzot con el título de “Las diabólicas”, aunque con variaciones sobre la obra inicial, recibiendo el Premio del Círculo de Críticos de Nueva York a la mejor película extranjera el año 1955 / Estamos ante una pequeña obra maestra de la intriga psicológica en la que los autores, Pierre Boileau y Thomas Narcejac, que firmaban conjuntamente como Boileau-Narcejac, eran expertos.
La Frase: Buenas noches, Mireya. Tiene los labios frescos y diminutas pecas junto a la nariz. Sólo se las ve al darle un beso. No pesa gran cosa cuando se la coge en brazos. Delgaducha pero robusta, nerviosa. Una amable mujercita, insignificante. ¿Por qué se ha casado con ella? ¿Acaso uno sabe por qué se casa? La edad que se echa encima. Se tienen treinta y tres años. Uno está cansado de los hoteles, de las tascas y de los restaurantes. No es agradable ser representante de comercio. Cuatro días por esos mundos. Cuando llega el sábado, uno se alegra de volver a encontrar la casita de Enghien y a Mireya, sonriente, que cose en la cocina.

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