Título: PICADURA MORTAL
Autora: LOURDES ORTIZ
Editorial: SEDMAY
Trama: La desaparición de un importante
empresario tabaquero canario, que la policía considera que ha sufrido un
secuestro por motivos políticos, hará que sus familiares contraten a una
agencia de detectives madrileña para que investigue lo ocurrido y, a ser
posible, encuentre su cadáver, y así poder considerarlo oficialmente muerto a
todos los efectos. Pero la detective asignada al caso no se limitará a realizar
esa búsqueda sino que intentará profundizar en el asunto, lo que le creará un
problema detrás de otro.
Personajes: Bárbara Arenas, joven detective deshinibida y sin
prejuicios, que desea llegar hasta el fondo de lo ocurrido cueste lo que
cueste, Adolfo Granados, hijo mayor del industrial desaparecido, arrogante y
prepotente, que se considera el auténtico heredero del clan familiar, Margarita,
hermosa joven casada, pese a la abultada diferencia de edad, con el millonario
desaparecido, Rosario, mujer de Adolfo, distante y fría, Roberto Granados, el
segundo de los hermanos, mediocre y temeroso, Adela, mujer de Roberto,
perteneciente a una familia de abolengo, que se preocupa sobre todo por mantener
su estatus con una aparente indolencia y distanciamiento de los problemas, Guillermo,
yerno de Roberto y Adela, repudiado por la familia por sus negocios
relacionados aparentemente con el turismo, González, hombre de confianza del
desaparecido, que maneja los hilos de la empresa familiar, Carlos, el pequeño
de los hermanos Granados, del que nadie quiere hablar porque es, al parecer, la
oveja negra de la familia.
Aspectos a Destacar: Publicada originalmente en
la primera colección que, en tiempos de la Transición, se dedicó exclusivamente
a la novela policial española, “Picadura mortal”, además de su valor intrínseco
como novela bien estructurada y realizada, ofrece el ejemplo de ser, así mismo, una de las primeras novelas
negras española escrita por una mujer y, también, una de las primeras con protagonistas
femeninas.
La Frase: Había que encontrarle vivo o
muerto. Él pensaba que su padre había sido asesinado: por quién y por qué era
lo que yo debía averiguar. Lo de menos era encontrar al ejecutor, y lo de más
poder estampar una firma en un certificado de defunción, que garantizase a los
hijos y a la dolorida esposa el disfrute de la herencia.
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