Ha regresado “El
Ministerio del Tiempo”, una serie española de excelente factura, con unos
guiones de lo más acabados e ingeniosos, además de bien construidos. Y ese regreso
ha vuelto a poner en escena el tema de los viajes en el tiempo, un argumento
que ha sido muy recurrente tanto en la literatura (obviamente fantástica o de
ciencia ficción) como en el cine o la televisión. Series míticas como “El túnel
del tiempo” o “Doctor Who”, películas como “Regreso al futuro” y sus secuelas,
novelas como “El fin de la eternidad”, de Isaac Asimov, entre otras, o
infinidad de relatos así lo avalan. Y siempre que se habla de viaje en el
tiempo, se habla de su gran enemigo: LA PARADOJA DEL VIAJE EN EL TIEMPO.
Aunque en
general esa paradoja es conocida por casi todos los seguidores del género
fantástico o de ciencia-ficción, podría resumirse del siguiente modo: el
inventor de la máquina del tiempo viaja al pasado y accidentalmente mata a su
abuelo antes de que éste hubiera engendrado a su padre. Con lo que él no habría
nacido, y por tanto no habría podido inventar la máquina del tiempo, y por
tanto no habría ido al pasado, y por tanto…
Son muchos
“…y por tanto”, ¿no? ¿Suficientes para demostrar lo paradójico y, por tanto
(¡Cielos, no, lo he vuelto a escribir!), lo imposible del viaje en el tiempo?
Aparentemente es así, pero yo no estaría tan seguro.
Volvamos a
pensar en la paradoja e imaginemos que su protagonista es tan rematadamente tonto
que, efectivamente, va al pasado y mata a su abuelo antes, incluso, de que éste
hubiera conocido a su abuela. El hecho cierto es que en el año 2020 el inventor
de la máquina existía y si fue a 1925, por poner una fecha, es porque de algún
modo había alguna conexión entre 1925 y “ese 2020”. Si mata a su abuelo eso no
significa que el 2020 del que partió no existiera en ese momento, sino que a
partir de su desafortunada acción (sobre todo para él, obviamente, que no llega
a nacer, porque si llega a hacerlo eso significaría que su abuela le ponía los
cuernos a su abuelo, y entonces no estaríamos frente a una paradoja sino frente
a algo más erótico-carnal, aunque en cierto modo no dejaría de ser paradójico)
el 2020 en el que desembocaría nuevamente el 1925 sería diferente. No habría,
por tanto, ninguna paradoja sino, en todo caso, una faena para el pobre e
incauto inventor de ese instrumento que le permitió viajar (muy brevemente, eso
sí) en el tiempo.
Incluso
podría darse el caso de que la presunta abuela de nuestro protagonista, al no
conocer al hombre con el que tendría que haberse casado (o, al menos,
amancebado aunque fuese esporádicamente, que en aquella época no existía la
inseminación artificial), hubiese encontrado otro varón con el que yacer y
engendrar un vástago y, quién sabe, quizás ese nuevo hijo hubiese sido capaz de
inventar la máquina del tiempo no en el 2020 sino en 1984, por decir un año de
conocidas resonancias metafísicas.
Y ya puestos
a imaginar, si en el colmo de la mala suerte el hombre del 1984 también hubiese
ido al pasado y, a consecuencia de ello, hubiese fallecido el sustituto en el
lecho del abuelo del primer inventor, la historia podría repetirse. Pero en
fin, vamos a suponer que no todos los inventores de máquinas del tiempo van a
ser tan zoquetes para no repetir ad nauseam la historia. El caso es que
no habría paradoja alguna. Se habría cerrado una autopista entre 1925 y 2020,
pero se habría utilizado, en su lugar, un puente aéreo o un camino vecinal. Sin
más. Por lo que podría decirse que no existe esa paradoja.
Es más,
¿podemos estar seguros de que el viaje en el tiempo no existe ya? En euskera
hay un refrán que dice "izena duen guztia omen da"
que traducido significaría, más o menos, “todo lo que tiene nombre, existe”. O
sea, que si hablamos del “viaje en el tiempo” y le damos ese nombre, es porque
existe. Sí, ya lo sé, los refranes pueden estar equivocados, pero si admitimos
que en ocasiones no son más que la plasmación popular de conceptos mucho más
profundos, podríamos aceptar que algo de cierto tiene que haber en esa
expresión. Así que utilicémoslo como punto de partida, lo que puede dar lugar a
curiosas conclusiones.
Volviendo a
“El Ministerio del Tiempo”, en uno de antiguos sus capítulos que no me atrevo a
calificar como el más interesante, porque todos lo son, la brigada ministerial
viajaba a la época de Cervantes para impedir que desapareciera “El Quijote”, la
obra cumbre de las letras españolas. Como estaba previsto en el guión, los
agentes lograron su objetivo y hoy todos los hispanohablantes podemos presumir,
aunque en un porcentaje muy alto no sea cierto, de conocer y haber leído la más
grande obra jamás escrita en lengua castellana. Pero, ¿y si los agentes no
hubiesen logrado su objetivo? O, para ser más precisos, ¿y si hubiesen fallado
al acometer una misión similar a la de la salvación del Quijote?
Estoy plasmando
estas ideas (bueno, ideas, de acuerdo, soy un narcisista exagerado, pero de algún
modo las tengo que calificar) el 6 de mayo de 2020 convencido, como muchos de
mis lectores, de que la novela escrita por Cervantes es la cumbre de las letras
hispanas. ¿Pero si no lo hubiese sido hasta el día 5 de mayo de 2020?
Imaginemos que hasta ese día la cumbre de la novelística española hubiese sido
una novela escrita por un contemporáneo del propio Cervantes llamado Juan
Gutiérrez, por inventarme un nombre y un autor. Y que ese mismo día un viajero
del tiempo hubiese aterrizado en el preciso instante en que el gran Gutiérrez
nació y le hubiese asfixiado con su propio cordón umbilical, método efectivo
para asesinar a un infante aunque algo rebuscado, ciertamente. Quienes el 5 de
mayo de 2020 repetíamos constantemente que no podíamos imaginarnos la vida sin
la novela de Juan Gutiérrez, el día 6 no sabríamos nada de él y, como la línea
temporal habría cambiado, pasaríamos a decir que la vida es inimaginable sin
Miguel de Cervantes llenando nuestras estanterías con su ingenioso hidalgo.
Y no sólo
eso. Volviendo de nuevo a la época actual, ¿podría alguien asegurarme, sin la
menor duda posible, que hace tres días no teníamos un gobierno con Pablo Casado
de presidente y santiago Abascal de ministro de Defensa, y que gracias a la
intervención de algún sedicioso progre, bolivariano y bilduetarra, que sabe
viajar por el tiempo, no se cambió la historia y Pedro Sánchez, gracias a ello,
es el actual presidente del gobierno? ¿Hay alguien que pueda demostrar
fehacientemente que ese hecho, por más improbable que sea, no haya sucedido
realmente? No, ¿verdad?
O sea, que ni
paradojas ni historias. El viaje por el tiempo podría estar ya inventado y
nuestra historia podría ser cambiada cada día, qué digo cada día, cada hora,
aunque nosotros no nos enteraríamos de nada, lo que, por otra parte no sería
nada extraño, ya que nos acomodaríamos instantáneamente a la nueva línea
temporal, sin recordar nada de la anterior.
Me queda una
duda. ¿Y si ayer escribí un artículo contra los viajes en el tiempo y por una
de esas paradojas espaciotemporales lo que está apareciendo en el blog es un
artículo a favor? ¡Menudo lío!, creo que tendré que seguir meditando sobre el
tema.
Buff, Javi: ya no sé si estoy escribiendo ahora, si escribo comentarios en bucle, si desaparecerá si tu dejas de escribir la entrada... Menudo lío, compañero :-D
ResponderEliminarYo voy a añadir mi granito: el hecho de que ayer El Quijote no fuera la obra cumbre de la literatura española y hoy sí no quiere decir que no podamos recordarlo como tal.
ResponderEliminar¿O acaso no te ha pasado que recordabas una cosa de forma diferente a como es? El universo puede cambiar, pero el principio antrópico mantiene nuestra mente sin modificar. O algo así. :-D