Entrevista publicada en el periódico Noticias de Gipuzkoa el 19 de diciembre de 2011. Redactora: Ruth Pérez de Anucita
En un mundo saturado de imágenes concede el protagonismo al sentido del oído. ¿Es una elección premeditada?
Hoy se sabe que los pájaros no cantan todos a la vez para conseguir una máxima expresividad; se reparten el espacio aéreo para ser oídos. Siempre me ha interesado la dimensión sonora pero ahora en un mundo saturado de imágenes, de mensajes y de discursos, el sonido, la idea de prestar oído me parecía interesante. Cuando hay mucho discurso se convierte en inaudible, cuando hay muchas imágenes se vuelven invisibles. A fuerza de saturación hemos perdido atención. También tenía que ver con una imagen que quería interrogar: cómo les llega el mundo a los chavales que están con los cascos puestos todo el día. Aquí se trataba de que, por un momento, se quiten los cascos y presten oído al mundo.
Uno de los personajes, la señora Urrutia, dice que el excipiente de la vida es la ironía. ¿También es el de la novela?
Es el eje de la novela. No ironía en el sentido de que nos invita a reír o a sonreír, que también, sino esa idea de mirar las cosas desde más de un ángulo. Esta novela se presenta como una novela de detectives, pero no es una novela negra, tiene también algo de novela blanca. A todos los personajes les asoma una segunda cara.
Aunque las edades de los protagonistas distan entre sí, da la sensación de que podrían intercambiarse.
Es una novela de tres generaciones: el joven detective, el hombre extraño de unos 50 años y una mujer octogenaria, pero lo que llamamos edad no siempre coincide con la que aparece en el DNI. En los personajes mayores por las experiencias o deseos que tienen se ve una juventud; el joven, por la responsabilidad que tiene, afronta una carga que va más allá de su edad. Él dice que es como si le hubieran dado al botón del forward y estuviera en la pista cinco o seis de su vida. Esa idea de que vivimos en todas las edades forma también parte del proyecto del libro. Es importante que mantengamos una relación fluida con los distintos momentos de nuestra vida, eso le da calidad al presente. Y debería ser la experiencia de las sociedades, no hay que romper la relación entre las distintas generaciones, y ahora esa correa de transmisión está un pelín magullada.
Estamos rodeados de consignas sobre lo que se debe hacer en una u otra edad.
En esta idea de la ironía, entendida en un sentido muy amplio, la novela es una réplica al estereotipo. Dice Martin Amis que el prejuicio es un odio de segunda mano. Siempre me ha gustado esta expresión porque es muy contundente y porque nos pone en alerta de lo que significa un prejuicio y un estereotipo, que es la cobertura de un prejuicio. Los prejuicios del género y de la edad son terribles, causan un daño social y personal extraordinario. La señora Urrutia dice de su amante: "No pudo no pensarlo". El estereotipo y el prejuicio nos impiden pensar o no dejar de pensar de una determinada manera. Una persona es muchísimo más compleja e irreductible a categorías de lo que los prejuicios nos hacen creer. Esta novela intenta presentar otra versión a esos estereotipos.
También se presenta otra versión de la soledad: "Te sientes más solo que nunca no porque estás sin otros, sino porque estás sin ti".
La soledad profunda es, en el fondo, un desconocimiento de quién eres, porque no has asumido quién eres o qué has hecho. No se trata de hacer un juicio, sino de que no haya zonas de ti que no te atreves a mirar. Los personajes se han atrevido a mirar dentro de sí y tienen una individualidad gozosa, que les permite acercarse a los demás.
No abandona la preocupación por la memoria.
Interrumpir la memoria es colocar zonas de sombra en nuestra vida, y ahí se van a instalar los miedos y las deformaciones. Lo mismo vale para una persona que para una sociedad: hablar de memoria es evocar la secuencia generacional. Si pensamos en una generación atrás, se hablaba de conflicto, los vínculos intergeneracionales contenían una comunicación tensionada. Hoy creo que no vale la imagen, se ha interrumpido: no es que sean malas las relaciones con los padres, es que tenemos la impresión de que no existen. Todos hemos oído hablar de comidas familiares que terminaban a gritos; ahora los niños viven sin comidas familiares.
La protagonista afirma que las palabras en los libros "abren los ojos del lector" pero en la vida "procuran cerrarlos".
Estamos en un momento de la historia en el que el lenguaje es extremadamente importante y hay muchos momentos de la vida en el que lo es, en el que la fiabilidad de las palabras y la sinceridad con que se utilizan es vital. Si las palabras no nos hacen más conscientes, más auténticos, más veraces, van a tener un resultado lamentable. Ojo con el lenguaje, ojo especialmente ahora, porque un lenguaje que te cierra los ojos acaba mal.
¿Con menos vocabulario se vive menos? ¿O simplifica la vida?
Hace vivir menos, sin ninguna duda. Si saber menos vocabulario implicara tener menos sentimientos, igual nos complicaba menos la vida. Pero si el idioma tiene tantas palabras es porque el ser humano tiene todo ese paisaje en su interior. El no saberlas no nos quita el paisaje. Los conceptos y las palabras son herramientas para interpretar las claves de la realidad, sin ellas somos marionetas. Saber palabras para mí es sinónimo de felicidad, te da libertad y aproximación crítica al mundo. Si pierdes la capacidad de deletrear tu mundo interior vas a ser más infeliz y más esclavo.
La novela advierte sobre las efusiones fingidas, la mala vida, el mal cine… ¿Cómo se desmontan tantas inercias instaladas?
Muchos comportamientos vienen determinados por el exterior. La escena en la que se advierte de efusiones fingidas alude a la sexualidad y no es una extravagancia decir que uno de los comportamientos que más se formatea es la sexualidad. Hay todo un mundo de representaciones del acto sexual, que además de contener sexismos ultrajantes, lo asocia con una cualidad performativa, de performance. Y eso hace que gente con vidas sexuales placenteras las vivan como anómalas porque no se ajustan a la norma. A veces nos quieren presentar la realidad como un puré; no, no, deme turrón del duro que ya lo masticaré. La ironía no permite que te comas algo sin más, te obliga a masticar.
El protagonista coloca su grabadora en lugares insóitos para captar sonidos evocadores. Si se pusiera una grabadora a la esencia de la vida, ¿se escucharía sobre todo silencio?
Los sonidos son también un excipiente. Muchas de las piezas de nuestra vida permanecen unidas porque están en una banda sonora. En el caso de la metáfora de la novela, la vida está rodeada de silencio no como no contaminación sino como vacío, y la novela convierte ese vacío, o sonidos en apariencia irrelevantes, en una banda sonora significativa.
¿Y cuál sería la metáfora sonora del tiempo que se abre tras el anuncio de ETA?
Quizá porque soy muy aficionada a la música vocal, me viene la idea de orfeón. Hay quien pretende ahora que sea un solo y ponerle volumen, hay quien pretende que como mucho sea un dúo, pero esto va a ser un orfeón. Hay montones de voces que se van a oír y se deben oír. Ciertas pretensiones de ocupar el micrófono se van a ver cada vez más reducidas. Estamos en un momento capital en Euskadi, tenemos mucha cultura de coro y esto no va ser ni un solo, ni un dúo, ni un trío.
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