Ayer, 22 de septiembre, tuve el placer de
presentar, en la librería ELKAR-POZAS de Bilbao, la nueva novela de mi paisano
Jorge Urreta. Os dejo aquí le texto que preparé para la presentación.
Como no me gusta leer, en realidad hablé sin
mirarlo, por lo que puede haber cosas que aquí aparecen que finalmente no dije
y otras de las que sí hablé que no estén en el texto, pero básicamente responde
a lo que dije sobre la novela y el autor.
Buenas
tardes y muchas gracias a todos por venir.
Cuando
a uno le piden que haga la presentación de un libro en lo primero que piensa es
buscar una excusa convincente para no hacerlo, no me queda más remedio que
admitirlo. Pero si te gusta la buena literatura y disfrutas con un libro en la
mano, como me ocurre a mí, enseguida te das cuenta de que es absurdo poner
excusas y entonces es cuando de verdad tienes que valorar dos datos que son los
más importantes: el libro y el autor a los que vas a presentar.
En
el caso de “¿QUIÉN DIJO MIEDO?”, yo aún no había leído el libro cuando Jorge Urreta
se puso en contacto conmigo, por lo que no podía valorarlo de antemano. Pero sí
había leído su novela anterior, “EL AÑO DE LA HORTALIZA”, una curiosa, en el
buen sentido, y sorprendente novela en la que partiendo de una anécdota banal y
sin mucho recorrido aparentemente, un hombre recibe una herencia inesperada y
decide retirarse con su familia a un pueblo rural, a vivir plácidamente y
plantar sus hortalizas, el autor la transforma de repente en un “thriller” y,
dándole otra vuelta de tuerca, acaba siendo una novela fantástica, tanto por lo
que se refiere al género literario como al buen sabor de boca que te deja tras
su lectura. Por eso, aunque todavía no había leído “¿QUIÉN DIJO MIEDO?”, no
dudé en aceptar casi desde el principio.
Tengo
además que decir que hasta cierto punto yo ya tenía noticias de Jorge Urreta desde
que me topé con su blog, “Escritor en espera”, en el que iba contando las
vicisitudes de sus obras, tanto las meramente creativas como las derivadas de
las posibilidades de publicación de las mismas. Si alguno de los que estáis
aquí habéis seguido también su blog, que supongo que sí, seguramente estaréis
de acuerdo en que era muy interesante y aleccionador. Y es que, además, se ha
extendido la idea de que hoy en día publicar es fácil y también que se publica
demasiado.
Con
lo primero no estoy de acuerdo. Quizás hoy en día haya más facilidades para
publicar, la autoedición, la coedición, a través de Internet y páginas
digitales, instrumentos todos ellos que pueden ser muy valiosos para un
escritor, pero si hablamos de que te publique una editorial comercial, no es
nada sencillo. De otro modo, no se habrían extendido tanto esos instrumentos de
los que acabo de hablar.
En
cuanto a si se publican demasiados títulos, no lo sé a ciencia cierta. Quizás cuando
salen las estadísticas y se habla de los miles de libros editados anualmente en
España pueda parecernos correcta esa afirmación, pero yo siempre he sospechado
que los escritores que dicen eso lo que en realidad están diciendo es “que se
publica tanto que mi obra pasa desapercibida y lo que habría que hacer es no
publicar a los demás, sino sólo a mí”. Ya se sabe, lo mismo que a los militares
se les supone el valor, a los escritores se nos da por supuesta la vanidad.
Obviamente,
discrepo de esa teoría. No de la vanidad, que creo que algo sí que tenemos, al
fin y al cabo publicar un libro tiene hasta su punto de exhibicionismo, sino en
lo de que se publica demasiado. Yo no creo que se publique ni demasiado ni
demasiado poco, creo que se publica lo justo. Es decir, lo que unos editores
deciden publicar. Algunos de ellos serán más sólidos económicamente, otros
menos, algunos más arriesgados literariamente que otros, unos claramente
comerciales y otros que exploran nuevos caminos, pero al fin y al cabo editores
que, por supuesto, valoran los libros, pero que al final del ejercicio tienen
que tener una cuenta de resultados favorables si no quieren echar la persiana a
su negocio. Eso es así. Sin falsos romanticismos. Por eso pienso que se publica
lo que se debe publicar, lo que los editores creen que tienen que sacar al
mercado para obtener sus ganancias o, al menos, sobrevivir. Que acierten o no,
ése es otro tema, lo mismo que empresarios de otros sectores pueden acertar o
no en su gestión. Por eso creo que se publica lo justo, lo que los editores
creen que deben publicar para mantener vivos sus negocios. Y si se publica
mucho, aún queda mucho más sin publicar.
En
ese sentido, que una editorial confíe en ti supone una primera criba, un
indicio de que ese libro tiene el suficiente valor como para que alguien se
haya arriesgado económicamente al publicarlo. Luego la apuesta puede salir bien
o mal, el libro puede gustar o no a los lectores, pero ahí está. Ha superado la
fase previa de los Juegos Olímpicos. Que consiga o no medalla, es otra
historia, y no siempre tiene que ver en ello la calidad, sino otros factores.
Jorge
Urreta ha superado esa primera criba y por eso estamos aquí, en la presentación
de su nueva novela, en la presentación de “¿QUIÉN DIJO MIEDO?”. Y debo
confesaros una cosa. Quien tiene miedo en estos momentos soy yo. Un miedo
relativo, que al fin y al cabo, lo mismo que el protagonista de la novela,
Aitor Garmendia, yo también soy de Bilbao, pero es que estamos ante una novela
policíaca y si me entusiasmo demasiado al explicarla corro el riesgo de
desvelar datos sobre la misma que no debería. Es lo que ocurre con las novelas
policiacas o de género negro, que como en un famoso concurso televisivo de hace
muchos años uno tiene que pararse y decir eso de “hasta aquí puedo leer”.
Lo
primero de todo, por tanto, ya está dicho. “¿QUIÉN DIJO MIEDO?” es una novela
policíaca. Así al menos lo ha dejado escrito el propio autor en la dedicatoria
que me hizo del libro cuando me lo entregó, en la que dice que se trata de su
primera novela policiaca. Y si él lo dice tiene que ser verdad, no voy a cometer
la grosería de afirmar, aprovechando esta presentación, que es un mentiroso.
Además, dice la verdad, es una novela policiaca y muy bien construida y
llevada. Pero es también algo más. La novela policiaca es posiblemente la que
más se presta al mestizaje de géneros, y esta novela se puede decir que tiene
también un componente de relato de aventuras y de novela iniciática, en la que
dos jóvenes, accidentalmente podríamos decir, tienen que enfrentarse a algo que
les supera. Incluso tiene una pizca pequeña, pero evidente, de relato que roza
lo fantástico. Eso sí, todo encaja como un guante en una novela en la que no
sobra nada ni falta nada tampoco. Quizás en todo caso faltan páginas, pero esto
no es una crítica, sino el deseo que tenemos todos cuando finalizamos un libro
que nos ha gustado de que hubiera algo más, de haber podido seguir leyendo. En
realidad la obra no necesita ni más ni menos de lo que tiene y ése es para mí,
junto al hecho de haber disfrutado de su lectura, uno de sus puntos
importantes.
La historia,
que no quiero desvelar pero que básicamente, y repito lo que pone en la contraportada,
se inicia cuando un joven alocado y un tanto fanfarrón apuesta con su cuadrilla
que es capaz de esconderse en un centro comercial recién abierto cerca de su
ciudad y pasar toda una noche entera allí dentro. Además, como prueba de que ha
cumplido con su objetivo, tendrá que hacerse con la porra del guardia de
seguridad. Lo de menos va a ser si gana o no la citada apuesta, sino las
consecuencias que le va a generar el intento de realizarla.
Y de
paso, al explicar cómo es el joven protagonista, ya he empezado a hablar de otro
de los pilares, junto a una historia sólida y bien construida, en los que debe
apoyarse una buena novela, los personajes. Ya puedes tener una idea
maravillosa, fenomenal, pero si no hay unos personajes que lo sustenten, no
servirá de nada.
Ésta
es una novela en la que no hay un número elevado de personajes, lo que no es un
demérito de la misma. Al igual que he dicho antes sobre el número de páginas,
lo importante no es que sean muchos o pocos, sino los suficientes para dar
solidez y encarnadura a la trama, y eso Jorge Urreta lo ha vuelto a conseguir.
Del primer protagonista, un joven bilbaíno llamado Aitor Garmendia, ya he hecho
un esbozo. Es un chaval cuya divisa, desde que era pequeño, es “¿quién dijo
miedo?”, lo que le hace meterse continuamente en fregados de diversa
consideración, hasta que se introduce en uno que hará peligrar su vida.
Obstinado, temerario y valiente, podríamos decir que es el típico tío al que basta
con que le digan “no hay huevos” para que salte como un resorte. Muy bilbaíno,
eso sí. Tenemos también a Yolanda López, trabajadora de la limpieza en el
centro comercial, que se hará cómplice de Aitor para seguirle el juego y que
debido a eso correrá sus mismos peligros. Se trata de una joven alegre y
desenfadada, pero que sabe estar a la altura de las circunstancias cuando es
necesario. Ambos, Aitor y Yolanda, irán creciendo según transcurre la novela,
madurando y viendo las cosas desde un punto de vista diferente al de su inicial
ímpetu juvenil
Y
por último tenemos un tercer personaje que, aunque quizás tenga menos presencia
que Aitor, que es el protagonista principal, es como esos actores secundarios
que cuando salen a escena se hacen con la pantalla. El inspector Luis Segovia
es un policía destinado en Sevilla y confinado en una silla de ruedas tras un
accidente de tráfico, que como no se resigna a hacer labores administrativas ha
conseguido encargarse de los casos no resueltos. Por eso acaba interesándose
por un asunto ocurrido en Bilbao, tan lejos de su ciudad, y siendo una pieza
clave en su resolución. Es un policía de raza, pero mejor que con mis palabras,
os lo presentaré con las del propio autor:
“Llevaba más de quince años en la
policía y quería retirarse como tal, y no como un lisiado, aunque no hubiera
posibilidades de que volviera a caminar. Sus superiores, conscientes de que un
puesto administrativo le mataría tanto como tener que irse a casa, decidieron
darle una oportunidad como investigador, aunque tuviera que hacerlo desde su
ordenador conectado a Internet. Pero, de todas formas, no le permitirían
trabajar en casos complejos o que requiriesen mucha rapidez o trabajo de campo.
En cambio, se encargaría de los casos difíciles, es decir, de los que nadie
quería por imposibles, o de los casos sin resolver”.
Tenemos,
por tanto, una buena historia. Tenemos, también, unos personajes sólidos,
creíbles. Y tenemos un autor que ha sabido ensamblar historia y personajes y
darles forma en una novela titulada “¿Quién dijo miedo?”. Ahora sólo falta que
ustedes la lean y disfruten con ella tanto como he disfrutado yo.
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