Para
quienes, lamentablemente, no pudisteis asistir el pasad lunes 13 a la presentación
de “Justicia”, de Javier Díez Carmona, os transcribo el texto que preparé para
la misma. Obviamente no se corresponde al cien por cien con lo que dije, ya que
no me gusta leer en este tipo de actos, y siempre dejo espacio a la
improvisación según el omento, pero tampoco es muy diferente. Que lo
disfrutéis, no de este escrito, sino de la novela.
Arratsaldeon guztioi. Muy buenas
tardes a todos y muchas gracias por acompañarnos en la presentación de la
última y estupenda novela de Javier Díez Carmona, “Justicia”.
Cuando Javier me contactó para
pedirme que le acompañara hoy en esta presentación, le dije que sí sin dudarlo
ningún momento, y no sólo por amistad sino, sobre todo. porque ya había leído
la novela y me había encantado. Pero pronto empezaron a aparecer las dudas y a
preguntarme a mí mismo por qué me habría metido en este lío. O, por decirlo de
un modo más elegante, empecé a tener eso que se llama “miedo escénico”. Un
miedo sustentado en dos razones diferentes. La primera, relativa a si sería
capaz de transmitirles a ustedes mi entusiasmo por la novela.
En todas las presentaciones literarias se da por supuesto que el presentador va a hablar bien del presentado y de su obra. Lo contrario sería algo inconcebible. Muy original, eso sí, no me queda más remedio que admitirlo, aunque dudo que tanto la editorial como el autor fueran capaces de valorar positivamente esa originalidad. Pero, a sensu contrario, esa característica, obligatoria en todas las presentaciones, puede conllevar el hecho de no ser creíble, de que los asistentes piensen que si se está hablando bien de la obra es porque el presentador está cumpliendo con su papel. Es algo lógico, pero también puede ser frustrante, porque a uno le gustaría que los asistentes no pensaran que si alabo la novela es por un compromiso previo con el autor y que se convencieran de que si lo hago es porque, efectivamente, la novela lo merece. De todos modos, y en el caso de que no sepa transmitiros mi entusiasmo, me consuela el hecho de pensar que cuando la leáis acabaréis admitiendo que mis palabras eran sinceras y que la novela que habéis leído es una gran novela.
Hay
otra razón por la que he dicho que me da miedo esta presentación, y es que se
trata de una novela negra. O, si lo preferís, criminal, de intriga o policiaca.
La disquisición sobre géneros o subgéneros la dejaremos para los teóricos del
género, aquí estamos entre lectores y creo que todos entendéis a qué me estoy
refiriendo. ¿Cómo hablar de una novela negra sin correr el riesgo de hacer lo
que hoy en día se llama “spoiler”, eso que toda la vida hemos considerado como
“destripar la historia”? Es difícil, pero lo intentaré, aunque para ello tenga
que hablar de las dos novelas anteriores de Javier.
Cuando
anteriormente os he dicho que una de las razones que me llevaron a aceptar la
petición del autor para que le acompañara en esta presentación, os decía la
verdad, pero no toda la verdad. Porque casi con toda seguridad, aun si no la
hubiese leído, habría aceptado, ya que había tenido el placer de leer sus
novelas anteriores, Correr a ciegas y E-King, y eso
me habría llevado a la conclusión de que ésta que hoy presentamos, Justicia,
también valía la pena.
Con
Correr a ciegas Javier nos llevó a Nicaragua, a una época
posterior a la Revolución Sandinista en la que ha aparecido ya cierto
desencanto, aunque los personajes que habitan la novela no han perdido del todo
sus ilusiones ni sus esperanzas, a través de una historia en la que está
también muy presente la situación de Euskal Herria, con sus luces y sombras. En
cambio, en E-King nos traslada a Barcelona, con una historia cuyo
trasfondo es un asunto de tan desgraciada actualidad como la violencia contra
las mujeres, mezclado con algo que puede ser igual de siniestro y oscuro, como la
adición a las redes sociales.
Con
esas dos novelas ya nos demostró el autor tanto su dominio de la intriga como
su maestría al crear a los personajes que pululan por ella y su versatilidad al
crear dos historias tan diferentes entre sí, así que no fue nada extraño para
mí que esas cualidades se repitieran en Justicia. Y, como
bilbaíno que soy, había un motivo más de alegría para mí. Por fin, después de
pasearse por Nicaragua y Barcelona, el autor volvía a Bilbao, a nuestro Bilbao.
Yo creo que ya nos lo merecíamos. Y, además, con una historia redonda.
No
voy a destriparos la trama, pero sí haré un pequeño resumen de la misma: Varias
muertes, aparentemente sin conexión, sacuden la apacible vida de una ciudad
como Bilbao. Lo único que tienen en común las víctimas es que en el lugar del
fallecimiento suele aparecer una pintada con la expresión ¡Justicia! Da la
impresión de que alguien está intentando cebarse en quienes se lucran de las
desgracias de otras personas, aunque quizás no todas las víctimas encajen en
ese perfil.
La
verdad es que ya de por sí esta pequeña sinopsis alienta a la lectura, pero es
que hay algo más. El propio título. Debo confesar que al principio me extrañó
ese título, tan escueto y conciso, pero cuando lees la novela te das cuenta de
que está muy bien puesto. Y no solo eso, sino que nos permite jugar con esa
línea divisoria, que debiera ser muy clara, pero que a veces es invisible,
entre la justicia y la venganza. Todo ello, además, por medio de unos
personajes que pese a estar al límite, o quizás por eso, se nos hacen
perfectamente creíbles y reconocibles.
Aunque sea de un modo muy escueto, para no haceros excesivamente pesada mi intervención, no me resisto resisto a citarlos: Osmany Arechabala, antiguo militar cubano, combatiente en Angola y allí donde le hubiera llevado la Revolución, que aparece en Bilbao para descubrir quién mató a su hijo, Antonio Arzamendi, pareja de una de las mujeres asesinadas, un pacífico trabajador de banca que no entiende lo que ha sucedido, Borja Maruri, abogado especialista en delitos financieros, amante de la buena vida y del dinero con el que puede conseguirla y Jon Larralde, ertzaina amigo de Arzamendi, casi al borde de su jubilación. No son los únicos personajes, pero sí quienes llevan el peso de la investigación. Los cuatro, cada uno de ellos con una implicación mayor o menor. Y esa es otra característica de la novela. Habitualmente en las novelas policiacas estamos acostumbrados al detective solitario o a la típica pareja de policías, pero no a cuatro investigadores. Lo que nos indica no sólo la originalidad de la obra, sino la depurada técnica del autor, porque no es sencillo hacer encajar a cuatro investigadores, cada uno con sus características diferentes y que se mueven en diferentes ámbitos, y hacer que todo encaje.
Y
para finalizar ya mi disertación, con el convencimiento de que cuando la leáis
me daréis la razón en todo lo que he dicho, no para satisfacer mi ego sino por
vuestra propia satisfacción al haber leído una estupenda novela, os leeré un
párrafo que he entresacado de la misma:
Tal
vez el cielo de Bilbao fuera eso, pensaba Osmany mientras finas gotas de
sirimiri resbalaban por su rostro, un lienzo sombrío, una sucesión de grises y
negros desde donde caía una llovizna interminable que empapaba cabellos,
abrigos y voluntades. Aunque, contemplando el ambiente que desbordaba la calle,
concluyó que la voluntad de los bilbaínos no se doblegaba tan fácilmente
Muchas
gracias y ya sabéis. Justicia, de Javier Díez Carmona.
Vuestra próxima lectura. A disfrutarla.
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