A falta de algo más de un año para que se conmemore el 500 aniversario de la conquista castellana del reino de Navarra que puso fin a casi cuatro siglos de historia como entidad política unificada a ambos lados del Pirineo, Iñigo Bolinaga firma un libro que aborda los acontecimientos de 1512 desde su coda en 1598: "El Testamento. Cómo zanjó Castilla la cuestión sobre la legitimidad de la conquista de Navarra" (Editorial Txertoa, 2011).
¿Cuál es "El Testamento" al que alude el título de su libro?
El de Felipe II, ya que fue el cumplimiento de sus cláusulas lo que originó la reunión de 1598 que dilucidó la cuestión de la legitimidad de la posesión del reino de Navarra. Anteriormente, el testamento de Carlos V también solicitaba esto mismo, pero no se hizo nada al respecto.
¿Hemos de entender que Carlos V y Felipe II murieron con escrúpulos de conciencia respecto al proceder de Fernando el Católico en 1512? ¿O había otro trasfondo más allá de una cuestión de conciencia por la invasión?
Todo parece indicar que ambos monarcas albergaron escrúpulos de conciencia al respecto. Pero a la cuestión moral acompañaron también factores de tipo político dirigidos a contener las reclamaciones territoriales de los reyes desposeídos.
¿Quiénes formaron esa junta de 1598 encargada de dar cumplimiento a las voluntades testamentarias de Felipe II?
El documento conservado no señala nombres, sin embargo, atendiendo a la letra del testamento de Felipe II y a las noticias del cronista Cabrera de Córdoba, podemos señalar a doce altos cargos de la Monarquía Española, entre clérigos, ministros y presidentes de consejo.
Entre ellos Juan de Idiáquez, descendiente de una importante familia de secretarios vascos en los más altos niveles.
Sí. La presencia de vascos dentro de los órganos de gobierno de la Monarquía de los Austrias es una constante en todo el período. Su hidalguía universal les daba opción a acceder a tales cargos, contando además con una merecida fama de buenos gestores y honrados administradores.
Se cita también a Martín Azpilicueta, más conocido como el Doctor Navarro, y su teoría del “latrocinio virtuoso”, por llamarla de algún modo, que parece sacada de “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo.
A pesar de su descendencia agramontesa y sus simpatías por los reyes de la dinastía Foix-Albret, el doctor Navarro desarrolló una teoría justificando acciones como la de Fernando el Católico en base a que si el cambio de manos era para mejor, evitando males mayores, podía ser declarado legítimo.
En cualquier caso, resulta sintomático el recurso de los reunidos a tirar de autores pertenecientes al contexto vasco-pirenaico, como ocurre también con Esteban de Garibay, para justificar la conquista.
¿Se refiere a que Garibay acusó de “francesa” a la corte de Navarra?
Me refiero a la utilización de autores cercanos al contexto tratado para justificar con mayor fuerza los hechos relatados. La consideración de los últimos reyes de Navarra como “franceses” no estaba exenta de cierta razón, dadas sus amplias posesiones, fidelidades, vínculos de vasallaje e intereses políticos en Francia, pero eso no nos puede hacer olvidar que tal aserto responde a una pretensión deslegitimadora por parte de una historiografía adicta.
En un momento del diálogo se produce una fricción entre los comisionados a propósito de la existencia de una (y hasta dos) “lengua(s) de Navarra” y una “lengua de los navarros”. ¿Cómo se veían las peculiaridades lingüísticas del reino a finales del siglo XVI?
Hoy en día somos herederos de una tradición que hace que inconscientemente atribuyamos a cada estado, región o ente jurídico-administrativo una lengua y cultura particular y exclusiva. Esta idea, sin embargo, es relativamente nueva. En los tiempos en los que se mueve "El Testamento", igual que en los siglos antiguos y medievales, era muy habitual la yuxtaposición de lenguas en un mismo territorio. Así, en el siglo XVI se pueden apreciar dentro del contexto vasco grupos lingüísticos euskaldunes, castellanos, navarro-aragoneses (romance pirenaico), franceses o gascones. A pesar de ello, no cabe duda de que el idioma hegemónico entre la población era el euskera y que la idea de monolingüismo comenzaba a hacer acto de presencia, dando paso a una nueva etapa de la Historia. Por eso se alude a la “lengua de Navarra” (romance pirenaico) como idioma de corte o administrativa y a la “lengua de los navarros” (euskera) como medio de expresión habitualmente hablado por el pueblo.
Sobre la trama planea la sombra del Duque de Lerma, auténtico factótum del reinado de Felipe III. ¿Qué papel pudo jugar este siniestro personaje en aquella operación?
Francisco de Sandoval y Rojas, que un año más tarde sería premiado con el ducado de Lerma, se encaramó al poder desde el minuto uno de la proclamación de Felipe III como rey de España, poniendo en marcha una poderosa maquinaria de ocupación de todos los resortes de la administración y el gobierno. Como tal, ordenó la formación de la junta y recibió su resolución. Los testamentarios se hallan insertos en el contexto del torbellino que supone el ascenso de Lerma y sus criaturas, y la defenestración política de la vieja guardia, lo que genera tensiones y acusaciones mutuas.
En este sentido, usted deja ver que algunos de los altos cargos que participaron en la comisión quizá prestaron un último servicio a la corona zanjando el espinoso asunto de Navarra.
Muchos de los reunidos formaban parte del círculo del anterior rey, Felipe II, quien los había señalado expresamente como testamentarios. El duque de Lerma aceptó, pues, la junta de Navarra como una especie de canto del cisne de la vieja guardia, un último y brillante servicio que evitaba cerrar de forma ingrata tantos años de sacrificio por la corona.
De las juntas de noviembre de 1598 salió un documento (que en su libro se reproduce en facsímil y en su transcripción literal) que daba soporte jurídico y político a la conquista de 1512. ¿Cuáles fueron los principales argumentos aportados?
Básicamente se trató de argumentos jurídicos y estratégicos. Los segundos son bien conocidos y tradicionalmente utilizados hasta entonces (situación fronteriza de Navarra entre Francia y España, puerta de entrada de tropas y herejías, etc.). Los primeros hacen referencia a los derechos históricos de los reyes de Castilla y Aragón con respecto del trono navarro, rememorando tanto a los reyes godos como a disposiciones testamentarias medievales, así como a la infalibilidad y potestad del Papa en la excomunión de los Foix-Albret, o la posesión en paz y beneficio de sus pobladores por más de cuarenta años, entre otras razones aducidas.
Es importante ponerse en la mentalidad de la época para entender que todo se explica a la luz del derecho privado: los reyes eran dueños territoriales de sus reinos, y ni el pueblo ni la nación eran conceptos que entonces se manejasen, ¿verdad?
Así es. La razón por la que los testamentarios evaluaron la cuestión navarra desde el punto de vista de la desposesión ejercida por un propietario a otro propietario era porque el rey era el poseedor exclusivo de la titularidad del reino, y por tanto único soberano.
Ha citado antes al papa Julio II, quien dio cobertura a la invasión castellana. ¿Hasta qué punto la penetración del protestantismo en Ultrapuertos durante el siglo XVI puede interpretarse como una reacción antipapista tras lo acontecido en 1512?
Creo que la conversión de Juana de Albret y la posterior extensión del calvinismo en sus posesiones no responde tanto a la cuestión navarra como a las dinámicas que siguió una parte de la aristocracia francesa, directamente enfrentada al creciente poder de la familia Guisa. El conglomerado Foix-Albret-Borbón se perfiló como su más peligroso rival, originándose de este modo el grueso de los dos bandos que se iban a enfrentar en las Guerras de Religión. Las razones, pues, aparte de la sincera conversión de Juana, se perfilan mejor desde la perspectiva estratégica de una de las familias aristocráticas francesas más importantes y con más posibilidades de acceder al trono, como se vio con la coronación de Enrique IV en 1589.
La acción del libro se cierra con una imagen de gran fuerza dramática: la quema de los anexos testamentarios de los reyes, junto con otros documentos relacionados con el asunto navarro. ¿Es un hecho comprobado?
Parece que sí. Al final de la resolución se aconseja al rey la quema de toda esta documentación o, en su defecto, su guarda en algún lugar secreto. El hecho de que hoy en día no conservemos absolutamente nada relacionado con esta cuestión, ni siquiera los papeles adjuntos a los testamentos de Carlos V y Felipe II, parece indicar que casi con toda seguridad fueron destruidos. No conocemos el procedimiento pero, dadas las claras instrucciones de la resolución de la junta, lo más probable es que fueran echados al fuego.
¿Historia literaturizada o literatura histórica? ¿Dónde acaba la historia y empieza la ficción en El Testamento?
La cáscara, la presentación, es literaria. El contenido está absolutamente ceñido a la realidad histórica, tanto en lo que se refiere a personajes como lo que trataron en la junta, argumentos esgrimidos y relaciones interpersonales.
¿Qué aporta "El Testamento" a la ya densa bibliografía sobre el tema de la conquista de Navarra?
Un nuevo punto de vista. Los documentos oficiales, y más aún si tienen tantos años de antigüedad, son resultado de una cuidadosa reflexión de la que sale siempre una versión oficial. “El Testamento” aprovecha la excepcional ocasión que tenemos en este caso de atisbar el pensamiento íntimo de los reyes acerca de la cuestión navarra.