En la
inmediata postguerra, Pilar y Paulina, dos sencillas vecinas de un pueblo de la
Rioja Alavesa, temerosas de Dios, que nunca se han saltado una misa en una
fiesta de guardar, comparten un terrible secreto. Viuda una con dos hijos,
después de que su marido fuese cuneteado por los falangistas, y madre de doce
criaturas la otra, tejerán una urdimbre de lealtad para protegerse a sí mismas
y a sus familias, incluso más allá de la muerte. Serán la una para la otra como
los melocotoneros que se plantaban entre las vides para detectar tempranamente
el oídio y tratar de preservarlas así del temible hongo. Muchos años después,
una nieta de ambas descubrirá, sin pretenderlo, las claves de un pacto de
silencio en el que, de un modo u otro, participó todo el pueblo. Y comprenderá
que Pilar y Paulina, aquellas vecinas sencillas, temerosas de Dios, que nunca
se saltaron una misa en una fiesta de guardar, fueron mujeres verdaderamente
extraordinarias.