Respeta la India como respetarías a un tigre. De lo contrario, te comerá vivo.
Hay lectores y muchas lectoras, a quienes les gustan las novelas policíacas o negras, en las que el paisaje, el lugar, el país, la ciudad en la que transcurra la acción es la autentica protagonista de la historia.
Para estos lectores Un crimen en Calcuta es SU libro.
Este es un viaje a la India al que vamos cómodamente sin salir del sillón, dejando que el narrador nos lleve de la mano. Pero en este viaje vamos bien acompañados, no en balde el autor
Paul Theroux , es conocido especialmente por sus magníficos libros de viajes, y ésta creo, es su primera incursión en el mundo negrocriminal. El libro nos introduce en la India pero sobre todo callejeamos por la densa y difícil ciudad de Calcuta, un lugar en el que todo es posible.
Un crimen en Calcuta tiene una coprotagonista mala, de las malas de verdad. De aquellas que tanto abundan en la novela y el cine negro norteamericano clásicos. Una mujer inteligente, seductora, ambiciosa, intrépida, insensible y cruel, que sabe utilizar y dosificar su sexualidad sin mostrar sus verdaderas intenciones. Una “mujer fatal” que intriga, miente y manipula. La señora Unger es de las protagonistas que clarísimamente prefiero a las damas de tipo “mosquitas muertas”, aquellas que se acaban llevando el gato al agua o al “prota” a una “feliz” vida de pareja.
La bella señora Unger tan inaccesible como la diosa kali, la diosa que destruye y despedaza y al mismo tiempo es la diosa de la creación.
Durante el libro, gracias a ella, tendremos auténticos y vividos masajes tántricos. El Tantra blanco y el Tantra rojo. Masajes con los que la señora Unger seduce al protagonista (un autor de libros y artículos sobre viajes) y le ayuda a encontrar su particular Kundalini.
Calcuta nos es magníficamente revelada pero también esa India de la que no hay nada que entender, solo hay que aceptar.
En esta novela/libro de viajes, la trama, llena de buena voluntad pero menos intensa que el paisaje, nos llevará también a Mirzapur y sus fábricas de alfombras con telares que son auténticos campos de trabajo para niños. Niños con manos diminutas, con dedos diminutos para hacer nudos diminutos; unos dedos llagados por el trabajo a los que hasta les llegan a desaparecer las huellas digitales.
A partir de la lectura de Un crimen en Calcuta nadie que tenga una autentica alfombra naksha con nudos hechos a mano la podrá pisar con impunidad.
Resulta divertido que el autor, en un momento del libro, nos haga un guiño parodiándose y ridiculizándose a sí mismo. El famoso autor Paul Theroux se encuentra en un bar con el protagonista: “Tenía menos pelo, pero es que ningún escritor se parece en el pelo que tiene a la fotografía de la solapa de su libro. Acalorado y evidente, más entrado en carnes de lo que hacía pensar su foto. Me tranquilizó que pareciera más viejo”.
Lástima que durante la lectura he encontrado en todo momento a faltar a los magníficos traductores Montserrat Gurguí y Hernán Sabaté que nos han proporcionado el placer de leer en castellano Los amigos de Eddie Coyle.
La verdad es que aunque me han sobrado páginas (me pasa las más de las veces) lo he pasado muy bien en Calcuta aún a sabiendas que todo extranjero allí se inventa su propia India.
P.D.) Acabado el libro me he llevado a casa para leer:
Un Elmore Leonard no leído (del que el pasado domingo celebramos el aniversario de su nacimiento) Persecución mortal. http://www.negraycriminal.com/index.php?view=ficha&idl=5356
Unos relatos de Gianrico Carofiglio, No existe sabiduríahttp://www.negraycriminal.com/index.php?view=ficha&idl=13483
Un Edward Bunker no leído. La fábrica de animales.http://www.negraycriminal.com/index.php?view=ficha&idl=13540
Y el último y recién llegado Barcelona skyline, que todavía huele a tinta de imprenta. Su autor David C. Hall, del que hacía mucho esperábamos una novela. Un autor, Cómplice de la librería.http://www.negraycriminal.com/index.php?view=ficha&idl=13553