lunes, 17 de enero de 2011

POEMAS DE UN RATÓN (JULIA OTXOA)

Entrevista aparecida en el periódico NOTICIAS DE GIPUZKOA el 17 de enero de 2011. Redactor: Joseba Imaz

Quizá porque su autora es una artista polifacética y especial, el libro 'Poemas de un ratón' desprende una colorida originalidad. En él, la escritora Julia Otxoa (Donostia, 1953) ha plasmado sus primeras ilustraciones infantiles, que ha completado con divertidas rimas surrealistas
El trabajo de la escritora donostiarra ha sido publicado recientemente por la Diputación de Málaga, dentro de su colección Caracoles, aunque se puede encontrar en varias librerías de Donostia.
¿Cómo se gestó "Poemas de un ratón"?
 La inspiración es algo enigmático. Era la primera vez que hacía ilustraciones infantiles. Estos personajes salieron solos. Hace año y medio fui haciendo los dibujos, que guardé en una carpeta. Con el tiempo volví a abrirla y me di cuenta de que me pedían una identidad, una especie de retrato que dijera quiénes eran. Lo conseguí a nivel surrealista; no quería retratos al uso, sino surrealistas.
¿Fueron los dibujos los que le hablaron y estimularon su imaginación?
Sí, de algún modo ellos me decían algo. Es un enigma cómo llega la inspiración. Mirándolos, algunos me transmitían una historia. Es indescriptible el funcionamiento de la imaginación. La dama bosquimana, por ejemplo, viene del dibujo de una niña que es justo lo contrario de un bosquimano, pero me vino esa idea en aquel momento.

Las ilustraciones son similares a los trazos infantiles.
El libro muestra al niño que puede poner identidades a los dibujos que haya hecho, en plan surrealista. Porque los niños tienen una potencialidad de imaginación impresionante. Un acercamiento al lenguaje muy rico. Estos textos son una construcción lúdica con la que ellos se ríen mucho. Haciendo pareados se están acercando al lenguaje y construyéndolo, a partir de la alegría.
Se ha inspirado en los "limericks" irlandeses, una tradición bastante desconocida en estas tierras. ¿Qué posibilidades creativas ofrece este formato para la creación literaria?
Cuando hago poesía jamás hago rima ni pareado. Aquí me interesaba hacer algo parecido a los limericks irlandeses, retratos jocosos y totalmente relativizadores que propugnaban la sonrisa de quienes lo leían. Realicé mis propios relatos surrealistas. Es un formato que utilizó Kipling, Mark Twain... muchos grandes escritores se vieron atraídos por él. Permite construir relatos jocosos, pero no solo eso. Se trata de un juego lúdico que imanta al mundo infantil. Porque la experiencia que he tenido con niños es que ellos quieren hacer pareados y los hacen. Muy buenos, además. De alguna manera este libro es una espita, una ayuda para el universo infantil.
¿Solo para los niños?
Yo digo que este libro es de cero a 100 años. Porque a los adultos también les arranca sonrisas. La importancia de estas construcciones jocosas es plantear lo lúdico a través del lenguaje, algo que no es importante solo en la literatura infantil. En los relatos para adultos también esto es importante.
¿Se está perdiendo ese hábito de jugar con el lenguaje que antes llegaba a través de la transmisión oral?
Son elementos importantísimos, aunque los marginemos, porque llevan consigo la sonoridad del lenguaje, su transmisión a través de canciones, la musicalidad de las cosas, combinaciones de palabras... Gianni Rodary, por ejemplo, maestro de lo lúdico, construía textos con palabras que no tenían nada que ver entre sí. Todo eso se utiliza muy poco en el aprendizaje de los niños. Para mí es de vital importancia. Yo siempre pongo el ejemplo de la madre Arrazola, profesora de la Compañía de María en la que estudié en Donostia, que me transmitió la pasión por el arte, porque ella lo sentía. A veces, los profesores no transmiten con suficiente sensibilidad todas estas herramientas. El niño tiene un potencial enorme para captar este universo surrealista.
¿Surrealismo y alegría, dos elementos sobre los que se basa el libro, son necesarios en la literatura infantil?
Creo que sí. La alegría es un motor importantísimo. El Quijote, por ejemplo, es una obra vertebrada por la alegría, aunque sea algo que pasa desapercibido. La alegría como relativizadora de todos los dogmas, de todos fundamentalismos... La alegría siempre está relacionada con el libre pensamiento y, como transmisora, es igual de importante para los adultos como para los niños. Los niños, sin embargo, captan mejor el mundo surrealista que los adultos. La potencialidad imaginativa del niño entra mejor en el mundo surrealista.
Al leer el libro uno capta ecos que llegan de distintos lugares como Valladolid, Segovia, Nueva York... ¿A qué se debe?
No tiene mayor significación. Ha salido así. Curiosamente, de lo más cercano, de mi país querido, no hay referencia. Eso sucede en casi toda mi obra. Ahí hay algún enigma. Toda mi obra está muy enraizada en un mundo de globalidad, de nuestras tradiciones, de folklore... No hay ninguna predeterminación. Tal vez el libro pueda tener un carácter universal, pero porque ha salido así.
El lector también siente que su autora se lo ha pasado bien.
¡Me lo he pasado genial! Hoy es el día que abro el libro y me sigo riendo. Pero cómo es posible... Uno de mis preferidos es Ricitos (lee el texto que acompaña al dibujo), con el que me río mucho. Que te lo pases bien haciéndolo es lo mejor que te puede pasar.
¿Después de esta publicación, qué proyectos tiene en mente Julia Otxoa?
Varias cosas. Dentro de poco saldrá traducido al árabe un libro de relatos para adultos que publiqué en 2008, algo que me hizo mucha ilusión.
No es muy habitual, desde luego.
Cuando se pusieron en contacto conmigo unos profesores-traductores de árabe me preguntaba cómo era posible aquello. Me vino a la mente Las mil y una noches. Los microrrelatos son mi interés especial. También comparto un proyecto con un profesor bilbaíno de una universidad de EEUU que trabaja con textos míos. Estoy contenta. Últimamente también he hecho obra gráfica con vidrieras.
En "Poemas de un ratón" ha creado tanto las narraciones como los textos, escribe para niños y para adultos, también trabaja en el campo de las artes gráficas... ¿Cómo se salta de un ámbito a otro con naturalidad?
Nosotros vivimos prácticamente en el bosque, cerca de Urnieta. Jamás había escrito para niños. Pero un buen día, al anochecer, escuché el canto del búho. A través de ese canto me imaginé el primer cuento, Lucas y el búho. Surgió así. Salieron seis o siete cuentos infantiles que se publicaron en euskera antes que en castellano. Ahora también me planteo para 2011 un libro de cuentos que no han sido editados en castellano. Pero es un enigma. Hace tres años paré de escribir y dos años más tarde volví con estos dibujos. Pero no he cesado de hacer obra gráfica. Para mí todo surge de la misma mirada poética ante la existencia. Lo siento como algo sencillo, porque la inspiración llega.
El enigma de la inspiración, otra vez.
Es mágico, pero a la vez te estás cultivando constantemente, te estás interrogando ante la existencia, estás mirando. Yo le doy mucha importancia a la percepción sensible. No sólo los datos de lecturas, de exposiciones, películas, investigaciones, sino también la sensibilidad. Todo eso unido a la propia experiencia personal, crea un cocktail que en un momento dado se destila en un cuento, un poema, un dibujo.

VASCOS Y CRIMINALES: FÉLIX G. MODROÑO

Félix González Modroño nace en 1965 en Barakaldo donde vive sus primeros años antes de trasladarse con su familia a Tafalla, Bilbao y Portugalete, localidad en la que transcurre la mayor parte de su infancia y adolescencia.
Tras licenciarse en Derecho por la Universidad de Salamanca, se afinca en Andalucía por motivos laborales.
Como fotógrafo, publica en 2002 Villalpando, paisajes y rincones como homenaje al pueblo zamorano de sus padres, y colabora en la revista “Paisajes”.
Después de obtener algunos premios con sus relatos, en 2007 sale a la luz su primera novela La sangre de los crucificados, protagonizada por el doctor Zúñiga, un peculiar investigador del siglo XVII, que también será el personaje central de su siguiente novela, Muerte dulce, publicada en 2009.
Ambas novelas son históricas, pero con una trama policíaca y criminal, lo que demuestra tanto la vitalidad del género policiaco, que impregna otros géneros, como del mestizaje, cada vez más en boga, entre géneros.

LA SANGRE DE LOS CRUCIFICADOS



Zamora, 1682. Don Fernando de Zúñiga, doctor en medicina por la Universidad de Salamanca, acude a la llamada del obispo. Monseñor Balmaseda le encarga averiguar la procedencia de la talla de un Cristo crucificado, hallada en extrañas circunstancias y que parece estar relacionado con la trágica muerte de un herrador. El doctor Zúñiga pronto averigua que aquel suceso oculta una trama de terribles asesinatos, cuya investigación le llevará en un periplo por la Salamanca universitaria, la Corte madrileña y una Sevilla antes opulenta y ahora tan agonizante como los crucificados que procesionan por sus calles.
La sangre de los crucificados es un thriller histórico magníficamente ambientado en la España de finales del siglo XVII, cuyos protagonistas se mezclan con reyes, religiosos o artistas. Una novela que convierte el esplendor artístico del Barroco y las intrigas políticas en torno al último rey de los Austrias en una trepidante aventura.

MUERTE DULCE


Balmaseda, 1683. Pedro Urtiaga acaba de ser envenenado. En sus últimas horas de vida escribe a su amigo, el doctor Zúñiga, anunciándole su inminente fallecimiento y suplicándole venganza. Este viajará a tierras vascas para averiguar la identidad del asesino. Pronto descubrirá que su muerte no solo tiene que ver con el vino, sino también con una partida de naipes de un juego recién nacido: el mus.
Leyendas ancestrales, mujeres enamoradas y falsas apariencias se enredarán en esta trama —en la que los acontecimientos se suceden sin tregua para el lector— relatada sin artificios con una prosa limpia y magnética.