Título: LA CAPITAL DEL MUNDO
Autor: GONZALO GARRIDO
Editorial: ALREVÈS
Trama: El descubrimiento, en el
interior de un edificio que se está derruyendo, del cadáver de quien, cuando es
identificado, resulta ser uno de los científicos más importantes y significativos
de Euskadi despertará las alarmas de las autoridades, que muy pronto
dictaminarán que ha sido un suicidio. Pero su viuda no está conforme con ese
veredicto y contratará a un detective para que investigue qué hay de cierto en ese
suicidio o si por el contrario, como piensa ella, ha sido asesinado.
Personajes: Ricardo Malpartida, taxista reconvertido en detective,
marido abandonado, padre descolocado y amante escéptico, pero persistente en su
trabajo, su hija Andrea, adolescente conflictiva que sólo piensa en estar con
su novio, y que posee habilidades informáticas, Lucía Barandiarán, esposa del
científico asesinado, representante cualificada de la alta burguesía bilbaína,
que aparentemente jamás pierde la compostura, Trajano, sindicalista de la Ertzaintza,
amigo y colaborador de Malpartida, siempre que eso no le ponga en ningún
aprieto, Idoia Barredo, agente de la Ertzaintza, decidida a llegar al fondo del
asunto, no muy amiga de los detectives privados, Francisco, portero del
edificio en el que Malpartida tiene su oficina, colaborador esporádico del
detective, charlatán y capaz de tirar de la lengua a cualquier persona, Baroja,
abogado de lo más bajo y rastrero de la sociedad, tanto que ha asimilado sus
métodos, amigo de Malpartida.
Aspectos a Destacar: El autor nos lleva por una
ciudad, Bilbao, la capital del mundo, en la que junto a sus luces hay también
su buen catálogo de sombras, con una mirada no exenta de cariño, pero que no
vacila a la hora de mostrarnos tanto sus carencias como la de sus habitantes.
La Frase: Necesitaba dinero, mucho dinero
para poder pagar las deudas que se le iban acumulando en los últimos meses. El
negocio de detective no marchaba bien. Los casos que llevaba apenas servían
para cubrir los gastos básicos de una economía en declive. Debía pagar oficina,
casa, comida y ropa con créditos que había contraído con desigual fortuna para pagar, a su vez,
oficina, casa comida, ropa; la misma oficina, casa, comida y ropa que estaría
pagando hasta su jubilación, y que seguiría pagando tras su jubilación, gracias
al sistema bancario y a la complicidad del Estado.