LA NOVELA: En Bilbao, en la
inmediata postguerra, un chaval, Miguel, espera el regreso de su padre, un
capitán de gudaris a quien todos dan por muerto, para que lo lleve a
Inglaterra, a reencontrarse con su madre y su hermana, evacuadas en el vapor
Habana. Mientras, se enfrenta a diario en el colegio al acoso del hermano
Martiniano y, sobre todo, se dedica a alimentar la esperanza de su vecina Bego,
una niña postrada en la cama a consecuencia de la tuberculosis. Le ha prometido
llevarla al sanatorio de Górliz, donde sin duda se curará. Claro que para eso
hace falta mucho dinero. Pero no hay problema, porque Miguel cuenta con la
complicidad de Tomás, un insólito amigo que tiene un plan --Tomás siempre tiene
un plan--, que les llevará a ambos a sumergirse en el mundo del estraperlo que
se practica en los muelles, por cuyo control pugnan policías y falangistas. La
peripecia de la que Miguel es protagonista está habitada por numerosos y muy
singulares personajes que, como los peces extraídos del agua de la ría,
boquean, en un intento agónico por sobrevivir en un ambiente asfixiante. La
novela, a pesar de la sordidez y la violencia de las circunstancias que
describe, está envuelta en todo momento en un halo de ternura, que sin duda
tiene mucho que ver con la juventud de los protagonistas y su mirada a menudo
naïf de la realidad, fuente constante, además, de muy buenas dosis de humor.
ENTREVISTA
AL AUTOR (https://postdata.elkar.eus/carlos-egia-en-cada-una-de-nuestras-familias-hay-al-menos-un-miguel/):
¿Qué es El
sacrificio de los peces?
Es el relato
de las peripecias que Miguel, un niño atrapado junto a su abuela en el
inhóspito Bilbao de 1939, tiene que vivir antes de poder reunirse de nuevo con
su familia, desperdigada por la guerra. Esa es la misión que se ha marcado,
pero no es la única, porque también tiene que conseguir una plaza en el
sanatorio de Górliz para Bego, su pequeña vecina enferma de tuberculosis. Esa
es una tarea aparentemente imposible, pero Miguel tiene un as en la manga:
Tomás, su amigo, protector y maestro en el arte de sobrevivir en las calles.
¿De dónde
surge esta historia?
Por una
parte, contaba con una buena colección de vivencias, más o menos dulces o
dolorosas, que me han transmitido mis padres y abuelos. Por otra, tenía una
historia, una historia que vestir. De la mezcla de la una con las otras surgió
Miguel. Bueno, en realidad, surgieron Miguel y Tomás, uno al lado del otro.
Creo que en el fondo, por lo menos así lo he sentido al revisar la novela,
también subyace la necesidad de recuperar la memoria de nuestros padres y
abuelos, de reconocerles el sufrimiento o el esfuerzo o la valentía. Porque yo
creo que en cada una de nuestras familias hay al menos un Miguel.
Está
ambientada en la inmediata postguerra, ¿pero la calificaría como novela
histórica?
No es una
novela histórica, en el sentido de que el objetivo no es, ni mucho menos,
recrear una época, sino contar lo que les sucede a una serie de personajes.
Dicho esto, me he documentado razonablemente para intentar no cometer gazapos
históricos, lógicamente. Es más, hay ciertos hechos que efectivamente
sucedieron tal y como se recogen en la novela.
Llama la
atención, y mucho, que, a pesar de la sordidez y la violencia de las
situaciones, la novela esté envuelta en todo momento en un halo de ternura,
salpicado a menudo con buenas dosis de humor.
Era del todo
necesario que así fuera. Nadie puede vivir en un ambiente tan asfixiante, lleno
de penurias, de hambre y de frío, de miedo, si no se arma con buenas dosis de amor
hacia quienes le rodean. La solidaridad es el fusil de los pobres y los
vencidos, lo único que se puede dar cuando no se tiene nada. Entonces solo
quedan el consuelo, la amistad, la comprensión, el apoyo mutuo. Es todo lo que
Miguel puede hacer en la mayor parte de las ocasiones. Lo único que puede
prometerle a Bego, y así lo dice en el relato, es que estará siempre a su lado.
Es, sin
duda, una novela de personajes: el hermano Martiniano, Eli, María, el Limaco,
el Negro, el falangista Andéchaga, el Topillo… ¿Dónde los ha “encontrado”?
En el
colegio, en la calle, en casa… En el momento de escribir la novela no era
consciente de ello, pero ahora lo he pensado y sé que prácticamente todos los
personajes parten de uno o incluso varios referentes reales.
El espacio
urbano en el que se desarrolla la trama (Solokoetxe, Las Cortes, Tendería,
Marzana, Uribitarte…) tiene también mucho de personaje.
Desde luego
que es un personaje más y, además, uno muy importante. Mi niñez la pasé en
Bilbao, entre Santutxu y el Casco Viejo, en la calle Tendería. Mi abuelo
paterno trabajó muchos años de barman en Las Cortes y el materno, en una
naviera de Ripa. San Antón era nuestra parroquia. Tengo, además, una difícil
relación con la ría. Me atrae a la vez que la temo. Es una especie de obsesión.
Están también el tren y el sanatorio, la playa de Górliz y Plentzia, que forman
parte de mi adolescencia.
El
sacrificio de los peces es la primera novela que publica, pero resulta evidente que
usted no es un recién llegado a la literatura…
Hay más
antes de El sacrificio de los peces y también después, pero sí que
considero esta novela un punto de inflexión en un largo proceso. Mi base son
los relatos breves. Con uno de ellos gané el primer premio del certamen Bruma
Negra. Luego, llegaron los años del trabajo y la familia, en los que se fueron
cociendo historias, personajes, ideas y tramas. Finalmente, se fue abriendo
paso, lentamente, la oportunidad de escribir, el momento y el tiempo
necesarios. El sacrificio de los peces es la primera muestra de ello y
espero tener la oportunidad de que se puedan conocer más.