El escritor Francisco Umbral llegó a decir que deseaba contraer una grave enfermedad para poder escribir su mejor libro. Este comentario, que a primera vista podría interpretarse como un esnobismo, ayer no lo fue. No al menos para quienes escucharon al escritor y columnista de Diario de Navarra Juan Gracia Armendáriz, que ahora convalece de éxito tras haber volcado el dolor de la enfermedad en su último libro, Diario de un hombre pálido.
Durante un encuentro organizado por el Club Virtual de Lectura del periódico, Juan Gracia comprobó que su libro está calando: loscomentarios no dejaban de encadenarse.
Entre sus lectores se encontraban desde el consejero de Cultura, Juan Ramón Corpas, que acudió como amigo, hasta la joven autora Margarita Leoz. Juan Gracia, que pertenece a la lista del centenar de navarros que necesitan recibir un transplante (en su caso, de riñón), ha encontrado pequeñas perlas en lugares tan poco sugerentes como la habitación de un hospital, una sala de espera o de diálisis. Un auténtico tratado de empatía que cautiva por la cálida naturalidad con que va mostrando situaciones extremas y a la vez cotidianas. Así reveló José María Romera desde su columna de "Diario de Navarra" el valor que encierra el Diario de un hombre pálido.
Belén Galindo, responsable del Club Virtual y amiga personal de Gracia , apuntó la cuestión clave: ¿Dónde queda el pudor? ¿Hay límites?. Un diario tiene que ser indiscreto, es parte de su encanto, siempre que se elija el tono adecuado, contestó el escritor. Llevado por esa preocupación por el tono, Gracia se enfrentó a un delicado juego de equilibrio. Confesó que tenía la sensación de estar pisando una claraboya de vidrio que se podía romper.
Corpas apuntó la dificultad de escribir un diario sin hacer trampas. Le comentó al escritor que él no había notado ninguna. Y si la hay, no sé si nos lo vas a decir. Gracia respondió que el 95% del libro refleja vivencias en primera persona. Lo único que está inventado es la clínica Golden Angel de California, donde los médicos deben experimentar obligatoriamente los tratamientos que infligen a sus pacientes, dijo entre risas. Confesó que era su manera de ajustar alguna cuenta pendiente, y el público le respondió con más risas. Así introducía un punto de ironía en el libro que le viene bien.
El drama y el humor conviven con normalidad en las páginas de su diario. Gracia se refirió a la enfermedad como una auténtica aventura existencial. ¿Cómo es posible vivirlo así? Puede ser terrible, pero también puede perfeccionarnos. Para él, la enfermedad supuso la oportunidad para tratar de hallar perlas brillantes en lugares como la sala de hemodiálisis de un hospital de Madrid, aseguró.
Y eso que ciertas salas de hemodiálisis estarían muy próximas a la "Rumanía de Ceaucescu", según relató. Algo está fallando cuando un veterinario trata mejor a un gato que un médico a sus pacientes. En el toque de atención que lanza al colectivo sanitario, señaló que había diferencia entre la carencia de comunicación con el paciente por parte de los médicos y el excelente trato que caracteriza al personal de enfermería. Belén Galindo le preguntó si se podía considerar una obra terapeútica. Yo sentí la necesidad de escribirlo. Mi amigo Francisco Javier Irazoqui ha dicho que es un libro que nos hace mejores. Es el mejor halago que he recibido, contestó.
Un gran libro es el que tiene la capacidad de emocionarnos, y yo aquí siento mucha emoción, comentó Belén Galindo al hilo de las preguntas de los asistentes. Al autor pamplonés le llovieron los piropos. Sus lectores destacaron desde la mirada de afecto que dedica a todos sus personajes hasta la calidad que ha alcanzado literariamente. La expresión obra maestra sonó en varias bocas.
También salió a relucir la cuestión del estilo, muy diferente al de su anterior novela, La línea Plimsoll. Le preguntaron si en este caso lo había intentado dulcificar. Gracia respondió que su anterior obra la escribió cuando se encontraba sano y sus recuerdos de la enfermedad se remontaban a veinte años atrás. Pero Diario de un hombre pálido no es un libro escrito desde el recuerdo, sino desde el presente.
A Juan Gracia le preguntaron si el libro le había permitido conocerse mejor. Seguramente sí, pero sospecho que tendré que dejar pasar un tiempo. Dentro de un par de años lo volveré a leer y entonces será cuando descubra cuánto desconocía de mí, reflexionó.