Título: PERVERSIDAD
Autor: JAVIER SAGASTIBERRI
Editorial: EREIN / Colección Cosecha Roja
nº 24
Trama: La muerte de un hombre, con
signos de haber sido terriblemente torturado, obligará a los mejores
especialistas en homicidios de la Ertzaintza de Bizkaia a bucear en un submundo
plagado tanto de hipocresía como de maldad, en el que todos tienen algo que
ocultar y nadie es lo que parece.
Personajes: Itziar Elcoro, oficial de la Erzaintza experta en
homicidios, tímida y solitaria, originaria de una tradicional familia
donostiarra, Arantza Rentería, suboficial de la Ertzaintza, compañera, subordinada
y amiga de Itziar pese a ser “estéticamente” antitéticas, que parece estar
siempre enfadada y enfrentada contra todo el mundo, pero incansable hasta
culminar con éxito su investigación y realizar su peculiar sentido de la
justicia, Martín Larburu “La Marty”, antiguo delantero centro “rompedor” del
Athletic, que decidió romper también con su pasado y salió del armario, Juan
Manuel Olarizu, centenario patriarca de la negurítica familia Olarizu, miembro
del Opus Dei no tanto por convicción sino porque hizo con esa institución
buenos negocios cuando controlaban el gobierno bajo el franquismo, Txusa,
Teresa e Isabel, las tías monjas de Itziar Elcoro, doctoras en Psiquiatría,
Psicología y Física respectivamente, que no se limItan a quedarse rezando en su
convento, precisamente, Jaime Olarizu, hijo de don Juan Manuel, que se separó
de su familia cuando decidió montar un burdel de lujo, atraído por el sentido
hedonista de la vida, todo un “bon vivant” y un caballero a la antigua usanza, Mikel
Arruebarrena, friki amigo de Arantza Rentería, aquejado de un notable sobrepeso
y un auténtico virtuoso informático.
Aspectos a Destacar: La descripción de un
estrato de la sociedad que ha llegado a detentar un poder casi absoluto, para
lo que se ha servido tanto de la economía como de la política y la religión, no
sólo con sus hipocresías sino también con sus contradicciones, que parecen
perpetuarse de generación en generación.
La Frase: Alguna vez me he planteado la
posibilidad de que Dios no sea consciente de lo que nos está haciendo. Quizás
se contemple a sí mismo no como un creador de realidad sino como un novelista.
Quizás conciba su actividad como una mera creación de ficciones. Para
entretenerse crea un mundo y unos personajes, imagina dolor y felicidad, éxitos
y fracasos, y los reparte como le da la gana entre ellos, unas veces con
justicia y otras, para hacer más interesante el argumento, en forma
monstruosamente injusta. Cuando actúa de esa manera no es consciente de que
realmente esos personajes han cobrado existencia fuera de su mente.