Cuando ante la tragedia el
sentido del deber del héroe se impone a cualquier otra consideración, incluso
superior al valor de la vida humana, el resultado siempre es el desastre ético
de ese héroe.
«Un barco es una isla. Un
barco anclado frente a una isla es un archipiélago y un barco abandonado a su
suerte una ratonera.» Así se inicia la nueva trepidante novela de Willy Uribe,
El último viaje del Omphalos.
El Omphalos es un
buque mercante que ha quedado varado frente a las Islas Bijagos de Guinea
Bissau. Corre el año de 1986 y lo que queda de tripulación lleva seis meses
soportando una situación que se está convirtiendo en insostenible. El barco,
acusado de entrada ilegal y contrabando, no cuenta con el permiso para levantar
el ancla. Su tripulación embarcó en Rotterdam con destino a Ciudad del Cabo,
pero sobrepasadas las islas de Cabo Verde, a la altura de Guinea Bissau, el barco
sufrió una avería y quedó varado frente a la costa.
La naviera conseguirá que los
oficiales y algunos marineros, todos ellos británicos, puedan abandonar el
barco. A bordo sólo quedarán cinco españoles, a la espera de que las
autoridades los saquen de esa ratonera: Ramón Ríos, que destaca por su
cobardía; Walter García, del que sabemos que cumplió condena en Portugal por un
atraco a mano armada, el desaparecido Roberto Nozales, el engrasador Julio
Llanos, asesinado antes de iniciarse la acción de la novela por un oficial
guineano, además de Jaime Torres, el jefe de máquinas, el protagonista de la
novela, con un pasado que nadie conoce a ciencia cierta, y que, siguiendo un
antiguo código de honor marinero, decide quedarse a bordo mientras tenga una tripulación
a su cargo.
Pasados esos seis meses,
Federico Báscones de Ojeda, un joven abogado español enviado por su bufete,
llega al barco con la idea de repatriar a sus compatriotas. Sin embargo, los
marineros, curtidos en mil y una tempestades, saben que la ingenuidad del
abogado no les salvará de las garras de las autoridades africanas, que sólo
esperan la ocasión de hacerse con el barco para desguazarlo y deshacerse del
resto de la tripulación. El abogado pasará a formar parte de los rehenes y verá
cómo su ingenuidad y sus buenas intenciones son arrasadas por una espiral de
estulticia y violencia. La tripulación es una fiera enjaulada y Jaime Torres
hará todo lo posible por salvar el pellejo, a pesar de tener la tripulación a
su cargo, si hace falta pactando con el mismo diablo. Ese pacto es el único que
le permitirá salvar la vida.
El último viaje del
Omphalos viene a ser una descarnada actualización del clásico El
buque-faro de Siegfried Lenz, mucho más feroz y
desesperanzada, pues sin duda alguna, los tiempos han cambiado. Willy Uribe
sigue ahondando en la descripción de esos seres humanos desesperados a la
búsqueda de una salida, aunque son conscientes de que ésta no existe,
traspasando las fronteras de la novela negra para escribir literatura con
mayúsculas.
Willy Uribe, cuya obra está siendo publicada en francés por el
prestigioso sello Rivages, ha recibido grandes elogios de la crítica.
De él se dice que escribe
con «mano maestra» Isabel Coixet (El Periódico). Que sus historias son «violentas
y opresivas a lo Patricia Highsmith» Fernando Savater (El País). Que
«merece la pena recomendarle.» Àlex Martín Escribá (Le Monde
Diplomatique en español)