Os dejo
aquí el interesante reportaje que Beatriz
Rucabado escribió para la edición vasca del diario EL MUNDO.
Un mendigo asesinado en el centro de Bilbao, un antiguo
inspector de policía de Mali que ha terminado encontrando su destino en la
capital vizcaína, un hombre a quien sus actividades criminales han acabado
cobrándole lo que más quería y, en el centro de todo, un ertzaina en excedencia
reconvertido en detective. Han pasado varios meses desde que Mikel Goikoetxea, Goiko
para los amigos, resolviera su último caso. Desde entonces regenta un bar
en el Casco Viejo de Bilbao y se ha convertido sin quererlo en el protector de
cinco prostitutas, después de que su proxeneta fuera asesinado por una banda de
delincuentes que él ayudó después a detener. Pero una puñalada que casi acaba
con su vida, y el caso de un mendigo cuya muerte parece no importarle a nadie,
acaban por devolverlo al mundo de la investigación.
Comienza así Demasiado ruido (Erein), una novela policiaca
en la que José Javier Abásolo (Bilbao, 1957) recupera a su personaje Goiko después
de incursiones en el género western con Una del oeste y en el género
histórico con la ucronía Una decisión peligrosa. «Cuando escribo, me
gusta partir de la historia; y si la historia no encaja con el personaje, no me
parece honesto forzarlo», dice.
En esta ocasión, sin embargo, tenía claro que el
protagonista debía ser Goiko, un personaje que ha ido evolucionando a lo
largo de cuatro entregas y que en esta ocasión deberá enfrentarse a un
conflicto entre su ética y su propia vida. Porque cuando, confundidos por su
nuevo rol como falso proxeneta –«No me quedaba con la pasta que ganaban ni me
aprovechaba de ellas sexualmente», remarca sobre su relación con sus protegidas
el personaje, que recalca también que «jamás en la vida» les tocó «ni un
pelo»–, una banda de delincuentes le encargue un asesinato, Goiko se
debatirá entre la posibilidad de rechazar el encargo y descubrirse, o aceptarlo
para salvar la vida. Y esta opción no le dejará más salida que la de investigar
a quienes le quieren contratar.
El protagonista se verá así envuelto en una trama en la
que se mezclan las bandas criminales del Este de Europa, los personajes
llegados de Mali y hasta la Policía de Scotland Yard. «Estamos globalizados
para todo, incluso para el crimen», reflexiona el autor, quien en la trama ha
recuperado a personajes de entregas anteriores como Vladimir –que ayudó al
protagonista a demostrar su inocencia ante las falsas acusaciones de implicación
en una red de distribución de pornografia infantil– y el viejo compañero del
protagonista Eneko Goirizelaia, empeñado en descubrir qué es lo que calla Goiko.
La trama se complica además cuando comienzan unos
extraños homicidios en Londres que traen de cabeza a Scotland Yard, además de
con las vicisitudes de un inmigrante africano que, antes de viajar a Europa,
fue también policía en su país natal. Un juego de planos que poco a poco irán
encajando y en los que Abásolo intercala la tercera persona para los personajes
secundarios y la primera para su protagonista. Después de cuatro entregas, al
autor cada vez le resulta más fácil adentrarse en la mente de un personaje que,
por su condición de antiguo ertzaina, conoce bien los procedimientos judiciales
y policiales, pero no está sujeto a ellos y actúa esquivándolos «de modo poco
ético» en ocasiones, reconoce Abásolo, quien remarca que pese a todo, y aunque
sea muy personal, el protagonista tiene un sentido de la ética «muy fuerte».
«Me gusta ver cómo va creciendo el personaje, que en esta entrega tiene más
años, está más cansado...», dice el autor, a quien le gusta recrear «personajes
vivos», con sus días buenos y sus días malos. «Que sean como nosotros», resume.
Así, Goiko hace gala de un sentido del humor
irónico y crítico que al personaje le sirve como «autodefensa » y al autor,
como herramienta para «destensar» las tramas más duras. Porque aunque remarca
que con sus novelas no intenta «hacer reflexión social», también sabe que a
través de las tramas y los personajes de la novela negra es «inevitable que
salgan esas reflexiones». «Hay autores que califican a la novela negra como la
novela social de nuestro tiempo», reconoce Abásolo, quien inevitablemente toma
elementos de la realidad cotidiana.
La novela plasma de hecho un Bilbao que no siempre es el
que recogen las guías turísticas, pero que el autor resalta que «aparece
siempre con cariño». Pero tampoco puede ignorar realidades que se han hecho
presentes en una sociedad que ha experimentado grandes cambios en los últimos
años. Y en la caracterización de los personajes resulta inevitable plasmar que
«no es lo mismo quien lo ha tenido todo» que quien ha nacido sin nada.
La trama hace de hecho un guiño a uno de los autores
vascos que, en los últimos años, ha puesto en el mapa literario el barrio de
Bilbao La Vieja. Así, en la novela tiene un cameo el inspector Touré,
inmigrante sin papeles convertido en detective improvisado que ha protagonizado
cuatro novelas de Jon Arretxe. «Le pedí permiso y me dijo que podía hacer lo
que quisiera mientras no lo matara, porque quiere seguir escribiendo sobre él»,
ríe Abásolo.
De igual modo, y aunque Goiko sufrirá en la
novela, también Abásolo tiene intención de seguir escribiendo sobre un
personaje cuya vuelta le reclamaban ya los lectores. Eso sí, siempre con la
honestidad de una buena historia y sin agotar al protagonista. «Es bueno
dejarlos reposar, porque si no, corres el riesgo de escribir siempre la misma
novela; y no quiero hacer un libro por hacer», subraya.