Mañana es jueves, es festivo en España, pero nosotros abriremos en el horario habitual de mañana y tarde. El domingo día 11 estaremos cerrados.
El sábado, día 10, les invitamos a que se acerquen por la librería a conversar de las próximas fiestas y el mejor regalo que pueden hacer: un libro. Ya saben, no necesita pilas, no queda obsoleto y siempre habrá alguien que diga:” recuerdo a… que fue quien me regaló a…”
Perry Mason es de los primeros personajes protagonistas de una saga policial de televisión que recordamos. En blanco y negro, con aquel doblaje puertorriqueño donde el muerto era el occiso… y tomaban whiski “en las rocas”.En el colegio todos decidimos que seríamos abogados cuando fuéramos mayores. Abogados como él, que nunca perdía un juicio. Nunca pudo defender a nadie ante el TOP. El personaje, creado por Erle Stanley Gardner, es absolutamente conocido pero muy poco leído.
Si vienen el sábado día 10, por La Barceloneta, les regalamos un ejemplar de las distintas ediciones que tenemos por la librería. Si ustedes nos hacen un pedido, les añadiremos un ejemplar, la elección será nuestra, pero si quieren elegir, entren en
Les adjuntamos una reseña de Raúl Argemí sobre El portador, de Marcelo Scalona, con prólogo de Lilian Neuman. Creemos que nuestra tarea como libreros negrocriminales es dar pistas de “nuevos culpables”.
Oido en la librería, el domingo pasado:
- Nos vimos mucho aquellos días en aquella ciudad
- ¿Parábais en el mismo hotel?
- No. Parábamos en el mismo bar.
Si piensan viajar a Estambul pronto no deben dejar de leer a M. M. Somer. Nos quedan unos pocos ejemplares de El beso asesino, antes de que se agote definitivamente. La vida nocturna de Estambul, a través de las angustias de un travesti investigando el asesinato de una amiga.
Nuestra recomendación: la esperada novela de Sergio Alvarez. Después de La lectora, con la que ganó el Memorial Silverio Cañada a la mejor primera novela que se da en la Semana Negra (¡Qué cenutrios pueden ser en algún ayuntamiento!)), todos esperábamos poder leer la novela que estaba escribiendo. Alfaguara ha publicado, por fin, 35 escalones.
Escrita con elementos de novela histórica, de aventuras, autoficción, thriller y hasta folletín romántico, recrea a partir de las desventuras de un perdedor y de las decenas de personajes que alguna vez conoció, la Colombia de los últimos cuarenta años. Revolucionarios perdidos, guerrilleros machistas, pandilleros despechados, paramilitares expertos en boleros, traficantes de drogas engañados por sus mujeres, exiliados en tierras gélidas, desaparecidos y hasta gente feliz y siempre en fiesta, pueblan este libro donde en cada página bulle el vitalismo y la tragedia que se han confabulado siempre para construir la atroz historia de Colombia. Una novela con un lenguaje deslumbrante, que sin duda será una de las obras de referencia de la nueva literatura latinoamericana.
Letal como un sólo de Charlie Parker.
Y aquí la reseña prometida:
Últimamente muchas novelas policiales y negras (¿?) se han deslizado hacia un mundo donde la violencia se cuenta desde tan lejos que no huele ni duele. Pero, de tanto en tanto, aparece un autor que decide ir a fondo, tal vez para ver hasta dónde llega. ¿Para probarse? Seguramente. Esa es una de las razones por la que muchos hemos escrito novela negra. Y El portador, editada por HomoSapiens en Argentina, es una de esas novelas.
Su autor, Marcelo Scalona, es de Rosario. El dato sería irrelevante si uno no recordara que, en las primeras décadas del XX, Rosario era llamada “La Chicago argentina”. Apodo que se ganó porque, como Chicago, se hacía fuerte en la exportación de carnes, al tiempo que tenía un gran mundo prostibulario. También porque ese fue un punto fuerte de la Mafia, con figuras como Agatha Galiffi, “La Flor de la Mafia”.
El portador nos cuenta la historia de un criminal singular. Gabriel Furlet es joven, lee mucho y es portador del sida, lo que explica, solo en parte, que lo llamen “el Portador”. Casi toda su vida la ha pasado en institutos correccionales para menores y cárceles, con lo que sus códigos están marcados por ese mundo extremo.
La voz narradora pertenece a un abogado de segunda, con aspiraciones de escritor, a quien desde chico apodan “Quimet”, como el personaje de La plaza del diamante, de Mercè Rodoreda. En palabras de Lilian Neuman, que prologa esta novela, “Es un Pirandello con auto de lujo, un turrito vestido de Cardin que un día se asoma a ese maldito socavón, a riesgo de caer rendido ante unos ojos que no debía haber mirado”.
Es cierto. Javier Quimet Pereda, por unos “arreglos” que tiene con un comisario recibe el encargo de tomar su defensa y conoce a Furlet, “el Portador”, en los calabozos de la comisaría. Algo huele a podrido, porque nadie lo quiere defender, y más: hay muchos, de uno y otro lado de la ley, que lo quieren ver muerto. Pero la necesidad tiene cara de hereje y el abogado agarra viaje.
Una pitonisa barriobajera le podría haber advertido: Pibe, tomate el piro, que esta milonga no es para vos, y te vas a hundir en la mierda. Después no me vengas llorando y con el culo roto.
Pero la pitonisa faltó a la cita y con la fuga de Gabriel Furlet, y el inicio de un plan demencial para tomar el poder y que gobiernen los desclasados, los villeros, los pobres, los miserables y sus amigos los ladrones, el narrador se zambulle de cabeza en un mundo cruel, sin piedad, pero con lealtades extremas, donde reina la muerte. Un mundo donde la violencia puede ser un camino hacia la redención.
En pocas novelas negras he leído escenas como algunas de El Portador. Estiran la cuerda hasta una coma antes de que se rompa. Sacuden y conmueven de tal manera que no se puede permanecer ajeno ni distante. Para leerla sin anestesia.