Título: EL
CUARTO MONO
Título
original: THE FOURTH MONKEY
Autor: J. D. BARKER
Editorial: PLANETA-BOOKET
Trama: Un hombre muere atropellado por un autobús en
Chicago. La cuestión de si ha sido un suicidio o un accidente se desvanece
cuando la policía descubre que llevaba una caja con una oreja recién arrancada
dentro, lo que les hace sospechar que se trate de un asesino en serie conocido
como “El Cuarto Mono”. Debido a ello arancará una carrera contra reloj para
descubrir el paradero de su nueva víctima antes de que acabe muriéndose.
Personajes:
Sam Porter, policía que lleva años encargándose del caso y que vuelve al trabajo precisamente para
seguir haciéndose cargo del mismo, ya que se encontraba de baja, Nash, compañero
del anterior, de físico grande y con bastante sentido del humor, Watson, miembro
del Laboratorio de Criminalística, cedido al departamento de policía para que
les ayude en el caso, joven, inteligente y con ganas de aprender, Claire
Norton, joven aunque experimentada y emprendedora policía, compañera de Porter
y Nash, Arthur Talbot, padre de la joven secuestrada, poderoso hombre de
negocios relacionado con las altas esferas de la ciudad, Emory, la joven
secuestrada, una luchadora que no se resigna pese a su situación, Kloz, policía
especializado en rastreos informáticos, que no desdeña rebasar, si la situación
lo requiere, lo permitido por la ley.
Aspectos
a Destacar: La línea en la que se mueve
la novela, que sin ser totalmente novedosa sí suele ser inusual en las
dedicadas a los asesinos en serie, ya que se parte no de la búsqueda del asesino
sino de su posible víctima / La presentación, en una “subtrama”, del punto de
vista del asesino, lo que la convierte en una novela dentro de la novela sin perder
por ello su coherencia interna.
La Frase: Surgieron
más lágrimas. Años después reflexionaría sobre esto. Era como si a las mujeres
no se les acabaran nunca. Con qué facilidad y con qué fuerza se les saltaban
ante un estímulo emocional. A los hombres, sin embargo, no. Los hombres rara
vez lloraban, y no por emotividad, en cualquier caso. A ellos, era el dolor lo
que les hacía llorar como magdalenas, el dolor les abría la espita. Las mujeres
eran perfectamente capaces de arreglárselas con el dolor, pero no con las
emociones.