Son heroínas, son sabias, son supervivientes, son mujeres
de mar, itsasemakumeak, acostumbradas a encararse a los temporales, a hacer
frente a las galernas, a acarrear penas y cargas, a supervisar a los vivos, a
honrar a los muertos.
Nada de lo que aquí se pueda contar se aproxima a la
dureza de sus vidas, y a pesar de todo, y de algunos, perduran pasando el
testigo a sus dignas sucesoras.
Esta novela histórica fabulada recorre los puertos vascos
como las galernas barren su costa: de oeste a este, del mediodía a la noche más
profunda, con la mar como testigo, inductora de la sucesión de catástrofes a
golpe de ola, agolpe de viento, a golpe de muertos.
Leer las estrellas, el cielo, la mar, el aire que
respiraban no era suficiente para predecir una galerna asesina cuando la
supervivencia de los suyos, etxekoak, dependía de la pesca. Nuestros hombres de
mar, itsasgizonak, ya estaban condenados a muerte cuando soltaron amarras del
puerto de Bermio y, doblando la atalaya, pusieron rumbo norte en aquellas lanchas
caleras cuya maniobra de retorno a vela era simplemente imposible.