Los vértices de un triángulo
convergen en Pasaia blues: Marta y Olatz, miembros de un comando
escondidas en un piso de Pasajes, reciben la visita de un tercero que viene
huyendo. César, un agudo fisonomista que viaja por el mundo rastreando rostros
fichados por la policía, hace de su obsesivo trabajo un arte que lo llevará al
borde de la
esquizofrenia. Roberto, un oscuro comisario sin prejuicios
morales, utiliza métodos más que dudosos para obtener información mientras se
deleita con peleas clandestinas de perros y combates de boxeo. Envueltas en una
atmósfera claustrofóbica, y con los convulsos años 90 como telón de fondo, las
páginas de esta novela negra de ambiente portuario conducen al lector a través
de las convenciones de la ficción pulp que el autor hace suyas hasta una
galería de espejos en la que personajes y trama se diluyen, cuestionando los
límites del género gracias a su fuerte carga psicológica.
En esta narración plagada de
referencias cinematográficas y continuos saltos en el tiempo, el lirismo y la
reflexión se ven interrumpidos por estallidos de violencia: los personajes se
buscan y se persiguen sin encontrarse, o, mejor dicho, dándose de bruces con
aquello que menos esperaban encontrar.
Entrevista publicada en el periódico Noticias de Gipuzkoa
el 6 de mayo de 2012. Redactor: Nil Ventós Corominas.
La elegancia de su escritura empapa la conversación con Harkaitz Cano (Lasarte,
1975). Paseamos por el mismo entorno donde ubicó su segunda novela: Pasaia.
Aunque la escribió en una estancia en Nueva York, visitó el lugar del crimen
para ambientarse. “En estos trece años, esto ha cambiado mucho”, recuerda.
¿Cómo se enfrenta a la novela trece
años después de publicarla en euskera?
Siempre hay una sensación de
extrañamiento cuando afrontas un trabajo de hace tiempo. En este caso la
traducción la hemos hecho a medias. La empezó Mikel Iturria
y la hemos terminado entre los dos. Ha sido interesante porque ha habido un
trabajo a cuatro manos y hemos contrastado cada palabra y cada expresión. Pero
toda autotraducción tiene algo de autopsia en vivo. El peligro no es que entres
en crisis con la traducción, sino con el original.
¿El autor tiene licencia para cambiar
parte del original?
Al fin y al cabo, cada traducción es
una especie de versión en vivo de un disco que ya existe en estudio. Suena
igual pero no es lo mismo. Lo que no puedes hacer es quitar una trama o un
personaje. Pero la obra no está terminada hasta que me muera. Un libro es solo
un estado de la obra.
La traducción ha salido cuando su
última novela, ‘Twist’, está siendo un éxito de lectores y de premios y justo
seis meses después del anuncio del fin de ETA.
Ha sido un curioso paralelismo. No
estaba pensado así. Pasaia Blues es una novela de género, bordea la serie B y no se respetan
del todo las leyes del realismo. Esas libertades me las tomé porque estábamos
en una época especial, cuando había una tregua entre 1998 y 1999, y eso sí me
permitía ficcionalizar el conflicto de una forma muy literaria. Me importan más
las leyes cinematográficas o de convenciones de género que el realismo. Para mi
sorpresa, al revisar Pasaia Blues, aunque la forma de enfocar el asunto es
totalmente diferente, veo que mis obsesiones y algunas historias son
prácticamente las mismas en Twist. Lo cual es un poco desolador porque te das
cuenta de que no evolucionas.
La estructura de la obra es muy
fragmentada, incluso cuesta seguirla.
Creo que fue Chandler quien dijo que
hay que conseguir que el lector en un momento dado se pierda. Me gusta ese tipo
de novela policiaca en la que hay ese momento de fárrago, de lío, de no saber
adónde vienen o adónde van los personajes.
Ha convertido Pasaia en una ciudad de
depravación, con peleas de perros clandestinas incluidas. ¿Lo que se gana en
proximidad escribiendo sobre un sitio cercano se pierde en glamour?
Siempre me ha costado muchísimo ubicar
las historias en Donostia. Me resultaba una ciudad difícil de trasladar a la
literatura sin aburrimiento, por ser una ciudad tan aburguesada, donde parece
que nunca pasa nada. El artificio de Pasaia Blues es que voy a los extremos. De
tal forma que parece una ciudad americana: boxeo, lumpen, peleas clandestinas
de perros. Pero, dicho esto quiero decir que los ladrones de chatarra, los
boxeadores en la
discoteca Young Play y las peleas de perros se dieron en
Pasaia en los 90. Y además conectado con el conflicto vasco, que eso es
totalmente licencia literaria.
El núcleo central de protagonistas es
un comando de ETA. ¿Fue fácil humanizarles, darles voz, caras, nombres, aficiones?
No es lo que más difícil me resultó. Lo
complicado era tomar la decisión de hacer ficción o documentación. Y en este
caso no me importaba tanto el día a día de un comando o su funcionamiento. No
me ocupé de investigar eso. Mi forma de abordar el tema era la forma de género.
Y teniendo clara esa premisa solo tenía que ponerme en su pellejo y en un
ambiente muy claustrofóbico, y eso no me preocupaba demasiado.
Lo que parece inverosímil es que una
militante escuche flamenco.
Esto está puesto a propósito. Es uno de
los tópicos y de hecho hay muchísimos militantes a los que les puede gustar el
flamenco. Me acuerdo cuando venían amigos de Madrid y les llevaba a algún bar y
se extrañaban de que sonasen canciones de rock radical vasco y pachanga y
flamenco. Pues claro que sí, no vivimos en compartimentos estancos separados.
Con esta traducción, ¿le parece que
esta novela puede salir de las fronteras del País Vasco?
De hecho se publicó en alemán antes que
en castellano. Mi duda es cómo se puede ver fuera de aquí, sobre todo Twist,
cuya traducción al castellano está en proceso. Cuando se ha escrito sobre ETA
siempre se ha tendido a que los miembros de los comandos se describan de forma
plana, sin dudas.
El protagonismo de ETA se ha repetido
en ‘Pasaia Blues’ y ‘Twist’, y parece que tanto el lector como la crítica
coinciden con esa obsesión suya.
No diría que mi obsesión es ETA. El
escritor tiene que contar lo que duele. Cada libro tiene un punto en el que tú
colocas la aguja del compás y ese es el punto que te duele y partiendo de esta
irradiación concibes la
historia. Todo lo que hemos vivido con este tema es un punto
donde colocar el compás. Eso sí que se repite, pero mi compromiso es literario,
lo que escribo es sobre las relaciones humanas, la cara oculta de la luna.
Y que viene condicionado por el lugar
donde vive.
Pero el motor primero es literario.
Su primera novela fue ‘Beluna Jazz’,
esta es ‘Pasaia Blues’, luego vino ‘Twist’, ¿la próxima tendrá algo que ver con
el funky o el rock?
(Ríe) No. De hecho Twist tampoco tiene
que ver con la música, pero sí que soy un músico frustrado.Mientras escribía
Pasaia Blues escuchaba muchísima música. De hecho la utilizaba como los perros
de Pavlov, era un poco conductista y creía en eso. Depende de lo que quería
escribir utilizaba un tipo de música u otro. Sí quería escribir un pasaje
descriptivo escuchaba jazz si quería algo de muchísima acción escuchaba
Smashing Pumpkins.