miércoles, 9 de mayo de 2012

FICHERO DE NOVELAS NEGRAS: 358.-EL OTRO LADO DEL DÓLAR (ROSS MacDONALD)


Título: EL OTRO LADO DEL DÓLAR
Título original: THE FAR SIDE OF DOLLAR
Autor: ROSS MacDONALD
Editorial: BRUGUERA
Trama: Un joven, al que han internado en un caro colegio para hijos conflictivos de familias adineradas, se fuga del mismo, por lo que la dirección contratará a un detective para encontrarlo. El asunto se complica cuando se padre recibe una llamada telefónica en la que se le avisa de que ha sido secuestrado y se pide un rescate por él, mientras se le insinúa que el propio joven es cómplice de su secuestro.
Personajes: Lew Archer, detective protagonista de las novelas de MacDonald, escéptico y desengañado, pero con un sentido de la honestidad y la justicia que le convierten en digno sucesor del mítico Philipp Marlowe de Raymond Chandler, Ralph Hillman, padre del joven desaparecido, antiguo combatiente de la II Guerra Mundial, deportista y triunfador, aunque su fortuna procede de su mujer, Elaine, mujer nerviosa y resentida con su marido, Dick Leandro, huérfano de un empleado de Hillman y protegido de éste, que haría cualquier cosa con tal de seguir gozando de los favores de su protector, Stella Carlson, adolescente amiga del joven desaparecido, pese a su edad, casi la más sensata de los personajes que aparecen en la novela, el doctor Sponti, director del establecimiento en el que fue recluido el joven fugado, hombre relamido y sólo pendiente de la buena marcha de su negocio, Bastian, inspector de policía eficaz y honrado, que colabora con Archer en la investigación, Susanna Drew, vieja amiga de Archer, o quizás algo más,  que trabaja en Hollywood y conoce todo lo que se cuece en el mundillo del espectáculo.
Aspectos a Destacar: El convencimiento del autor, que se expresa en prácticamente todas sus novelas, de que el pasado siempre nos alcanza por mucho que intentemos evitarlo y que no es posible construir nada si sus cimientos están basados en la mentira y la falsedad.
La Frase: La tristeza se transformó en una vaga idea, semioculta en mi cerebro: cada generación tenía que empezar desde cero y descubrir el mundo de nuevo. Cambiaba tan rápido, ese mundo, que los niños no podían aprender nada de sus padres ni los padres de sus hijos. Las generaciones eran como tribus enemigas, cada una en su isla de tiempo.

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