Artículo publicado en el Diario Vasco el 24 de febrero de 2012. Redactor: Enrique Mingo.
Cuando la escritora bilbaína Esther Zorrozua se dispuso a escribir Fuga para un pianista -libro que acaba de publicar la editorial Alberdania-, su primer propósito fue dar la vuelta al tópico que dice que en todo gran hombre hay siempre detrás una gran mujer' pero, tras crear y dar vida a los protagonistas, la historia la fue llevando por un camino en el que, sobre todo, se plantea el derecho de las personas a poner fin a su vida cuando ya no se desea vivir.
Para desarrollar la narración, Zorrozua creó, como en un laboratorio, el matrimonio formado por el pianista Esteban Montalbán y la cantante lírica Isabel Portolés, donde él, consciente de sus limitaciones, asume un papel secundario y apuesta por el futuro artístico de su mujer. La vida de la pareja entra en la cotidianeidad con sus dos hijos, con los celos de él, con fricciones normales que hacen que la relación amorosa no sea tan pura, y que sirve para dar humanidad a los personajes hasta que, repentinamente, muere Isabel sin llegar a la vejez. Como un jugador que lo apuesta todo a una carta y pierde, Esteban se queda bloqueado, enfadado con el mundo y, aunque no le pasa nada físicamente, se abandona, rompe con el entorno haciendo casi imposible la relación con é». Es entonces cuando entra el personaje de Hamlet, un peruano criado en los Andes, un personaje muy pegado a la tierra, con valores tradicionales, que será quien le cuide y a quien, tras salvar los primeros roces, le pida que le ayude a morir.
Puede parecer que la novela habla permanentemente de la muerte pero, al revés, en ella hablo de la vida. La muerte es una parte integral, algo de lo que no puedes escapar, asegura Zorrozua, quien se preocupó de que en el último párrafo quedase abierta una ventana hacia el futuro como una defensa de la vida con dignidad hasta el último momento.
Su editor, Jorge Giménez, destaca de la novela el hecho de que la escritora no se acerca al fondo del tema a través de los elementos más apasionados, sino que llega a través de aspectos que podrían parecer secundarios, como si no pretendiera contar lo que va a contar. Es una técnica narrativa curiosa con la ventaja de que despoja de dramatismo a los hechos sin perder la intensidad que requiere la trama, y con la que muestra con rigo» todas las facetas que suscita el tema.