Título: QUE TE VAYA COMO MERECES
Autor: GONZALO LEMA
Editorial: ROCA
Trama: Un antiguo delincuente, ya
retirado y que trabaja como camarero, recurre a un viejo policía, también retirado
del cuerpo y al que conoció cuando ambos estaban activos, para pedirle que
investigue la desaparición del depósito de cadáveres de la policía del cuerpo
de su hijo, que tras seguir sus pasos en el campo de la delincuencia había sido
asesinado. Pese a que el expolicía no guarda muy buen recuerdo, ni contactos,
de su anterior trabajo, accederá a realizar unas indagaciones que le llevarán
más lejos de lo que inicialmente sospechaba.
Personajes: Santiago Blanco, expolicía
que acabó en la marginalidad, durmiendo debajo de un puente, y se recicló como
portero de un edificio de dudosa legalidad en su construcción, poblado por
gente de lo más variopinta, Abrelatas, antiguo delincuente que trabaja como
camarero y que no entiende los motivos de la extraña desaparición del cadáver
de su hijo precisamente de un depósito policial, Gladis, mujer con la que
Blanco sostiene una relación sentimental y que le insiste para que se vaya a
vivir con ella a otra zona del país, Margarita, farmacéutica del barrio, de
gran corazón, que desea encontrar el amor de su vida, El coronel Uribe, antiguo
jefe y propietario del edificio en el que Blanco es portero, autoritario y
desconfiado, Liliana Wenninger, inquilina del edificio de extraño pasado, de la
que Blanco sospecha que es amante de Uribe, Margot Talavera, fiscal de la
policía, que traba amistad con Blanco mientras éste inicia su investigación.
Aspectos a Destacar: La novela, situada en
Cochabamba (Bolivia), nos describe de un modo vívido la existencia cotidiana de
la ciudad casi mejor que una guía de viajeros, inundándonos con sus olores y
sabores, sin por ello descuidar el fondo de la trama, pero como un complemento
que enriquece la obra, que fue además la ganadora del Premio Internacional de
Novela Negra L’H CONFIDENCIAL 2017.
La Frase: La gente vivía a su manera sin
mayor conciencia histórica. Era feliz. La gente y sus circunstancias muy
sencillas, que se consumían cada simple día. El trabajo, la casa y la fiesta.
¿Dónde les fatigaba el país? En ningún lado, porque el país era demasiada
abstracción, un complicado ejercicio de especulación intelectual, algo que
nunca se veía por ninguna parte. La vida era ese bulto que cargaban en la espalda
rumbo a su casa en alguna ladera. Sus niños agarrados a sus polleras. Sus
perros por detrás. Su quechua. No valía la pena pensar más. Se podía vivir bien
apostando todo a lo sencillo.