el 5 de noviembre de 2010. Redactor: Ion Stegmeier.
Si no fuera por los crímenes de la Guardia de Hierro, el holocausto judío en Rumanía y otras tropelías balcánicas, el nuevo libro de Miguel Sánchez-Ostiz llevaría subtítulo. Guiñol Burlesco, había pensado para colocar debajo del cabecero: Cornejas de Bucarest. Pero él mismo se censuró. La comparación no procedía.
El escritor pamplonés (1950) acaba de publicar con la editorial Pamiela su decimosexta novela, un libro de más de 500 páginas en el que ha empleado tres años de trabajo. Dice que se ha divertido mucho escribiéndolo.
Cornejas de Bucarest es el fruto de un "flechazo" que sintió hacia Rumanía, algo parecido a lo que experimentó en su día por Bolivia y que plasmó entonces en su Cuaderno boliviano. Sánchez-Ostiz esbozó ayer algunos de esos rasgos que le atrajeron del país. Pintó un paraíso de los especuladores inmobiliarios -el rumano quiere ser norteamericano cuanto antes, quiere pasta ya, pasta como sea-, de las mafias rusas, griegas e italiana; un país que sólo en su capital, Bucarest, cuenta con más de treinta casinos; lleno de contradicciones; que vive la inmigración al precio que sea; que sigue haciendo gala de una llamativa xenofobia (conviven juntas 16 etnias), y en el que pervive la lacra del antisemitismo. Hasta las SS llaman la atención sobre la brutalidad de los rumanos", apuntó ayer el autor.
Es una sociedad muy compleja que atrae, dijo. Al responsable de tantas matanzas Antonescu, por ejemplo, no sólo lo fusilaron sino que lo he visto en las paredes de una basílica como objeto de culto, apuntó. Un país y una ciudad de la que sus propios habitantes le decían que se encuentra entre Oriente y Occidente. Y en la que cada cada atardecer aterrizan miles de cornejas, en una escena hitchcockiana que nadie sabe explicar. Todas estas aves, de connotaciones tan literarias, desaparecen a la mañana siguiente. Hay gente que habla de maldiciones, señala.
El libro tiene bastante de crónica y mucho de fantasía en la vida del narrador, un escritor que viaja a Bucarest a participar en un curso sobre picaresca española en la Universidad. Es inverosímil, lo que le pasa es algo que no le pasa a nadie, admite Sánchez-Ostiz. En ese viaje, el escritor tropieza con esa Rumanía contradictoria pero también con sus propias criaturas de papel.
Ese escritor está bastante zarandeado, según desvela Sánchez-Ostiz, y titula la conferencia "Cómo he llegado hasta aquí". El hombre se acojona porque no sabe cómo ha llegado hasta ahí, con gatillazos, errores y malos pasos, señala. Esa conferencia es en realidad un viaje a su propio pasado: El pasado nos da caza donde menos lo esperamos, dice el autor de Las Pirañas o No existe tal lugar.
En Cornejas de Bucarest hay mucho sarcasmo sobre la literatura. Es, según su autor, una ficción autobiográfica que se transforma en ensoñación autobiográfica.
Aunque el personaje no es él, Sánchez-Ostiz visitó en el año 2007 la Universidad de Bucarest para dar una conferencia sobre la vigencia de Pío Baroja. Ya había conocido el país en 2005, en la presentación de un número dedicado a Madrid por una revista. Pero en ese viaje fue cuando empezó a tratar con rumanos, que le contaron lo que había sido el régimen totalitario de Ceaucescu. Gente muy herida, dice él. Y volvió en 2008. Le chocaba por ejemplo que preguntara por los cementerios judíos y nadie diera razón de ellos. Pero los encontró, también el sefardita, donde los nombres de las tumbas cantan.
Con Sánchez-Ostiz, Pamiela vuelve a publicar narrativa y poesía en castellano, quien no quería sentirse en un Mercairuña del libro: En las grandes editoriales españolas están tratando a buena parte de los títulos como mercancía barata, explicó.
La novela, por cierto, se la provocó un profesor rumano. Un día le dijo que sólo le interesaba la novela posmoderna española. Sánchez-Ostiz le contestó: te voy a escribir una.
LA NOVELA: Cornejas de Bucarest, la comencé a escribir en la primavera de 2007, en Bucarest, a donde fui a dar una conferencia sobre Pío Baroja, invitado por la Universidad. La había títulado Un gamberro en Bucarest y subtitulado «Guiñol burlesco», hasta darme cuenta de que me refiero a asuntos, como el holocausto judío en Rumanía, que admite mal la burla del guiñol. Lo mismo por lo que se refiere a nuestra historia civil y a qué chirrión han ido a parar los ideales de los de mi generación, si es que alguna vez los tuvimos de verdad, y a la voracidad del sistema neoliberal que en Rumanía es de traca.
En 2005 había hecho otro viaje para hablar de Madrid como ciudad literaria, y Bucarest me deslumbró y a la vez me hizo ver que cuanto más lejos estuvieras de las instituciones culturales españolas, mejor.
Repetí el viaje en pleno invierno de 2008: una de las canciones del viaje de invierno de Schubert está dedicada a la corneja como compañera de viaje.
El título me lo sugirió un fenómeno que se daba en Bucarest. Al caer el día, miles de cornejas, en un vuelo nutrido e incesante, buscaban refugio en el interior de la ciudad. La corneja tiene una simbología tan amplia que al final simboliza lo que nos dé la gana, aunque algunos de los símbolos me resulten más atractivos que otros, como que anuncia un tiempo en el que no debemos dejar pasar las oportunidades que se nos ofrezcan.
Me gusta también que la presenten asociada a Morgan Le Fay o Fata Morgana, la que encerró a Merlín en una cárcel de palabras, imagen esta que me parece muy acertada para referirse al escritor más o menos atrapado en su mundo.
He tenido la fortuna de que la cubierta sea obra de un ilustrador extraordinario, Casajordi, que ha sabido atrapar al vuelo el fondo de ese viaje o de ese guiñol burlesco.
EL AUTOR: Miguel Sánchez-Ostiz (Pamplona, 1950) es autor de las novelas Los papeles del ilusionista (1982), El pasaje de la luna (1984), Tánger Bar (1984), La quinta del americano (1987), La gran ilusión (1989), Premio Euskadi de Literatura y Premio Herralde de novela, Las pirañas (1992), La caja china, Un infierno en el jardín (1995), No existe tal lugar (1997), Premio Nacional de la Crítica, La flecha del miedo, El corazón de la niebla (2001), En Bayona, bajo los porches (2002), La nave de Baco (2004), El piloto de la muerte (2005) y La calavera de Robinson (2006).
Entre sus muchos libros misceláneos hay que destacar la crónica de viajes La isla de Juan Fernández y Peatón de Madrid, así como una serie de diarios y dietarios, que se comenzaron a publicar en la editorial Pamiela en el año 1986, como La negra provincia de Flaubert, Mundinovi. Gaceta de pasos perdidos (1987), Correo de otra parte (1993), El árbol del cuco (1994) a los que siguieron La casa del rojo y Liquidación por derribo.
En el año 2001, la editorial Pamiela publicó toda su obra poética hasta esa fecha, con el título La marca del cuadrante (Poesía, 1979-1999).
Por lo que respecta a sus estudios y trabajos barojianos, cabe citar: Derrotero de Pío Baroja (Alberdania, Irún, 2000), Opiniones y paradojas (Barcelona, 2000) y Pío Baroja, a escena (Madrid, 2006); la edición y estudio de la novela inédita Miserias de la guerra (2006); los prólogos a Las inquietudes de Shanti Andía (2001) y El árbol de la ciencia (2006); y los ensayos Pío Baroja y Pamplona (1996), El rumor de Itzea (1998), Itzea, el mundo de los Baroja (1998), El viaje de invierno de Pío Baroja (2002), Tras los pasos de Pío Baroja (2004), Pasada la tormenta (2006), Pío Baroja en el espejo de papel (2006), Las crepusculares (2006), Tiempos de tormenta (Pio Baroja, 1936-1940) (Pamiela, 2007) entre otros muchos, al margen de conferencias, artículos y reseñas de prensa, fechados entre 1982 y 2007.
Un año después de la muerte del escritor navarro publica Lectura de Pablo Antoñana (Pamiela, 2010).