Artículo publicado en el diario DEIA el 31 de mayo de 2010. Redactora: María R. Aranguren.
Del verbo eros procede también la palabra Eroski, que puede significar cualquier cosa, dice Edorta Jiménez entre risas. El escritor vizcaino no quiere restringir demasiado el significado de la palabra erótico y adelanta que para él es todo aquello que produce algún tipo de consecuencia de carácter carnal. Se cita con el periódico en la biblioteca de Bidebarrieta, donde conversa con la escritora Jasone Osoro sobre erotismo, literatura y autores vascos.
Es cierto que todo depende de la mirada. Dos personas leen el mismo texto y a las dos le produce una emoción distinta, coincide Jasone Osoro, autora de obras como Tentazioak (Tentaciones), Korapiloak (Nudos) o Greta. Quizá por eso cuesta tanto comenzar la conversación, porque no existe una categoría clara más allá de las que ofrecen las editoriales cuando agrupan un conjunto de títulos bajo la denominación Literatura erótica. Decía Boris Vian que no se puede definir qué es el erotismo, pero que todos sabemos en un momento dado qué es y qué no es erótico, recuerda Jiménez. En marzo publicó Haragizko amoreak (Amores carnales), un poemario que conecta con la tradición oral vasca y que contiene una gran carga sensual. Muéstrame la otra parte de la manzana asada, lee Jiménez. Esa manzana asada que simboliza la vulva, esa herida con la que significa en un verso la menstruación femenina y esa mención a la Biblia en Dame la leche y la miel de la Tierra Prometida. Hay versos anónimos del siglo XV con este significado profundo y precioso de la manzana en euskera, explica Jiménez. Los elementos naturales están muy presentes en el cancionero popular vasco cuando se habla de sexo.
Jasone Osoro, que escucha atenta, nombra Korapiloak, su segunda novela. Fue una experiencia interesante pero también difícil, recuerda. El título hace alusión a la vida, que es una cuerda llena de nudos. Conforme uno suelta esos nudos, va quedando desnudo con sus vivencias, con sus temores. Hay una serie de pasajes eróticos, aunque fue un libro muy diferente a Tentazioak. La dificultad no estribó en la creación de la obra, sino en las etiquetas que ya le habían colgado por escribir un libro con altas dosis de erotismo.
Cuando presenté este libro indicaron desde distintos foros que yo era una mujer joven. Dos etiquetas que, junto con la del sexo, siempre han estado relacionadas conmigo, cuenta con rabia. "Hasta tal punto que cuando escribí Greta un medio de comunicación llegó a resaltar que ese no era un libro erótico.
Edorta Jiménez la defiende: Cuando leí Tentazioak lo que sentí es que no había un libro como ese antes en la literatura vasca. Para el autor, la misoginia ha estado muy presente en el gremio de los literatos vascos. Una mujer puede ser abuela y la seguirán llamando joven escritora. Tengo amistad con Mariasun Landa y es un claro ejemplo de la soledad que a veces puede llegar a sentir la escritora vasca, en este caso con el estigma de que ella crea literatura infantil. Sin embargo, todo el que la haya leído conoce el gran nivel que caracteriza su trabajo.
La moderadora, Udane Goikoetxea, interrumpe este Encuentro con la Literatura para pregunta si hombres y mujeres enfocan de una manera diferente la escritura de pasajes eróticos. Cada uno escribe desde su experiencia, desde lo que ha vivido, pero está claro que vivimos de una forma distinta la sexualidad. Los referentes culturales son distintos todavía, replica Osoro.
Ambos comparten un problema: los referentes son pocos. En euskera hay libros pero todavía no hemos conseguido llegar al aeropuerto de Loiu, indica Jiménez. Cuando leí que se había organizado el primer Euskalsex y que se había traducido por primera vez una primera película erótica al euskera me reí mucho. Nuestro idioma escrito tiene muchas carencias. Edorta Jiménez se refiere a la frecuencia con la que se usan las palabras y Jasone Osoro coincide en su tesis. Hay un lenguaje todavía por trabajar, por elaborar. Algunas palabras no se utilizan en el idioma hablado así que cuando se ponen en el papel suenan raro, ejemplifica la escritora.
Sin embargo, cada vez resulta más complicado hablar de erotismo. El escritor siente mayor libertad para reflejar estas cuestiones y el erotismo aparece de una forma más normalizada, apunta Osoro. En Las 11.000 vergas, de Apollinaire, el prologista de la edición en castellano alude a la dificultad que supone la traducción porque el castellano no tiene la riqueza que tiene el francés por la influencia del franquismo, dice Jiménez. Para encontrarla en el euskera hay que regresar a las baladas, aunque a veces también te encuentras que alguno ha metido mano.