viernes, 23 de julio de 2010

CECILIA G. DE GUILARTE. REPORTER DE CNT NORTE. SUS CRÓNICAS DE GUERRA (JULEN LEZAMIZ & GUILLERMO TABERNILLA)

LA OBRA: Cecilia G. de Guilarte, nacida en Tolosa en 1915 en el seno de una familia obrera, es un referente de las letras vascas y la primera mujer corresponsal de guerra, ya no sólo del periodismo vasco, sino de toda la cornisa Cantábrica. Una pionera injustamente tratada por la historia que abrazó el anarquismo de un modo casi confesional y que cubrió para su periódico los frentes de Gipuzkoa, Bizkaia, Santander y Asturias entre 1936 y 1937.
En la páginas de “CNT Norte” ofreció una visión de la guerra muy alejada de los tópicos que asignaban a la mujer periodista un rol de mera propagandista, reivindicando por derecho propio el lugar que le corresponde y que, haciendo bueno aquello de que nadie es profeta en su tierra, siempre se ha reservado para las periodistas extranjeras.
Compartiendo con los milicianos largas horas en los parapetos, sufriendo las penalidades de la guerra, Cecilia conoció de cerca la solidaridad que tanto hermana a los combatientes y ya no quiso privarse de su compañía; quizás porque, como dijo una vez, así “se sentía más periodista que nunca”. De este modo, persiguió la noticia allá donde estuviera, sin importarle el peligro que pudiese correr, ya fuese en medio de la batalla de Irún, en las calles de Bilbao durante los trágicos sucesos del 4 de enero de 1937, en las posiciones del batallón Isaac Puente en Cimadevilla o en la ofensiva del general Mola.
Fue una mujer que se atrevió a publicar un folletín por entregas que no tenía más pretensión que la de entretener a los milicianos. Así se fragua la gran novelista que vendría después, en el exilio de México, cuando hubo que empezar de nuevo tras la derrota de 1939.
Este libro nos muestra a Cecilia a través de sus crónicas de guerra. Una joven periodista que se ofreció a contar lo que veía en el convencimiento de que ésa sería su mejor aportación al esfuerzo bélico. Alguien que nunca perdió la fe en la victoria, ni siquiera en medio de la debacle.

Artículo publicado en el Diario Vasco el 23 de julio de 2010. Redactora: María Pagola.
La Guerra Civil española dejó importantes personajes que, con el paso del tiempo, han pasado a ser una parte más de la historia. Profesores, fotógrafos, periodistas... en definitva, personas que de una u otra forma aportaron su grano de arena en aquella época. Pero, por desgracia, no se ha reconocido el trabajo de todos por igual. «Cecilia G. de Guilarte fue una pionera injustamente tratada, nadie se ha acordado de su faceta periodística y eso que fue la única fémina reportera de guerra», asegura Julen Lezamiz, autor del libro Cecilia G. de Guilarte. Reporter de la CNT. Sus crónicas de guerra.
Nacida en Tolosa en 1915 mamó la ideología anarquista desde muy temprana edad. Su padre, un trabajador de la industria papelera, «le animó desde niña a que escribiera. Al ser anarquista, era un hombre con unas ideas más liberales, no hacía diferenciación alguna entre hombre y mujer», señala Ana Mari Ruiz García, hija de Guilarte. Una mujer con gran iniciativa y ambición que, según su propia hija, «desde muy niña decidió que quería ser escritora y nadie se lo impidió; a pesar de que su madre no estuviera del todo de acuerdo».
Con tan sólo once años publicó su primer escrito en una revista; ese fue un paso trascendental para una larga y destacada trayectoria periodística. Siendo una adolescente, se marchó a Madrid a trabajar para el periódico de la CNT, sus colaboraciones eran tan asiduas como le era permitido. Fue el pistoletazo de salida para su prometedora carrera profesional, comenzó a realizar entregas periodísticas y literarias a diferentes periódicos de todo el país; desde Bilbao hasta Canarias, pasando por Madrid. En 1953 fue contratada como colaboradora para la revista madrileña 'Estampa'. Su director, Vicente Sánchez de Ocaña, fue el que le animó a que modificara su apellido y lo redujera a una G. Asimismo, hizo su pequeña aportación literaria, «publicó pequeñas novelitas como Rosa del rosal cortada, dedicada a Pío Baroja», explica Ana Mari Ruiz.
Una vez estalló la Guerra Civil su vida dio un giro inesperado. Tuvo que volver a su pueblo natal, Tolosa, «no satisfecha con la decisión que se vió obligada a seguir, comenzó su labor como reportera de guerra», explica Julen Lezamiz, autor del libro. Guilarte cubrió para el periódico 'CNT Norte' los frentes de Gipuzkoa, Vizcaya, Santander y Asturias entre 1936 y 1937. Cubrió acontecimientos tan importantes como la batalla de Irún, los sucesos del 4 de enero de 1937 en Bilbao y la ofensiva del general Mola. Su hija asegura que fue una ardua tarea la que Cecilia G. de Guilarte se vió obligada a cumplir, «Reportajes, entrevistas en las trincheras...arriesgándose con tal de cumplir la noticia. Era una más, incluso compartía la comida con los soldados». Nunca quiso ser objetiva en sus crónicas, pero sus relatos «siempre estaban exentos de partidismo y eran muy críticos», asegura la hija de Guilarte. Llamaba la atención la forma tan peculiar de escribir que tenía, ya que siempre redactaba sus crónicas en primera persona, «contaba todo tal y como era o, al menos, la percepción que ella tenía. Siempre echó en falta que alguien valorase sus crónicas como se merecían, en una de ellas señala que envidia a los reporteros americanos que venían a la guerra, ellos se hacían famosísimos, ella no», sostiene Ana Mari Ruiz.
Nunca se sintió infravalorada por ser mujer, a pesar de que en aquella época las reporteras de guerra fueran una verdadera excepción. «Al ser parte del movimiento anarquista libertario de las mujeres tenía casi el mismo papel que los hombres. Ella era reportera de guerra anarquista y dentro de su propio partido, de su sindicato, no tuvo ningún problema; además estaba muy bien relacionada», explica Julen Lezamiz, autor del libro sobre las crónicas de guerra de Guilarte.
Su buena posición para conseguir todo tipo de informaciones derivadas de la guerra provenía de su relación sentimental con Amós Ruiz Girón, perito agrícola de profesión y comandante del Batallón Disciplinario de Euskadi. Gracias a él, consiguió su gran exclusiva, la primera de su carrera. «Realizó una entrevista al único piloto alemán derribado en tierra vasca. A cambio, tuvo que escribir un artículo propagandístico del recién creado Batallón Disciplinario», relata Julen Lezamiz. «Fue una especie de favor, un intercambio de intereses, aún así ese fue su único artículo propagandístico», concluye la hija de Guilarte y Ruiz.
Los republicanos fueron perdiendo terreno y Guilarte -embarazada- y su marido, tuvieron que abandonar tierras vascas y exiliarse a Francia, «mi madre nunca quiso escapar de su tierra». Aún así, Guilarte regresó a España para tener a su primera hija, Marina. Permaneció en Cataluña hasta febrero de 1939, pasó a Francia y, a partir de ahí, inició un largo exilio.
En Francia continuó su labor periodística, colaborando con Le Soud-Ouest. Finalmente, de la misma manera que había ocurrido en España, tuvieron que huir porque los alemanes se acercaban. Según la hija de Guilarte, «salieron en el último o penúltimo barco libre que había para ir a América. Ningún país sudamericano les permitía la entrada. Tras 45 días de espera, México acogió con los brazos abiertos a todos los exiliados». El exilio americano duraría hasta 1963.
Los primeros diez años de exilio trancurrieron en México D.F. donde Guilarte trabajó para la revista 'Rumbo'. En 1941 se consolidó como redactora jefe y directora de la revista 'El Hogar' y más tarde de la revista 'Mujer'. Compaginó su trabajo como periodista con la realización de guiones para la radio y la escritura de novelas. Colaboró con diversas publicaciones de la comunidad vasca en el exilio como: Euzko Deya, Tierra Vasca, Gernika...
Su vida transcurrió en diferentes lugares de México; Michoacán, Hermosillo, Sonora... Muchos de estos cambios de residencia se debían a la labor de su marido, Ruiz Girón, como perito agrónomo, «le mandaron a una plantación experimental de olivas, hoy en día, es una gran industria», comenta Ana Mari Ruiz.
Exceptuando «unas novelas rosas para comer» que realizó la periodista y escritora, desempeñó una frenética actividad culturalen su exilio en México. «Siempre tuvo la suerte de que fueron a buscarle a ella para trabajar», comenta su hija. Realizó actividades universitarias en México, más concretamente, en Hermosillo. Le nombraron jefa de departamento de Extensión Universitaria y directora de la revista Universidad de Sonora. Allí impartió clases de Historia del Arte e Historia del Teatro.
La causa de su vuelta del exilio fue, en gran parte, un accidente que sufrió en 1959, el cual le hizo replantearse su vida y acrecentó aún más la añoranza de su tierra. «Nunca se le quitó la nostalgia», asegura Ana Mari Ruiz.

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