lunes, 11 de abril de 2011

XABIER GEREÑO, IN MEMORIAM

El pasado 8 de abril falleció el escritor vasco Xabier Gereño, a la edad de 86 años. Xabier Gereño fue un escritor prolífico que en los años más difíciles del franquismo, cuando junto a muchas otras cosas también el euskera era semiclandestino trabajó, a veces en solitario, por el desarrollo literario y social de la lengua vasca. Él mismo había dicho en ocasiones que su obra, en su mayor parte autoeditada por las dificultades editoriales de la época, era sobre todo didáctica y de hecho en muchas de ellas (no en todas, por supuesto) usaba un lenguaje muy sencillo, de manera que fuera asequible para quien estuviera estudiando euskera, incluso adaptándose a los diversos niveles de aprendizaje.
No tuve mucho trato con él, aunque como era tío de un buen amigo, solía estar al tanto de su trayectoria y creo que aparte de su faceta literaria lo que podría resaltarse de él era su generosidad. Como muestra un detalle. Acababa yo de publicar mi primera novela, Lejos de aquel instante, e iba a presentarla en Bilbao. El distribuidor, que organizaba el acto, me preguntó si conocía a alguien que pudiera presentármela. Yo entonces no conocía a nadie, era mi primera novela y no me había movido por ambientes literarios, así que le dije que no, hasta que me acordé de que Xabier Gereño era tío de mi amigo y se lo comentó a éste. Pues sin conocerme y sin haberme leído se prestó generosamente a acompañarme en el acto de la presentación. Finalmente no intervino, ya que el distribuidor se había ocupado de organizarlo todo, pero su gesto es de los que no se olvidan fácilmente.
Para conocer algo más de su vida y obra podéis consultar, si sabéis euskera, la página web de Euskal Idazleen Elkartea, la asociación de escritores vascos en euskera, de donde he tomado la fotografía que ilustra la entrada y de todos modos incluyo un artículo que Iñaki Esteban ha publicado en el periódico El Correo que merece la pena leer:


La figura de Xabier Gereño no cabe en un solo molde. A lo largo de su vida fue interpretando distintos papeles en favor de la cultura vasca, hilados por su capacidad de trabajo y su amable naturalidad. Fundador de la Banda de Txistularis de Bilbao, autor de varios métodos para aprender euskera en los años sesenta, director del sello discográfico Cinsa, que popularizó las canciones de Xabier Lete y Benito Lertxundi, académico de Euskaltzaindia y escritor de obras de teatro y de novelas: un apretado currículum para una persona experta en derribar barreras.
Gereño murió ayer a los 86 años. Vivía en un piso tutelado de Loiu y antes lo había hecho en la residencia Reina de la Paz de San Ignacio. Vivir de este modo no le incomodaba en absoluto. Al revés, siempre que recibía alguna visita ejercía de buen cicerone y ensañaba las instalaciones, enumerando la larga lista de ventajas que a su juicio tenía vivir en comunidad. Además de estas comodidades, había otra razón que explicaba su decisión de vivir así. Un pacto con su mujer establecía que el que sobreviviese al otro nunca viviría solo.
Nació el 12 de agosto de 1924 en Bilbao, y cursó estudios de perito mercantil, interrumpidos por el traslado de su familia a Las Palmas de Gran Canaria. A su vuelta, entró a trabajar en La Aeronáutica SA, empresa en la que estuvo 33 años. Allí conoció a Manuel Landaluce, que le enseñó a tocar el txistu. Con grandes habilidades como organizador, Gereño fue uno de los promotores de la Banda de Txistularis de Bilbao.
No fue su única iniciativa durante los años cincuenta y sesenta. En el aspecto musical, su gestión al frente de la discográfica Cinsa fue fundamental en los inicios de cantautores como Xabier Lete, Benito Lertxundi o Mikel Laboa. Con Gereño al frente de la casa de discos se publicaron 42 álbumes.
También colaboró con las primeras aulas de aprendizaje de euskera, entonces una actividad ilegal. Además de su faceta de escritor, Gereño hizo dos cosas fundamentales por la lengua vasca: apoyó a los defensores de la unificación del euskera, entre los que se encontraban Luis Villasante y Gabriel Aresti, y ejerció como tesorero de Euskaltzaindia entre 1980 y 1988. Además de llevar las cuentas, creó un sistema de contabilidad en euskera que sirvió de modelo para varias empresas.
Sólo a partir de finales de los setenta empezó a publicar sus libros de manera continuada, ya fueran obras de teatro o novelas. Pero desde esa época su actividad literaria fue de lo más prolífica y llegó a firmar un centenar de libros. En los últimos años mostró su predilección por el género policíaco porque le permitía tratar sus temas preferidos, como el abuso de poder y otros conflictos sociales, y escribió alguno de sus libros directamente en castellano. Entre sus autores preferidos se encontraban Ken Follet y John Grisham, y solía decir que no le gustaban las «novelas rollo», según él las definía. La acción era fundamental, el eje de los relatos.
Gereño también tuvo un marcado perfil público y político como militante de Euskadiko Ezkerra. Miembro del primer consejo de EiTB, participó en la comisión de Euskera del Ayuntamiento de Bilbao a finales de los ochenta. A su juicio, el modelo A era un fracaso porque no garantizaba el bilingüismo y auguraba que los alumnos que estudiaran en esta línea serían unos «marginados» en el futuro. También en esos años reforzó su oposición a ETA y se solidarizó en innumerables ocasiones con las víctimas del terrorismo.
Tanto como un hombre de palabras, Gereño fue, en el sentido barojiano, un hombre de acción. Estuvo en las grandes encrucijadas de la cultura vasca después de la Guerra Civil, en las aulas clandestinas o semiclandestinas de Euskerazaleak, con aquellos rudimentarios, breves y útiles métodos para aprender la lengua vasca; en los debates que condujeron a la adopción del euskera batua por parte de Euskaltzandia; en la organización de conciertos para los cantautores que marcaron la música vasca hasta la aparición del rock en los años ochenta, en la vida pública una vez recuperada la democracia.
Quienes le conocieron destacan su generosidad con el trabajo y su capacidad organizadora y de iniciativa. Los encuentros con Gereño eran difíciles de olvidar, porque transmitía entusiasmo por todo lo que hacía y por la vida en general. Muy pocos habrá que tengan un mal recuerdo del autor fallecido.

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