Título: EL MAIN
Título original: THE MAIN
Autor: TREVANIAN
Editorial: ROCA
Trama: El teniente LaPointe, pese a su cargo actual, cuida de su barrio de Montreal, el Main, como si aún fuera un patrullero o incluso un policía de barrio, al que todos conocen, quieren o temen, según sus circunstancias. Por so, cuando aparece en su zona el cadáver de un joven acuchillado, el policía encargado del caso delegará en él la investigación, lo que le obligará a recorrerse nuevamente, de cabo a rabo, su propio territorio.
Personajes: Claude LaPointe, policía a la antigua usanza, lo que le lleva a usar la violencia cuando lo cree conveniente, sobre todo para proteger a quien él considera que son los más desfavorecidos del barrio, Guttmann, joven e inexperto policía de origen anglosajón, al que le colocan como ayudante de LaPointe para que se vaya fogueando, con estudios universitarios y humanísticos, por lo que generalmente desaprueba los métodos de su superior, Moisés y David, judíos, socios en un negocio del barrio, el primero tendente a filosofar sobre temas como el mal y la culpa, el segundo siempre contando chistes, en ambos casos como método para exorcizar el pasado aún reciente (en la novela) de la persecución a los judíos, Marie Louise, joven inexperta a la que LaPointe acoge, para evitar que continúe prostituyéndose, Vet, vagabundo testigo del asesinato, que tiene un secreto que no desea desvelar a nadie, Resnais, jefe de LaPointe, un político que piensa que vejestorios como su subordinado son un obstáculo en su carrera, El Main, un barrio degradado, pero a pesar de todo aún lleno de vida.
Aspectos a Destacar: La mirada tierna, trufada de la nostalgia de un tiempo que quizás, sólo quizás, fue más humano aunque también más mísero, sobre un barrio que se está degradando a marchas forzadas y sus gentes que sólo ansían sobrevivir.
La Frase: ¡Claro que la aflicción es buena! La prueba principal de que Dios no se limita a jugar cruelmente con nosotros es el hecho de que nos haya dado la capacidad de afligirnos, y de olvidar. Cuando uno está herido (y no me refiero a una herida física) el olvido cauteriza y cicatriza, pero queda el rencor, el odio y la amargura ocultas bajo la cicatriz. La aflicción es el medio para drenar la herida, para que no nos envenene.
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