jueves, 19 de abril de 2012

LA MUJER EN LA CUEVA (FRANCISCO LETAMENDIA). ENTREVISTA EN EL DIARIO "DEIA" DE BILBAO


Defensor de obreros y presos políticos durante la dictadura, abogado en el Juicio de Burgos, exiliado a Francia en dos ocasiones, exdiputado en el Congreso español, profesor de la UPV/EHU, investigador y ahora también novelista. Se estrena con 'La mujer en la cueva'.
Septiembre de 1983, un mes antes de que los GAL inicien su actividad mortal. Euskal Herria vive momentos oscuros, convulsos, trágicos. En ese contexto dos personajes desesperados se encuentran para emprender un camino hacia la posible redención. Así arranca la primera novela del profesor Francisco Letamendia, que asegura que ha escrito ficción sobre una época que vivió con intensidad.
GAL, ETA... Y usted empeñado en decir que no se trata de una novela política.
Se habla de ETA y el GAL, pero la trama discurre entre dos personas a las que les ha pasado algo terrible, mejor dicho, les ha pasado algo terrible a las mujeres de esas personas. La novela la conduce la desesperación de ambos. Es decir, es una novela negra ambientada en un contexto político concreto, pero es ficción. Eso sí, el contexto es real, y ahí actúo como un historiador. Cuando hablo de cosas concretas esas cosas están ubicadas, son absolutamente precisas.
Se divide en dos partes diferentes.
Tiene una primera parte expositiva, algo más densa, y una segunda parte en la que la trama se dispara.
Jon Houtsa es el gran protagonista de la novela, a pesar de que al principio parece que será Ramón Zubía quien llevará la batuta.
Sí, se trata de una persona desesperada y está buscando redimirse de alguna manera. Houtsa acepta ser el mediador en un secuestro enmarañado, cuyas causas nadie conoce. Ese es el detonante tras el que todos los actores que participaban del conflicto político en el 83 reaccionan y discursionan sobre los motivos que les llevan a actuar de una manera u otra. Los personajes sí son políticos, la novela no.
¿Los personajes desesperados dan más juego?
Sí, y por eso elijo un formato de novela negra. Es una novela de angustias, soledades, con un final terrible y a la vez feliz.
¿Hay mucho de usted en ellos?
En casi todos, es inevitable. Incluso en los más perversos.
Otro personaje curioso del libro es José 'El Gitano'.
Es un personaje marginal, como el resto, y todos dan la posibilidad de ver el tema de los GAL desde una rendija.
¿Teme que haya gente que critique el libro por ver en él cosas que no hay?
Hace diez años, cuando escribí las 30 primeras páginas, me detuve y dije que no, que eso no se podía publicar, pero ahora sí. Ya no me preocupa tanto la reacción de los demás. Además, los recelos y las desconfianzas que se puedan dar ahora con este trabajo son menores. Era el momento adecuado para escribir y publicar esta novela. En ese sentido no es una novela maniquea, no es sectaria, el bien y el mal y la estupidez y la inteligencia están repartidas de forma muy democrática.
Pero, como ocurre casi siempre en Euskal Herria, habrá a quién le parezca que usted se posiciona en la ficción.
No me importa. La reconstrucción sostenible de esta sociedad vendrá después de que surjan varios relatos de los hechos acaecidos y que esos relatos sean aceptados por ambas partes. No habrá un único relato de vencedores y vencidos, a no ser que se imponga. Habrá microrrelatos que se irán reagrupando en relatos primordiales. Cuando estos relatos adquieran un perfil aceptable por las distintas partes, entonces estaremos a las puertas de la reconciliación.
¿Por qué ha colocado la acción un mes antes de que el GAL comenzara a cometer sus atentados?
Para mí tuvo mucha importancia esa época, la viví de forma intensa, pasé por momentos dramáticos y he querido contarlo, pero no con trazos meramente autobiográficos, sino a través de la ficción, aunque claro, hay cosas autobiográficas.
Su trabajo cuenta con otro condimento indispensable en una novela negra: la ironía.
Sí, el propio personaje de José El Gitano aporta ese toque a la historia. Ironía, protagonistas que son grandes solitarios y la denuncia de la corrupción policial son las claves de la novela; así respeto los trazos de la novela clásica. Eso sí, no es una novela de mensaje, pero es una novela política en el sentido de que hay una crítica ácida a los elementos policiales, a la corrupción de estos cuerpos y a su bestialidad.
Usted está acostumbrado a escribir ensayos. ¿Qué le aporta escribir ficción? ¿Desahogo? ¿Divertimento?
La novela es difícil controlarla, al menos a mí me cuesta porque soy un escritor amateur. Una novela es un marco de vida y eso funciona por su cuenta, tanto la trama como los propios personajes. A mí me aporta cierta catarsis, ahí salen cosas que en cierto modo te curan. Y buenas dosis de diversión, desde luego.
A veces da la sensación de que estamos escribiendo nuestra historia reciente a través de la literatura para dar luego paso a la investigación histórica.
Aquí se ha hablado mucho de esos temas -GAL y ETA- en muchos libros de autores vascos, al contrario de lo que llegó a decir un escritor recientemente, y mi obra es una pequeña contribución a eso. Y sí, es posible que de momento los hechos de los años 70 y 80 se hayan tratado de forma más honda en la literatura que en los libros de historia.
Queda mucho por escribir de aquella época.
Se ha escrito mucho sobre aquella época, pero lo que queda es que los unos acepten los relatos de los otros y lo que sucedió, todo lo que sucedió, es decir, lo que hicieron unos y otros. Y eso va a suceder, como ha sucedido en tantos y tantos lugares.
Han pasado casi 30 años desde 1983. Han cambiado las cosas. ¿Para bien o para mal?
Algunas para bien y otras para mal. Para bien porque aquellos años ochenta fueron de una violencia explícita terrible, y para mal porque aunque unos han dado el paso que tenían que dar, por la otra parte no se ven muchos movimientos y aún no hemos iniciado el proceso de paz. Reparación de víctimas sí, pero todas, solución del tema de los presos y los refugiados, derechos humanos respecto de las actitudes policiales, creación de un ámbito político en el que quepamos todos,... Temas que forman la agenda de todos los procesos de conflictos políticos que ha habido en todo el mundo. Es verdad que los discursos están cambiando, pero esos discursos han de concretarse en hechos.
Resulta temerario jugar a adivinos, pero, ¿cómo ve el futuro del pueblo vasco?
Es arriesgado aventurar nada, pero soy optimista y creo que las cosas se irán arreglando poco a poco. Además, como peor de lo que hemos estado no podemos estar, todo lo que vaya a ocurrir en adelante será mejor que lo que ha acontecido. Estoy seguro de ello.

(Artículo publicado el 19 de abril de 2002 en el periódico DEIA. Redactor: Iñaki Mendizábal Elordi)

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