Reseña de LA LUZ MUERTA publicada en
la revista digital dedicada al género negro CALIBRE 38
Para escribir una novela policial hay
que ser muy inteligente. Siempre lo he dicho y cada vez que leo un libro de José Javier Abasolo
lo traigo de nuevo al presente. Ya sé que quizás el término hoy en día, incluso
para los que supuestamente ejercemos como profesionales de esto, no está muy
claro. Desde que Binet y Simon lo confundieran con el conocimiento cultural, el
concepto de inteligencia ha dado muchas vueltas, pero no hay más que ver la
trama de La luz muerta para entender lo que digo. ¿Qué harían
ustedes si después de pasar mucho tiempo sin comerse un colín apareciera la
mujer/hombre que lo colmase de placeres y al poco de estar con ella/él
sospechase que está utilizando sus encantos para cometer una serie de
asesinatos en los que usted, indudablemente, podría salir muy, pero que muy
perjudicado? Bien, pues este es uno de los argumentos que ha elegido José
Javier para traernos de vuelta a Goiko, aquel detective y exertzaina de tintes
marlowianos que ya nos cautivara en Pájaros
sin alas, publicada también por Erein y que ha tenido una acogida
francamente interesante no sólo a nivel nacional sino internacional.
Y es que Abasolo, con su buen hacer literario, sabe trazar con tiralíneas
argumentos y tramas que se enzarzan en el libro sin aparente conexión. En este
caso, Goiko, aún convaleciente a nivel emocional de su anterior desventura,
despierta el interés de un juez y de su hija, la cual necesita un guía para
realizar un reportaje sobre el mundo de la drogadicción en Bilbao y quién mejor
que el detective para ser ese padrino-protector-guía. Paralelamente, vamos
conociendo las desdichas de Andoni Zubikarai, un forense de esos que han hecho
de su vida profesional una exclusividad y que se ve desbordado por una inusual
cifra de cadáveres en sus dependencias. Esto le supone una carga de trabajo
adicional que no va a ser obstáculo, mas bien al contrario, en la relación
personal y carnal que ha establecido con la única mujer con la que ha mantenido
una relación seria y estable hasta la fecha, Ainhoa.
La tensión narrativa que caracteriza a
las novelas de Abasolo está presente
en cada uno de los capítulos de esta novela, haciendo de su lectura algo
adictivo, al igual que ese gran personaje secundario que es el Bilbao actual, más allá del
Guggenheim. José Javier ejerce de embajador del Casco Viejo y nos retrata no
solo las virtudes de una gran ciudad que conoce a fondo, sino también la
idiosincrasia de toda una comunidad, de un país.
Echábamos de menos a Mikel Goikoetxea y
después de La luz muerta,
seguiremos echándolo de menos hasta la tercera entrega, porque sin duda alguna
este personaje es de largo recorrido y aunque a José
Javier Abasolo le había costado decidirse por la
continuidad, creemos sin duda en la apuesta ganadora que ha realizado.
(José Ramón Gómez Cabezas)
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