lunes, 24 de septiembre de 2012

DOS NOVELAS ARGENTINAS RECOMENDADAS POR LA LIBRERÍA "NEGRA Y CRIMINAL"


Hoy para una de nuestras recomendaciones utilizamos las palabras de Heide Braun, la librera de la librería con ruedas que es Sidecar. De su boletín, que ustedes pueden conseguir aquí sidecarlibros@gmail.com  y tendran una información de tallada de libros escritos por mujeres o sobre mujeres. Dice Heide:
La Virgen Cabeza, de Gabriela Cabezón Cámara. Si les encantan los relatos anglosajones de máxima contención en que las tragedias pasan silenciosas y encubiertas de buenas costumbres y modales, esta mezcla de telenovela almodovariana, cruda violencia y guiños de cultismo (la Virgen habla en castellano antiguo), colosal destarifo y tragedia definitivamente no es para ustedes. Ahora bien, si no les asustan los argentinismos rabaleros y están dispuestas a una experiencia lectora diferente, déjense embaucar por el chispeante mundo que crea con maestría la autora y periodista argentina, historia de “marginalidad, aAmor, delirio, mística y desenfreno” en torno a Cleo, ese “travesti que organiza a una villa gracias a su comunicación con la madre celestial, esa niña de Lourdes chupapijas, santa puta y con verga”. Sangre, oropeles y arrojo, carcajadas y muerte. Edita Eterna Cadencia
Para la otra recomendación utilizamos el criterio de los jurados del “Memorial Silverio Cañada” que premian cada año en el transcurso de la SEMANA NEGRA DE GIJÓN a la mejor primera novela negrocriminal. Este año, en dura competencia, decidieron que Kike Ferrari y su Que de lejos parecen moscas, publicada en la colección NUC (Negra, Urbana, Canalla), de la editorial Amargord.
Damos fé que el protagonista creado por Ferrari es un auténtico canalla. Un coche negro como un rayo negro y lujoso cruza la General Paz, que divide Buenos Aires en cintura para arriba y cintura para bajo. Dentro del coche, su dueño: el señor Machi. Dueño también de los empleados de sus empresas, de propiedades en barrios selectos y de una interminable colección de corbatas italianas. Lustroso, satisfecho, el señor Machi. Se reconoce como un hombre hecho a si mismo y hecho a medida, desde que hace más de treinta años comenzara con una pequeña fábrica familiar; mientras adelanta coches que valen lo que una de sus noches de mujeres caras y cocaína de la buena. Un incidente tan trivial como simbólico  “Debe hacer veinte, veinticinco años que no pincho una goma, piensa, ¿para esto gasta uno 200 lucas en un auto?”), lo enfrenta con un problema que puede arrebatarle el éxito tan duramente alcanzado. Y tiene que resolverlo solo, porque no sabe quién le ha tendido la trampa. Mientras recorre los suburbios porteños intentando deshacerse del problema, el señor Machi elabora una lista de los posibles culpables. Y son tantos que pierde la cuenta. Porque pudo ser cualquiera de los que ha pisado en estos años para seguir trepando o demostrar su poder. Cualquiera de esas personas a las que ha aplastado sin pensarlo siquiera, porque para el señor Machi resultan tan insignificantes que de lejos parecen moscas.
Si les preocupa no saber algún término o palabro utilizado, les ofrecemos nuestro servicio de “traducción”. Y lo que no sepan los “argentinos amigos  de la casa” escribimos a los autores y nos lo explican para ustedes.

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