Título: CUERVOS
Título original: THE BURNING SOUL
Autor: JOHN CONNOLLY
Editorial: TUSQUETS
Trama: En Pastor's Bay, una pequeña localidad de
Maine, ha desaparecido una niña. Coincidiendo con ello un hombre que está
refugiado en esa localidad, tras haber cambiado su identidad una vez cumplida
su condena por matar a una otra niña hace ya muchos años, cuando él también era
un adolescente, empieza a recibir anónimos amenazantes, por lo que su abogada
decide contratar a un detective para que investigue quién es el causante de las
amenazas. Todo ello mientras unos extraños cuervos acechan vigilantes lo que
está ocurriendo.
Personajes: Charlie Parker, detective que dejó
la policía tras ser asesinadas su mujer y su hija, que aún vive atormentado por
ese hecho, y posee un extraño sexto sentido que le hace ver algo más allá de lo
evidente, Randall Haight, hombre tímido y apocado, que en su niñez mató a otra
niña, obligado por un amigo, y que ve cómo su vida se desmorona por unos anónimos,
aunque parece encubrir algún secreto más en su vida, Tommy Morris, mafioso en
declive, perseguido por sus antiguos compañeros, tío de la niña desaparecida, Martin
Dempsey, matón al servicio de Morris y extrañamente leal a él, Walsh, inspector
de policía, conocido de Parker, obsesionado con encontrar a la niña, Engel,
agentes del FBI, cuya única intención es "cazar" a Morris a través de
su sobrina, el jefe Allen, jefe de policía de Pastor's Bay, aparentemente
honrado y eficaz, pero que es también acusado, anónimamente, de no ser
"trigo limpio".
Aspectos a Destacar: Connolly retoma su personalidad
de escritor muy negro, con la narración de una historia tan sórdida y dramática
como la de la investigación de una niña desaparecida, utilizando con eficacia
las reglas del género, pero sin descuidar su querencia por la aparición de
fenómenos esotéricos o sobrenaturales, aunque en esta novela no abundan en
exceso.
La Frase: En cierta ocasión, Louis me preguntó si
creía en Dios después de todo lo que había visto y de todo lo que había
sufrido, muy en especial la pérdida de Susan y Jennifer. Le di tres respuestas,
probablemente dos más de las que esperaba. Le expliqué que me resultaba más
fácil creer en Dios que no creer, porque si no creía en nada, las muertes de
Susan y Jennifer carecían de sentido y razón, y prefería albergar la esperanza
de que su pérdida formase parte de un designio que yo aún no entendía. Le
expliqué que el Dios en quien creía a veces miraba en otra dirección. Era un Dios
distraído, un Dios abrumado por nuestras exigencias, y nosotros éramos muy, muy
insignificantes y muy, muy numerosos. Le expliqué que entendía que a veces le
pasara eso. Mi Dios era como un padre que siempre intentaba velar por sus
hijos, pero uno no siempre podía estar al lado de sus hijos, por más que se
esforzara. Yo no estuve al lado de Jennifer cuando más me necesitó, y me
resistía a culpar a mi Dios de eso.
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