martes, 16 de abril de 2013

AYER MISMO (FRANCISCO JAVIER ZUDAIRE OSÁCAR)

Artículo publicado en el DIARIO DE NAVARRA (http://www.diariodenavarra.es/) el 12 de marzo de 2013. Redactora: Nerea Alejos.
Dicen que un periodista vale más por lo que calla que por lo que cuenta. En el caso de Francisco Javier Zudaire (Pamplona, 1947) -que lleva más de un año jubilado de Diario de Navarra, donde era jefe de Opinión-, ha aprovechado para saldar una cuenta pendiente con el pasado, en concreto un suceso que investigó como periodista: el ahogamiento de 49 marineros estadounidenses en el puerto de Barcelona, al volcar la barcaza que los llevaba a su portahelicópteros. Ocurrió en el año 1977 y ahora Zudaire le ha dado forma de novela negra, aportando un detalle revelador: los marineros murieron porque estaban esposados. Con Ayer mismo, Zudaire podía haber hecho dos libros, porque paralelamente indaga en sus propios recuerdos de niñez y adolescencia en Pamplona. "Tengo muchas historias en la recámara, otra cosa es que sean publicables", dice con su sonrisa irónica.
Han tenido que pasar casi 40 años para que su exclusiva periodística vea la luz.
Fue un suceso que se tapó con mucha discreción. Aquella iba a ser la exclusiva de mi vida, pero a última hora alguien de arriba dijo que aquella historia no podía salir a a la luz pública. Luego me di cuenta de que no hay mejor exclusiva que el trabajo diario.
Sobre todo teniendo en cuenta lo bien que se lo pasaba usted en aquella época, donde las exclusivas estaban en los bares.
Entonces el trabajo de periodista se vivía de una forma bastante más aventurera. Entonces no había tanta obsesión por curarse en salud frente a los periodistas. Hoy se desconfía de nosotros, pero en aquella época las puertas estaban mucho más abiertas. Por ejemplo, tenías acceso directo a los políticos. Comías con ellos o te tomabas una copa. Pero a la hora de tratar los temas, si se merecían un palo, se lo dabas.
Su materia prima siempre ha sido la actualidad, pero ahora maneja sus propios recuerdos.
Al final, lo que te queda de la niñez y de la adolescencia son etapas indelebles, que no puedes borrar. Cuando quieres contar algo, tienes que retrotraerte a los comienzos para intentar que se entienda mejor. Ésa es la pretensión del cambio de registro que hago en Ayer mismo entre la novela y mis memorias. Ahora, en tiempos de crisis, he hecho dos libros en uno.
¿Y esas vivencias son las que al final forjan la manera de entender la vida y de contarla? Cuando escribe, siempre parece situarse en el bando de los perdedores.
¡Sin lugar a dudas! Siempre me he sentido en el bando de los menos favorecidos. Mi vida y la de mis hermanos comenzó de una manera trágica, porque nos quedamos huérfanos desde muy jóvenes. Nuestra madre nos tenía que sacar adelante como podía, y todas esas cosas te van marcando. Yo me buscaba la vida con mis amigos, íbamos tras ese puntillo de aventura que a veces se solapaba con lo incorrecto.
Su capacidad para la picaresca contrasta con la formación religiosa que recibió en el seminario.
En aquella época había un afán muy notable por llevar a un hijo al seminario. Y si encima tenías a un abuelo empecinado en ello, te tocaba la china. Tú ibas al seminario con 12 años, te gustara o no. Además, en aquellos tiempos tampoco se discutía demasiado. Podías rebotarte, pero eso se arreglaba con cuatro collejas. De ahí ese punto de rebeldía que me llegó después.
"La vida es proyectar, después ya se verá". Eso dice en Ayer mismo. ¿Tiene la sensación de haber conseguido lo que quería, a pesar de no haberse propuesto nada?
Cuando era niño siempre me dijeron que nunca llegaría a ser nadie, y eso te libera mucho. Al final he llegado a ser un proyecto de mí mismo, y estoy satisfecho con lo que he podido hacer. Yo buscaba una salida y por eso me marché a Barcelona, donde acabé metiéndome en el mundo del periodismo.
¿Y ahora, con este libro, se ha dado cuenta de que no es un perdedor?
Sí, porque este oficio me ha salvado la vida. Escribir es una auténtica válvula de escape. Además, en Barcelona viví la etapa dorada de esta profesión. En aquellos años, un periodista era un señor que tenía una responsabilidad moral. Hoy parece que sólo nos dedicamos a molestar.
¿Uno nunca se jubila de ser periodista, al menos del 'género Zudaire'?
Para mí, el periodismo es sudor, sonrisas y lágrimas, por ese orden. Y si algo ha caracterizado siempre a mis artículos es el humor, el poner cierta chispa para que el lector se sienta más a gusto.
En su blog Tiempos revueltos está ayudando a hacer mucho más digerible toda esta realidad tan repleta de despropósitos.

Esa es mi pretensión, que la gente se entere de las cosas pero no lo pase tan mal. El humor hace mucho más digeribles todos esos tragos tan amargos que nos depara la actualidad.

1 comentario:

  1. FJ Zudaire forma parte de una porción de los recuerdos de mi vida profesional como periodista. Fue un buen compañero, osco en el trato, sensible en sus artículos. Le recuerdo con afecto.
    Purcalla

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